Capitulo 1

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Valentina cruzó por una verde llanura en la que pastaban varios caballos, en dirección a Juliana.

Su pelo de color cobrizo, que aún le sorprendía por lo corto que lo llevaba, brillaba como el cobre pulido. Valentina llevaba una ajustada y corta camiseta de color crema que dejaba a la vista su suave y clara piel y una bonita figura, tanto de cintura para arriba como hacia abajo. Llevaba unos pantalones estrechos de color caqui que resaltaban unas piernas bien formadas, e iba calzada con unas botas marrones de piel. Caminaba con la misma con la misma gracia y seguridad que los caballos a los que había estado cuidando.

Juliana sintió que algo en su interior se agitaba y reconoció el sentimiento; había sentido lo mismo la otra noche, cuando se encontraron por primera vez. Juliana se sentía traída por aquella mujer; había algo físico y exuberante en ella: el brillante color de su pelo; sus hermosos pechos...

Había algo contenido y autosuficiente en su emotivo maquillaje. Juliana sospechó que no se abriría a ella con facilidad. Tenía razones para ello; razones que tenían que ver con el pasado. Probablemente diferencias de opinión y facciones enfrentadas.  Era algo más profundo que todo aquello. La poderosa sensualidad que detectaba en ella parecía dormida, como si aún no la hubiera descubierto.

O como si la temiera y la mantuviera oculta.

En cuanto Valentina detectó la presencia de Juliana en sus tierras, el aura de su cuerpo cambió; se puso en tensión y se llevó una mano a los ojos para protegerse del sol australiano, que era intenso incluso a las nueve de la mañana. La había reconocido y no se había sorprendido. La otra noche, en la playa, Juliana le dijo que le daba dos días; tiempo para que pensara, se acostumbrara a aquello y comprendiera de que ella no era parte de la violencia del pasado.

Después, volvería a buscarla.
Finalmente le había concedido tres días, pero tal y como le había prometido, había vuelto.

Al principio ni siquiera lo saludó. Aún estaban a cierta distancia la una de la otra.

Juliana se apoyó contra el coche de alquiler que la había llevado hasta allí y observó las tierras de Valentina, mientras ella recogía un par de cubos de comida y miraba las hojas de sus eucaliptos, que se movían con la brisa.

Juliana pensó que Val había encontrado un lugar muy bonito.

Al final del camino de tierra, a cuyos lados había hileras de capuchinas y lavandas, se erguía una vieja y pintoresca casa con un revestimiento de estuco de color amarillo y una fina manta de hiedra. Según un elegantemente labrado letrero, aquello era La Vieja Lechería, Salón de Té y Galería. El letrero informaba de los horarios de apertura y del menú que se ofrecía.

Valentina era dueña de aquel lugar y de las tierras que lo rodeaban, que Juliana juzgó debían de ser varios acres.
Más allá del edificio del Salón de Té, y conectada por un camino, había una pequeña casa de estilo colonial australiano, con un tejado de metal galvanizado que se curvaba hacia abajo.
En aquel momento, el porche estaba inundado por la luz de la mañana, iluminando los tiestos con flores. Sin embargo, a medida que aquel día avanzará y se hiciera más caluroso, el suelo de piedra se cubriría por una fresca sombra.

Detrás de la casa había un establos un par de cobertizo, más pastos y bosques, y finalmente, a cierta distancia estaban las montañas. Juliana vio que eran unas montañas salvajes, cubiertas de bosques de eucaliptos.

Las vistas hacia el oeste eran impresionantes, pero detrás de Juliana, en dirección contraria, eran incluso, mejores, y le decían más acerca de Val de lo que probablemente ella quería que Juliana supiera.

A unos cuatro kilómetros, más allá de los pequeños pueblos, de los lagos y de las tierras rocosas, estaba el mar.
Técnicamente era el mar de Tasmania, los aproximadamente tre mil kilómetros que había entre las costas de Australia y Nueva Zelanda, pero en realidad era parte del Océano Pacífico. Se estrechaba, azul y brillante, como una ancha banda de norte a sur, y durante el verano su horizonte brillaba bajo el cielo azul. La visión era sobrecogedora.

El Amor que vino del Mar (Adaptación gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora