Capítulo 11. El impulso.

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La lluvia cae fuerte, así como mis lágrimas, me quito los zapatos de tacón bajo y continuo caminando por la calle descalza. Llego hasta dentro de mi auto. No puedo manejar, también puedo ir presa por manejar en estado de ebriedad o quizá muy, muy borracha como obviamente estoy.

Mis pensamientos no son claros, me siento mareada. Nada parece tener estabilidad; mi casa, mi vida, mi trabajo, el amor... Nada.

Salgo de mi auto nuevamente y saco mi teléfono para llamar un Uber, quizá sea la forma más responsable de manejarme. No quiero ir a casa, pero debo trabajar en unas horas, así que debo irme a dormir.

El Uber llega, ¿Tan rápido? Excelente servicio. Ingreso sin hacer preguntas, siento que mi vista se nubla a tal punto de no ver casi nada. Intento con todas mis fuerzas mantenerme consiente, pero caigo desmayada al instante.

JUNIO/VIERNES 21/2024.

Abrí mis ojos con dificultad, siento en mi cabeza unos fuertes puntazos que me ciegan, esto es gracias a la intensa resaca que tengo de anoche. Me duele todo el cuerpo, me siento terrible. Intento levantarme con dificultad, llego hasta el baño para lavar mi rostro y justo recuerdo...

¿Qué hora es? Dios, llegaré tarde al trabajo...

No escuche la alarma, creo que no sonó, no lo sé. No debí haber bebido demasiado anoche, esto es mi culpa por ser tan irresponsable e irme a beber demasiado y sin precaución. ¿En que estaba pensando?

Me vestí como pude, brincando de un lado a otro, poniéndome el pantalón, luego el zapato. Escucho el timbre, ¿Quién es? Me asomo a la sala, mi padre no está.

Me dirijo a la puerta, colocando mi ojo por la mirilla de la puerta y veo al detective de ayer.

Me paralice del miedo, ¿Qué quiere? ¿Cómo supo donde vivo? Vuelve a tocar, diciendo su clásico ''Sé que está ahí dentro, señorita Coleman, su auto está afuera''.

Es un imbécil, como lo odio, ojala pudiese clavarle un cuchillo en su cuello para terminar con este acoso.

—Voy— termino de vestirme y abro la puerta.

Entran varios oficiales que revisan sin previo aviso mi departamento. Quedo inmóvil por el extraño movimiento y el atrevimiento de los desconocidos.

— ¿Qué hace? — Los seguí hasta mi sala—Espere, no puede entrar a mi departamento así y tirar todo.

—Si puedo, tengo una orden— se acerca a mí y me enseña una orden firmada— quédese donde está. Esto será rápido.

Observo como todos revuelven mis cosas, tumban mi cama, mi mesa de noche, los muebles, mi habitación y mi sala... Ahora si estoy jodida.

En mi mente intentaba recordar si con todos mis asesinatos he dejado ropa o algo que podría implicarme aquí dentro, pero nada llega a mi mente.

Me mantengo de brazos cruzados, indignada por lo que están haciendo y muerta de miedo de si es posible que encuentren algo, nunca espere que hicieran esto, solo espero que mi ''yo'' del pasado no haya sido una completa idiota.

—Esto es una injusticia— refute. Los latidos de mi corazón están casi en mis oídos.

—Injusticia es la muerte de dos personas— se acerca a mí.

— ¿Dos? — me tenso un poco.

— ¿Sorprendida? — me enseña la foto del cuerpo de mi vecino... y el torso de Betwell.

¿Mi vecino? No puede ser... esto no puede ser real.

— ¿Qué? ¿Me están culpando por dos personas fallecidas? No tuve nada que ver... — me altero un poco— ya explique lo de la liga del cabello y él... él es mi vecino, tengo días sin verlo.

Perversa obsesión. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora