Capítulo II

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Capítulo II:

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INNOCENCE

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Juegos de muñecas.

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Cuando tenía catorce años yo aún jugaba con muñecas.

Ino solía reírse de mí, decía que ya estábamos muy grandes para eso, que ya habíamos dejado de ser niñas y ahora éramos mujeres. Aún así yo no me sentía una mujer, aún conservaba aspectos de niña, no solo mi cuerpo aún no maduraba y crecía, mi mente se rehusaba a dejar atrás esa etapa.

La inocencia aún reinaba en mí.

― ¡Sakura!― Grito mi madre desde la cocina.

Baje las escaleras de prisa y observe a mi elegante y joven madre servirme un vaso de leche y un bizcocho recalentado en el microondas que había sobrado de la merienda del día anterior.

―Es lo mejor que pude hacer― Murmuro quizás algo avergonzada del desayuno.

―Esta bien así, mamá― Sonreí sentándome en la mesa frente a aquel desayuno.

Mi madre se suero en la silla frente a mi, se veía tan apagada, tan ahogada aquella mañana, comió muy poco y se marcho de prisa alegando que llegaría tarde a su nuevo empleo. Yo acabe mi desayuno, mi hermano por lo visto aún no había bajado, lave el vaso y volví a subir a mi dormitorio a colocarme el uniforme escolar.

Cada mañana recuerdo que solía mirarme al espejo de cuerpo entero que estaba empotrado en una de las paredes de mi dormitorio, la mayoría de las veces lo hacía mientras me cambiaba, así observaba mi cuerpo desarrollarse. Tenía escaso busto, aunque ese no se desarrollo con el tiempo, mi cintura si era bastante pronunciada y mis caderas se habían ensanchado bastante en el último año, tenía las piernas largas y torneadas y mi cabello me llegaba casi a media espalda de ese extraño color rosado, que nadie nunca supo explicar por qué.

Los médicos alegaron que se debía a la falta de pigmentación.

Los aldeanos a la soltería y poca vergüenza de mi madre.

Da igual lo que todos murmuraban, Mamá decía que era el color más hermoso y que por algo dios me lo dio y eso me daba mucha paz.

Acabe de colocarme el uniforme escolar que consistía en una falda tableada verde y negra que yo la usaba mas corta de lo permitido, medias blancas y zapatos negros, una camisa blanca manga larga y un chaleco de hilo color verde por encima. Cepille mi cabello y acabe de retocarme el maquillaje, rubor y bálsamo labial.

―Mierda― Me queje observando la hora.

Llegaría tarde como siempre. Salí de prisa de mí habitación, la puerta del dormitorio de junto estaba cerrada, supuse que mi hermano aún no se levantaba. Llegaríamos aun más tarde por su culpa. Abrí la puerta del baño si  siquiera tocar aun pensando que él estaría dormido, fue muy mala idea.

Ese fue mi primer paso hacía el infierno.

―Sasuke― Tartamudeé aun de pie en la puerta del baño.

 Él me miro con una ceja alzada, entre molesto y divertido. No pude evitar que mis ojos recorrieran su cuerpo, estaba completamente desnudo y mojado, era obvio, ya que había salido de la ducha, lo único que lo cubría era una toalla blanca desde la cintura para abajo. Jamás me había fijado en que mi hermano tenía la piel más blanca que yo o que realmente todas las horas en el gimnasio ese verano habían valido la pena. Era alto y musculoso pero no dejaba de ser esbelto y delgado, su cabello húmedo se pegaba a su varonil rostro y su abdomen estaba marcado por los abdominales que hacía todas las mañanas.

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