Capítulo 9

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Los siguientes días fueron una mezcla de nuevas impresiones y recuerdos reencontrados. Selkia y Nacre se tomaron muy en serio la tarea de cuidar de Val. Ambas eran sirenas guapas y jóvenes, y resultaron ser hermanas Val sintió envidia de lo bien que parecían llevarse.

A Valentina le costaba entenderlas y no comprendía muchos de sus chistes y bromas, ya que hablaban en un inglés arcaico, como los piratas del siglo dieciocho.

-Selkia forma parte de una patrulla que mañana cruzará los arrecifes para contactar con tus hermanos –le dijo Nacre a los dos días de estar en Pacífica-. Juliana piensa que la situación ya es segura para que vengan; Johnny no ha lanzado el ataque que todos temíamos. Pero la decisión de venir o no depende de tus hermanos. Quizá decidan esperar un poco más     –añadió.

Nacre continúo hablando de la situación estratégica, pero Val no le prestó atención. Lo único en lo que podía pensar era en sus hermanos.

¿Por qué no podía ir ella también con la patrulla?

-¿Hay alguna posibilidad de que vea a Juliana esta noche? –le preguntó a Nacre.
-Puedo enviarle un mensaje diciéndole que quiere verla.
-¿De verdad?

Nacre prometió enviar el mensaje y debió de mantener la promesa, porque justo antes de que Val se acostara, recibió su respuesta.

-Juliana dice que no puede verte esta noche.

Al principio, Val se sintió frustrada y después furiosa. Lo único que quería de ella eran cinco minutos de su tiempo.

Tal y como estaban las cosas, tenía dos opciones. Podía olvidarse del asunto y volver a aplazar el ansiado encuentro con sus hermanos, o podía ir ella misma en busca de Juliana.

No. Tenía una tercera opción.

Si Juliana no era capaz de concederle unos pocos minutos, ella no veía la razón por la que tuviera que consultarle.

Valentina sabía dónde dormía Selkia y podría esperar por allí cerca para unirse a la patrulla por la mañana. Como no sabía a qué hora habían pensado salir, y no estaba segura de que fuera a despertarse a tiempo, decidió quedarse toda la noche junto a la salida de las cavernas.

Aquello la dejó exhausta ya que no pudo dormir bien, pero a la mañana siguiente, justo cuando el sol comenzaba a penetrar en el agua, Val se unió a ellos.

Selkia pareció sorprendida cuando la vio nadar con la patrulla.

-Juliana piensa que no habrá peligro –se apresuró Val a decirle a la sirena.

La patrulla aceptó su presencia y a medida que la luz aumentaba bajo el agua, Val cruzó de nuevo los arrecifes.

Continuaron nadando y Val tuvo que hacer un esfuerzo para mantener el ritmo. El otro día no se había dado cuenta de ello, pero Juliana debió de haber controlado su velocidad para que ella no se quedara atrás.

«Me gustaría que estuviese aquí», se dijo ella en silencio.

Algo se revolvió en su interior y de repente, deseó sentir su tacto, o simplemente su presencia junto a ella. Por mucho que lo intentara, la rabia que sentía se mezclaba siempre con otros sentimientos más poderosos en lo que a Juliana se refería.

Sintió que los músculos le quemaban, y una poderosa necesidad de respirar aire puro, en vez de filtrar el oxígeno del agua a través de las branquias, se apoderó de ella. La falta de sueño de la noche anterior no la había ayudado a reponer energías y le pareció que pasaban horas hasta que comenzaron a subir hasta la superficie.

Cuando emergieron, Val inspiró profundamente, llenando sus pulmones de dolorosas bocanadas de aire.

Atisbaron el barco que estaban buscando, y en el cual esperaban a sus hermanos.

El Amor que vino del Mar (Adaptación gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora