<Capítulo 6>

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Bianca:

Aparqué el coche y me bajé, mirando hacia todos lados, sí, huía, pero con una buena razón. No quería ver a Max. Tampoco me sabía sus horarios, pero tampoco quería saber de ellos. Lo mejor para mi era estar lejos de él.

Subí rápidamente al ascensor, aún mirando si él venía.

No podía seguir así, estaba en lo que es mi casa, y no porque el viviera en el piso de en frente, yo iba a estar huyendo como una prófuga de la justicia. Lo único que tendría que hacer es ignorarlo y listo, hacer como si él no estuviera.

Joder, sabía que aún seguía queriendo a Max, no dejé de hacerlo ni un minuto desde que me fui hasta aquel día, cuando supe que tenía algo con mi hermana. Algo dentro de mí simplemente dejó de funcionar, sabía que mi corazón se había roto. Ya no importaba nada, sabía que no iba a volver con Max, quizás hasta lo perdone, al igual que mi hermana. Según mi padre, el perdón es bueno, pero sé que nada va a ser igual. Al fin y al cabo, ya se folló a mi hermana, ¿No?

Una vez entro a mi piso, todo estaba desordenado. Sentí que casi me da un  infarto, sí, era de esas locas que están obsesionadas con la limpieza y el orden. Desde que quedé embarazada a mis dieciocho años, cambie bastante mi conducta y mi forma de pensar, al final iba a ser madre y tendría que darle un buen ejemplo a mi hijo.

Digamos que solía ser bastante desordena. Por la parte de cambiar mi conducta, me refiero a que era una joven aún, pero con  mente de niña, me iba a someter a ser madre, por primera vez en la vida, así que era claro que tenía que cambiar un poco.

Al final me quedé con eso, y hoy en día todavía estoy muy feliz por esa parte, porque me demostré mucho a mi misma, como el hecho de que pude cambiar, dejé de ser una persona desordenada, a centrarme mucho más en mis cosas, en mis deberes y quehaceres, y principalmente, investigando cómo ser una buena madre.

Quizás mi pequeño Michael no pudo llegar a nacer, pero se que estoy y siempre estaré feliz de haberlo llevado conmigo por siete meses, y se que toda la vida lo voy a recordar.

Lloré por meses, incluso tuve que hasta pagar una psicóloga, me culpaba por la muerte de mi bebé constantemente y siempre me preguntaba qué había echo mal, que por qué mi bebé no pudo nacer y por qué tenía tan mala suerte en la vida.

Entré casi que en depresión, hasta que una amiga de la universidad, que se volvió mi única familia ahí y la que estuvo en todo momento, me aconsejó de ir a un psicólogo, al principio no estaba de acuerdo, porque siempre me decía que qué haría un psicólogo, no me quitaría el dolor de la pérdida de mi bebé.

Y sí, me equivoqué muchísimo en esa parte, ya que mi psicóloga me ayudó muchísimo. Y con la ayuda de esas dos chicas, pude pasar la pérdida de mi hijo.

Eso es algo que no se va, siempre va a estar contigo, ese dolor, esa pregunta de cómo hubiese sido y de los hermosos momentos que hubiera podido compartir con él.

Si de algo me puedo considerar, es de egoísta, sí, yo misma me lo considero, por no habérselo contado a Max, por simplemente huir y no contárselo a nadie, por haber tenido que guardar ese secreto yo sola, un peso gigante encima de mis hombros. Tener que esconderme de mi familia y decirles que no podía ir a visitarlos y que tampoco quería que ellos me visitaran a mí.

Hoy en día sigo hablando con Maca, la chica que se volvió mi amiga en la universidad, la única que tuve y tengo hoy por hoy.

Maca es hermosa, pelo largo, y muy rizado, castaño claro que hasta se podría considerar rubio y unos hermosos ojazos verdes que eran la envidia de toda la universidad. A veces la miraba y sentía que los chicos se enamoraban de ella con tan solo mirarle esos hermosos ojos. Es extrovertida y extremadamente divertida.

Desde el primer momento conectamos, y compartimos cuarto los tres años de universidad.

Estamos separadas por muchísimos kilómetros, justo ahora se encuentra en Londres, y yo aún me encuentro en Estados Unidos, pero de lo que sí sé que estoy segura es que cada vez que vayamos a Nueva York y veamos nuestra universidad, nos acordaremos una de la otra.

Respecto a Megan, mi antigua mejor amiga, ni siquiera se si sabe que estoy de vuelta. Al igual que casi todo el mundo aquí, me mantuvo sin saber nada, no se le ocurrió contarme que mi ex y mi hermana estaban saliendo. Hablábamos siempre que podíamos, no sabía de mi embarazo y todo el tiempo se lo oculté, pero mi embarazo nadie lo sabía, y el noviazgo de Max y Malena lo sabían todos, ni siquiera me quiero imaginar como fui la burla de todos y cada uno de los antiguos compañeros de clases o hasta de los mismísimos amigos de Max, que era todos unos malditos cabrones.

¿Qué era lo único que hacían? Pues eso, ser unos cabrones con  todas y cada una de las chicas con las que estaban, se las follaban y adiós guapa, si acaso nos conocemos, no me acuerdo de ti. Algunos hasta fumaban hierba y se la pasaban todo el rato criticando, más que con cualquier chica.

Cuando estaba con Max siempre solía decirle y preguntarle que por qué era amigo de ellos si eran tan diferentes en absolutamente todo, pero Max solo me contestaba que eran compañeros de equipo. Y que eran eso, un equipo, y debían estar unidos si querían ganar los campeonatos de la escuela y todas esas cosas.

A pesar de todo, nunca lo entendí y siempre pensé que solo era una simple escusa y que nunca me decía la verdadera razón por la cuál era su amigo. Pero hoy en día ya no me puede dar mas igual lo que sea que haga con su vida.

No se en que tiempo terminé de organizar todas y cada una de las cosas que estaban desordenadas, pero una vez terminé, fui corriendo a la ducha, estaba agotada y aún tenía que organizar todos los papeles que el hombre sin nombre tiró al suelo.

DesconocidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora