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Desde el momento en que conocí a Akashi, supe que era diferente. No era solo su apariencia, aunque eso ciertamente jugaba un papel importante en mi fascinación. Era su forma de ser, su gentileza, su sonrisa que parecía iluminar toda la habitación. Todo en él me atraía de una manera que nunca antes había experimentado.

Y ahora, aquí estaba, saliendo de la librería con mi hija, pero mi mente aún estaba atascada en el hecho de que había llamado bonito a Akashi. Ni siquiera había sido intencional, simplemente se escapó de mis labios. Pero eso no significaba que no lo sintiera profundamente. Cada vez que estaba cerca de Akaashi, esa palabra resonaba en mi cabeza, como si fuera la única manera de describirlo.

Recuerdo claramente el día en que lo vi por primera vez. Fue como si el tiempo se detuviera por un momento. Sus ojos, su cabello oscuro, su sonrisa... todo en él era perfecto. Y desde entonces, he estado enamorado, más de lo que puedo admitir sin sentirme un poco avergonzado.

Pero incluso en medio de mi enamoramiento, siempre he puesto a mi hija en primer lugar. Desde que su madre nos dejó, he sido el único responsable de cuidarla. Y aunque lo haría todo por ella, a veces se vuelve abrumador. Trabajar, cuidar de Sachiko, y apenas tener tiempo para mí mismo... es agotador.

Esos momentos en los que tengo que estar lejos de mi hija, ya sea por trabajo o por otras razones, siempre son difíciles. Agradezco infinitamente a mi hermana por cuidar de Sachiko en esos momentos, pero siempre me siento culpable por no estar allí para ella.

Y luego está mi historial con la madre de Sachiko, un desastre del que preferiría no recordar demasiado. Pero incluso con todo eso, cuando pienso en Akashi, siento que podría ser diferente. Que tal vez, solo tal vez, podría tener una oportunidad de ser feliz de nuevo.

Pero por ahora, mi prioridad es mi hija. Siempre lo será. Y si eso significa mantener mis sentimientos por Akaashi en secreto, entonces así será. Porque lo último que quiero es poner en riesgo la estabilidad y la felicidad de Sachiko por algo tan incierto como el amor.

Qué desastre había sido nuestra relación.

Eramos primerizos en la universidad y apenas nos conocimos dos meses cuando Hitomi quedó embarazada. Permanecimos juntos durante todo el embarazo, a pesar de que nuestra  incompatibilidad se hizo obvia antes de que pasara la náusea matutina. Luego permanecimos juntos otros dos años, tratando de hacer que funcionara, enfocándonos en la niña y tratando de no mostrar lo resentidos que nos habíamos vuelto el uno con el otro.

Hace dos años, durante mi último año de universidad, Hitomi dejó de fingir. Me dijo que no podía soportarlo más. No quería estar conmigo, no podía manejar ser madre. Teníamos solo 21 años y la presión era demasiada para ella.

Así que se fue.

Me dejo y dejó a su hija. No podía asimilarlo al principio. Dejarme a mi, seguro. Eso lo entendía totalmente. Pero, ¿dejar a su hija? ¿Cómo podía hacer eso un madre?

Me tomó semanas recuperarme, casi poniendo en peligro mi beca de voleibol en el proceso. Pero con la ayuda de mi familia, y la comprensión de los entrenadores, de alguna manera, logre terminar mi último año en la universidad y conseguir un trabajo con un equipo profesional.

Las cosas se volvieron más fáciles una vez que tuve dinero para gastar y la ayuda de Aika. Finalmente podía RESPIRAR y no sentir que me ahogaba con el estrés, la preocupación y la desesperación en cualquier momento. Durante el último año, había estado bien.

Quizás no genial, pero bien.

Mi hija parecía feliz, inconsciente de que su madre la había abandonado. Nunca preguntó por su mamá una vez que le explique que algunas familias tienen una mamá y un papá, algunas tienen dos mamás o dos papás, o algunas solo tienen una mamá o un papá. Sachiko aceptó la explicación con la inocencia de un niño que no sabe más, y yo estaba eternamente agradecido de que ella no conociera ese dolor.

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