𝟎𝟗 | Visita inadvertida

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—¡Señorita Armstrong! ¡Señorita Armstrong! ¡Señorita...!

Becky detuvo sus pasos al mismo tiempo que miraba por sobre su hombro, enfocándose en la silueta de su secretaria, que apresurada se encaminaba en su dirección.

—¿Qué ocurre?— preguntó cuando la mujer se detuvo frente a ella.

—Alguien está esperando por usted, señorita.— anunció tan pronto su respiración se reguló, como si no hubiera recorrido un tramo largo en tacones—. Según se me informó, ahora mismo se encuentra en su oficina.

—¿Y esa persona es...?

Casi de inmediato, la mujer de corta cabellera movió sus ojos hacia abajo en busca del dato solicitado en su agenda personal—. Freen Sarocha, señorita.

Ante la contestación recibida, Faye a su lado le dio una mirada evaluadora. Interesada por su reacción o por saber qué hacía la mestiza allí. Ignorándola agradeció a la mujer por el aviso. Una vez se le recordó sus actividades del día, Becky retomó su andar. Dando grandes zancadas para dejar a su amiga atrás.

No estaba interesada en charlar sobre nada que pudiera preguntar, eso y que no tenía idea de qué hacía la criatura allí. Si se le preguntaba por ello, no sabría qué responder. La última vez que se vieron fue hace horas y ella nunca le comentó que se pasaría por su trabajo. Pero teniendo en cuenta que era de los que iban a su propio ritmo sin considerar a nadie más, no le sorprendía.

Su cabeza se sacudió con desapruebo ligero en el momento que se halló frente a la puerta de su oficina y con un suspiro se dispuso a abrirla. Al ingresar, sus ojos no tardaron en divisar la silueta de Freen, estaba a unos pasos de su escritorio y en cuanto advirtió su presencia, sus ojos pasaron a verle y sus labios a ladear una sonrisa.

—Señorita Armstrong, un placer volver a verla.

Rebecca se dirigió directo a su escritorio luego de resoplar una risa sin gracia, pasando de la mestiza. Sobre la superficie colocó el manuscrito corregido al que debería de darle un vistazo pronto y su vaso de café a nada de acabarse. Con esto en su lugar, se enfocó por completo en su inesperada invitada.

—¿Cómo conseguiste subir hasta aquí?

—Gracias a mis encantos y al elevador, por supuesto.

Una de sus cejas se enarcó con lo escuchado, al mismo tiempo que su mirada recorría el cuerpo de Sarocha. Portaba unos jeans deslavados, una camisa blanca con dos botones desabrochados, su cabellera estaba levantada de forma que su frente quedaba al descubierto.

Su editorial no tenía código de vestimenta, pero conociendo a sus guardias, ellos se lo pensarían tres veces antes de permitir que alguien con su apariencia ingresara a sus instalaciones. Lucía arrebatadora y ese era el problema, desentonaba con notoriedad. Del lugar y del resto. Además, su secretaría jamás dejaría que alguien esperara por ella en su oficina. Estuviera en ella o no.

Decir que era inusual el que ahora lo hubiera hecho, sería quedarse corto.

—Estira tu brazo.— pidió la noble, luego de largar una exhalación profunda. La mestiza se mostró confundida, pero de todos modos la obedeció y le extendió su brazo derecho. Sus ojos castaños observaron cómo su meñique y el contrario se entrelazaban a la par que las yemas de sus pulgares se presionaban entre sí—. ¿Prometes no volver a hipnotizar a mi personal?

La resolución pareció llegar a Freen en el instante que sus cejas se elevaron y sus labios formaron una pequeña O, para que seguidamente el desconcierto quedara a un lado y la diversión se abriera paso en su expresión, manifestándose en una risa.

Bloodiest 「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora