Capítulo 6

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La boca de Juliana volvió a tocar la de Valentina incluso antes de terminar de hablar.

Los labios de la morena estaban fríos, mojados y salados, como los de ella, pero en poco tiempo el beso se convirtió en algo caliente y dulce.

Al principio, por miedo a que el recuerdo de la muerte de su madre volviera para atormentarla, Valentina no se atrevió a cerrar los ojos, pero finalmente los cerró y no ocurrió nada. Quizá el roce de la boca de Juliana y el tacto de su cuerpo fuera lo único capaz de mantener alejada aquella horrible visión.

-Juliana…

Al pronunciar su nombre, la boca de Val tomó una forma deliciosa, incitándola a besarla de nuevo; ella entreabrió los labios para saborearla y sintió como la lengua de la morena bailaba dentro de su boca. Un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo y comenzó a seguir los lentos y elegantes movimientos de la cola de Juliana, hasta que ambas también bailaron.

Pero no fue un baile casto o inocente. Juliana podía tocarla íntimamente y ella podía sentir su excitación. En aguas más tranquilas y más cálidas, podrían haberse unido plenamente.

¡Y ella lo deseaba tanto!

Valentina sentía que le ardía la piel mientras en su interior el deseo crecía dolorosamente. Cuando Juliana acaricio sus pechos, con suavidad al principio, y después con creciente posesión y placer, ella se arqueó hacía atrás, sujetándola por las caderas al tiempo que la acercaba hacia su cuerpo. Juliana se quedó quieta por un momento, sintió que un escalofrió le recorría el cuerpo y comenzó a besarla con creciente pasión.

-¡Sí, oh, sí! –exclamo la morena, e incapaces de continuar en la superficie, se sumergieron en la oscura profundidad del mar.

Allí abajo, el sentido del gusto de Val se agudizaba; siempre lo había sabido pero nunca le había dado tanta importancia como en aquel momento; al explorar la boca de Juliana, descubrió el exquisito sabor de su piel, que era como una mezcla de exóticos sabores.

Gracias a las branquias, ya no necesitaban salir a la superficie a respirar, y Val pensó que podría quedarse allí abajo, besándolo hasta la eternidad; nada importaba salvo el tacto y el gusto… hasta que de repente saboreo la sangre.

El corte que Juliana se había hecho en el talón se había convertido en una herida cerca de la fina punta de su cola, y aún sangraba.

El recuerdo del asesinato de su madre inundó la cabeza de Val de nuevo, más vívido que nunca, acompañado del temido pánico. Se apartó bruscamente de Juliana y comenzó a nadar hacía la superficie, pero ella no tardó en alcanzarla.

Sin embargo, en aquella ocasión no intentó detenerla, sino que se limitó a tomar su mano en la suya y nadar con ella hacia arriba.

-¿Hay algún barco a la vista? –preguntó Val cuando emergieron.
-Me da igual que lo haya. Si hace falta, nos sumergiremos de nuevo.
La luna iluminaba la cara de Juliana y Val pudo ver la seguridad y la determinación en su expresión.

-No hemos terminado –continuó la morena, y comenzó a nadar, tirando de ella-. No hemos terminado con tus recuerdos, ni con lo que hemos sentido la una por la otra hace un momento.
-¿A dónde me llevas?
-A mi barco. Está anclando en el muelle; allí estaremos solas y seguras, y podremos hablar tranquilamente.

A la velocidad a la que nadaron; no tardaron en llegar al tranquilo puerto donde estaba el barco. Era un navío de líneas elegantes; la cubierta era de madera barnizada, tenía un poderoso motor, un mástil para las velas y una confortable cabina.

Cuando subieron a la cubierta, Juliana echó agua fría dulce sobre los cuerpos de ambas, tomando a Val por sorpresa, que gritó y tembló.

-¿No lo sabías? –le preguntó ella-. Esto acelera la transformación.
-No. No lo sabía.
-¿Silvina no te lo conto?

El Amor que vino del Mar (Adaptación gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora