Epílogo

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Becky se pasó ambas manos por el rostro, si bien era sábado y el sol lentamente caía por el horizonte, se sentía como si en realidad fuera lunes y tuviera que alistarse para una larga jornada de trabajo en la empresa. Pero no era así.

Sacándose las sábanas de encima, arrastró sus pies hacia el baño. Luego de comprobar la hora dos veces, fue que se metió debajo de la ducha. La temperatura fría del agua fue como una caricia para sus músculos. Ni siquiera estaban rígidos, sólo ligeramente tensos en algunas zonas. No había sido su mejor mes, pero tampoco el peor, o eso concluyó mientras se colocaba una bata.

Su ducha había sido corta, pero lo suficientemente larga como para refrescarse. Era la tercera que tomaba así que estaba bien, en la noche tomaría una más prolongada de todos modos.

De regreso a su habitación tomó un pantalón de mezclilla cualquiera junto con una playera negra y se colocó las prendas una vez su cuerpo se secó. Recién eran las cuatro así que todavía tenía tiempo suficiente como para, antes de verse con Irin, comer algo con Milk.

Tenían una conversación que abordar.

Cita que corroboró se mantuviera en pie una vez se halló cerca de la rústica cafetería en la que habían acordado verse. A comparación de días anteriores, hoy el sol se encontraba en su punto más alto e intenso. Sus rayos eran como fuego que incluso podía notar a través de la tela. Era un fastidio absoluto. Su piel no estaba irritada pero la sensación de escozor era superficial, perceptible. Y podía apostar que, si se mantenía más de cinco minutos con alguna parte de su cuerpo expuesta, el salpullido no tardaría en mostrarse.

Pero no había nadie a quién pudiera culpar, no en específico al menos. La sociedad y su constante evolución como desarrollo tecnológico en todos los aspectos habían ocasionado que la naturaleza y el clima en sí mismo se desestabilizara. Lo único que ella podía hacer era adaptarse. Su especie había pasado por grandes cambios, desde los primeros vástagos hasta lo que hoy en la actualidad se conocían como vampiros así que, esperaba y casi deseaba que en algún punto sus cuerpos fueran capaces de desarrollar una mayor resistencia al sol. Porque carajo, ya estaba en sus quinientos años. A esta edad lo mejor que podía hacer era quejarse, quejarse y quejarse un poco más. Se le daba bien.

—¿Otra vez refunfuñando por lo bajo?

Apartándose de los rincones de su mente, levantó la mirada y dio de lleno con el rostro redondo de la vampiresa. Sus ojos oscuros lo recibieron como siempre lo habían hecho en estos últimos siete meses; impasibles y calculadores. Una mirada tan poco entrañable pero familiar.

Sus labios se curvaron en una sonrisa cortés y ocupó el asiento frente a ella con naturalidad.

—El sol es una mierda.— decretó con un vago encogimiento.

—Es una pena que no pueda decir lo contrario

Ella asintió, la mujer portaba un vestido con estampado de lunares. Era corto, un diseño lindo pero simple y lo considerablemente pegado a su silueta esbelta como para atraer miradas sobre ella. Un atuendo ideal para combatir las intensas temperaturas y cazar, pero inefectivo en contra de las irritaciones o los salpullidos grotescos que aparecerían en su piel. Al no ver ni siquiera una rojez sobre su palidez, pudo apostar que tenía una diversa cantidad de protectores que evitaran su aparición.

Cuidados necesarios que debían tomar, pero si alguien quería ponerle los dientes encima a esa vampiresa en cuestión, no lo culparía si hacía una mueca de asco. No era el sabor más agradable que uno pudiera experimentar, más cuando se mezclaba con el espeso correspondiente a la sangre.

Era una combinación repudiable y ciertamente vomitiva.

—Entonces— inició Milk su timbre fue uno dulce pero impersonal—, ¿por qué querías verme?

Bloodiest 「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora