El profesor Baker

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El extremo de la tiza se desarmaba al rozar contra la superficie del pizarrón dejando a su paso una serpentina huella blanquecina. La mano del profesor escribía con ella palabras inteligibles para mí. Aún que, forzara la vista, los contornos de las letras se desenfocaban ante mi mirada.

Me sentía distraída.

El profesor me distraía.

No podía apartar mi mirada del joven y atractivo profesor.

Tenía sedosos cabellos carbones. Ojos castaños como las cascaras de las nueces. Una tez brillante y pálida como la liza superficie de las perlas. Pero lo que más me gustaba de él era su voz. Una voz transmitida en un tono grave y profundo como la de un locutor de radio. Cada vez que lo escuchaba hablar podía sentir como mi pecho se encogía de deleite. Cada una de sus palabras era una mariposa que despertaba revoloteando frenética en mi vientre.

Su nombre había pasado hacer mi favorito en todo el mundo. Darian, no podía imaginarme un nombre más perfecto. Pero lastima con tan hermoso nombre debíamos llamarlo Señor Baker.

Darian se paseaba elegante por los anchos del pizarrón. Hizo una pregunta y deslizó sus bellos ojos por la clase mirando a sus alumnos, esperando una respuesta. Me hubiera encantado responder para que el señor Baker me notara con interés, pero no tenía idea de que había estado hablando el profesor hasta entonces. Había estado muy ocupada estudiándolo a él.

Al igual que miró a todos mis compañeros, también me miró a mí. Esperaba una respuesta a su pregunta. Todos los alumnos desviaban la vista si no sabían o no querían responder por vergüenza. Pero yo no lo hice. Me quede allí sosteniéndole la mirada. Podía sentir como aquel café de sus ojos comenzaba a absorberme. Era una sensación embriagadora.

Seguramente el intercambio visual habrá durado un segundo, pero a mí me pareció una eternidad. Una eternidad que envolvía en brumosa humedad mis labios faciales, como si mirarlo fuera tomar una copa de deliciosa ambrosia celestial.

Fue decepcionante cuando alejó la mirada para dirigirla al siguiente alumno. Si fuera por mí, no me alcanzaría toda la vida para contemplarlo a los ojos.

Tuvo que ser Melanie la que levantó la mano para responder:

― 1914― Pasó la mano por su pelo rojizo para sacudirlo seductoramente ― En 1914 estalló la primer guerra― Agregó mientras parpadeaba repetidamente. Aun que sus coqueterías nunca afectaran al señor Baker, no podía evitar sentir la rabia amontonarse en mi estomago. Yo no era la única que veía atractivamente al profesor de historia, pero Melanie era la única que trataba de seducirlo. ¡Qué descarada!, ¡Desvergonzada!, ¡Atrevida! Y podría seguir insultándola enumerando sus horribles características pero tendría que utilizar palabras mucho más fuertes y sucias.

Al final Melanie recibió lo que todas las chicas en aquella clase esperábamos con ansias. Una amplia sonrisa de consentimiento. De esas sonrisas que a más de una mujer la harían derretirse allí mismo sobre su pupitre. Incluso me atrevo a decir que nos haría perder la conciencia. Porque era la sonrisa más encantadora y atractiva que había visto en mi vida. Si tendría que compararla lo haría con la de los ángeles, brillante y perfecta. De dientes blancos y agraciados como los diamantes.

Ya presumiría después de clases la sonrisa que había recibido del profesor. "Ya es la quinta vez que me sonríe, y esta vez fue especial. Puedo sentirlo" Seguro diría eso. Aun que suene absurdo las chicas competían por sus sonrisas. ¡Las tenían contadas! Melanie iba ganando con cinco, y yo perdiendo con cero. Era estresante.

Aquella clase sucedió algo que no me esperaba. Luego de que Melanie respondiera la pregunta del profesor. Baker retomó la explicación. Pero esta vez fue diferente.

Podía ver como después de cada frase, de cada afirmación, cada varios minutos el profesor desviaba la vista y me miraba por unos segundos.

Al principio pensé que no tenía importancia. Pero lo hizo con tanta recurrencia durante toda la clase que comencé a impacientarme. No me miraba esperando una respuesta a sus preguntas sobre la guerra mundial. Solo me miraba. Incluso pude ver como una vez fruncía los labios con deleite, como si estuviera pensando de forma pecaminosa.

Pensé que era mi imaginación, pero no.

Sabía que era incorrecto, pero me gustaba que me mirara así. Mi mente no dejó de divagar por cientos de hipótesis sobre la razón de sus miradas. Tal vez yo también le gustaba tanto como él a mí. Ojala fuera eso.

Cuando terminó su explicación el profesor se sentó en el escritorio. De inmediato sonó el timbre. Su clase había terminado. Pude escuchar los suspiros de decepción de las chicas. Nos gustaban sus clases. Nos gustaba el profesor de historia.

Guarde mis libros y cuadernos de vuelta en mi bolso y me dispuse a salir por la puerta. Pero no lo hice. Me quede en la clase. Solo quedábamos él profesor y yo. Solo nosotros dos.

El profesor me llamó. Fue la razón por la que di media vuelta y me aleje de la puerta de salida acercándome al escritorio.

El señor Darian se levantó de su asiento y se acercó a mí mientras decía:

― Sarah, en los semestres pasados tuviste notas muy buenas, muy sobresalientes― Decía girando la vista al escritorio donde se hallaban las listas de notas de sus alumnos ― Pero últimamente has tenido un decline, tus calificaciones no son las mismas― El profesor dio un paso acercándose a mí.

¡Dios mío!, lo tenía muy cerca. Tanto que podía percibir la deliciosa fragancia que provenía de él. No sabía que perfume usaba, pero le quedaba muy bien. ¡Olía como los dioses!

Darian dio un paso más. Nuestros cuerpos por pocos milímetros no se tocaban. El profesor colocó suavemente su mano sobre mi cintura. Al momento del tacto mi cuerpo recibió una descarga de deleitosa energía. ¡Esto no era correcto!, pero era inquietantemente lo que deseaba.

Abrió sus delgados labios rosados. Tan tentadores. Y con su apasionada voz me dijo:

― Tengo la impresión que algo te esta distrayendo.

¡Se había dado cuenta!, ¿Tan obvia había sido?

Intente responder algo inteligente, pero la tensión del momento convirtió mis palabras en inteligibles balbuceos. Lo que al profesor le divirtió. Me regaló una de aquellas anhelantes sonrisas. Pero no era una sonrisa de aprobación como las que recibían mis compañeras cuando respondían bien una pregunta. Sino que era otra mucho más seductora y atrapante, llena de misteriosa tentación.

Darian presionó con más fuerza mi cintura y se inclinó levemente acercando sus labios a los míos. ¿Quería besarme?, ¡Que pregunta más estúpida!, ¡Claro que quería besarme, sino no estaría entre sus brazos con su boca tan cerca de la mía!

Siguió inclinándose, pero antes de besarme dijo:

― ¿Sarah?, ¡Sarah!― Lo mire extrañada. ¿Por qué había interrumpido aquel momento especial?

Cuando lo vi el profesor Baker se encontraba detrás de su escritorio mirándome con aquellos ojos que esperan una respuesta. Y a mí alrededor mis compañeros se habían girado sobre sus asientos para ver mi respuesta:

― ¿Me puede repetir la pregunta profesor?― Le pregunte avergonzada.

― ¡Por supuesto!, ¿Cuáles fueron las causas del estallido de la primer guerra mundial?― El profesor me miraba expectante, estaba seguro que sabía la respuesta. Pero se equivocaba.

Baje la mirada hacía mi cuaderno de apuntes. Pero la hoja estaba en blanco. No había tomado ningún apunte en toda la clase.

¡Dios!, ¡Debo dejar de soñar despierta durante las clases de historia!

Antología "Cuentos de amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora