Tony estaba leyendo cómodamente cuando Stephen irrumpió.
—¿Qué haces?—preguntó sobresaltado.
—Una revisión médica—contestó estoico procediendo a examinar su pierna.
—Noo, ¿para qué?—alegó a la defensiva tratando de alejarle—. Yo todavía me siento mal.
—En mi opinión, me parece que ya estás bien.
—¿Cómo puedes saber eso?—replicó un poco irritado.
—Soy doctor.
—¿Y eso qué? Tú no eres el que carga este dolor. Yo soy el paciente y... ¡A mi todavía me duele!—aseguró exageradamente.
—Tony...
—¡Ay, que dolor!—exclamó quejumbroso—. No, doc, no me siento listo para irme.
—¿Listo o bien?
—Listo, bien, lo que sea... ¡Da igual! El punto aquí es que no estoy apto para hacer esfuerzos, podría perder la pierna.
—Más bien, estás perdiendo la cabeza.
—¿Por qué mejor no vienes aquí?—cuestionó notando que Stephen ha estado manteniendo su distancia, detalle que lo ha desconcertado un poco—. Ayúdame a entender este libro... no soy bueno en latín.
Stephen pareció dudar al principio, pero termino arrastrando sus pasos hacia él y se acomodo a su lado. En un momento dado el castaño cayó preso del sueño, recargando su cabeza sobre su hombro y una mano muy aferrada sobre su brazo. Stephen, incapaz de alejarle, derribo sus muros y termino por ceder.
Esa sería la primera vez de más donde dormirían juntos, en el mismo lecho y con un Stephen en su forma humana. El joven príncipe disfruta mucho de ese contacto físico, ni siquiera encuentra raro compartir la cama con un hombre, no puede cuestionarse eso cuando disfruta tanto de esa calidez.
Entre más tiempo pasa, Tony se siente más cómodo... como si estuviera en casa, como si de alguna manera perteneciera aquí. Es tan extraño como en tan poco tiempo se siente tan familiarizado y cómodo con alguien como Stephen. Quizás se deba a la manera que lo ha bien acogido, la manera que su corazón revolotea cada vez que sus ojos se encuentran o por lo compatibles que son. Nunca antes había conocido alguien que le siguiera el ritmo.
Después de cenar, Stephen llevo a Tony a otro de sus aposentos donde le mostró parte de su vasto tesoro. El príncipe se quedo observando todos los objetos brillantes que tiene en su posesión: monedas y lingotes de oro, gemas, joyas y otras piedras preciosas.
—Guau, alguien tiene una obsesión por las cosas brillantes.
—Me gustan las cosas brillantes—admitió Strange—. Supongo que es mi lado dragón saliendo a relucir—explicó.
—Oh, con razón me ayudaste, ¡yo soy muy brillante!—clamó juguetonamente.
—Cada vez que abres la boca haces que me arrepienta de haberte ayudado.
—No es cierto, solo quieres hacerte el rudo, admítelo, muy en el fondo me amas—bromeó abrazándolo y esbozando una pequeña sonrisa.
—De acuerdo, lo admito—aceptó seriamente, rindiéndose finalmente.
Se congelo por un momento, confundido por la seriedad que Strange impregno en su discurso. Incrédulo y tambaleante, aquello en defintiva lo tomo con la guardia baja, se alejo paulatinamente, no queriendo dejar en evidencia su desconcierto y, sobre todo, su emoción, por lo que opto por darle una respuesta cargada de burla.
—Oh, sí, yo también te amo, cariño. Ahora casémonos y tengamos diez hijos—dijo bromista.
Stephen lo miró severo, logrando intimidar al impertinente príncipe que comenzaba a retractarse de lo que había dicho, esperando no haber abusado de su suerte.
—Tienes suerte de ser adorable.
—Oye, no me estés tomando el pelo.
—A diferencia de ti, yo no estoy bromeando—espetó firme y determinado.
—¿Qué estás diciendo?—cuestionó el castaño confundido, aun escéptico.
—Estoy diciendo que me estoy encariñando contigo—respondió sin poder callar más sus sentimientos. Ya no puede seguir negando los evidentes sentimientos que ha desarrollado por él y se pregunta si es por lo solo que está, por el indiscutible encanto que rezuma el hombre, por estar tan necesitado de contacto físico y afecto o todo eso junto, no está seguro, solo sabe que se siente muy atraído por él—. Me gustas—añadió—, y me doy cuenta que no te soy indiferente, note que puedes caminar desde hace semanas y aun así decidiste permanecer aquí.
Tony no puede refutar que eso es verdad, había descubierto que, a la semana, ya podía caminar perfectamente y aun así se empeño por alargar su partida, podía marcharse sin mayor impedimento, incluso, si se lo pedía, sabía que Stephen pudo llevarlo de regreso a casa, pero... nunca quiso, una parte de su ser se negaba a marcharse y la respuesta es obvia. Ese hombre ha despertado sentimientos que hasta ese momento eran desconocidos e inexplorados para él. Está enamorado no solo de un hombre, sino de un dragón... ¡De un dragón! Qué locura... Ni siquiera sabía que le gustan los hombres y no tiene caso negarlo más, menos al saberse gratamente correspondido.
—Bien—murmuró saliendo de su estupor—, me atrapo, señor dragón—habló extendiendo una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué hará al respecto?—inquirió provocador.
Stephen se inclino, empujando sus labios sobre los suyos. En respuesta, Tony se aferró a su túnica, amando la sensación que esos labios le producen.
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El príncipe y el dragón (Ironstrange AU)
FanfictionEl príncipe Anthony Stark se ve obligado a casarse en beneficio de su reino, pero las cosas toman un giro extraño y la vida del joven príncipe da un vuelco inesperado.