El Secreto que Guarda

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No hay nada más curioso e intrigante que algo desconocido, algo que por ciertas razones no conocemos, ya sea su origen, su destino o su contenido.

Durante siglos los misterios han cautivado la atención e interés del hombre, ¿Por qué será?, ¿Será que el ser humano tiene una insaciable sed de conocimiento, que quiere saber y comprender cada misterio existente, para ser sabio e inteligente, conocedor del mundo que habitamos? o ¿Es la simple curiosidad sin sentido ni propósito que los lleva a investigar y averiguar dicho misterio?, simplemente no importa, eso depende de la persona que quiera averiguar un misterio, el mismo le dará sentido o propósito para él.

¿Pero qué sucede cuando ese misterio se vuelve casi imposible de resolver?, ¿Qué importancia tiene si no se descubre?, ¿A quién afecta o perjudica?, ¿Es necesaria tanta pérdida de tiempo y dinero que mucha gente a veces utiliza para conocer cierto aspecto de la vida que desentienden?, muchos misterios descubiertos a veces complican las cosas, a veces descubrimos cosas que deseamos no haber descubierto nunca, pero si eso que descubrimos es satisfactorio y beneficioso, que nos llena el corazón y la mente de sabiduría o sentimientos, ¿Cómo es posible saber qué efecto tendrá sobre nosotros una vez descubierto?, no es posible saber, solo hay dos opciones, hacer a un lado la curiosidad y el deseo de conocer lo desconocido, o aventurarte a descubrirlo y abstenerte a las consecuencias que este descubrimiento puede provocar, ya que muchas veces no hay vuelta atrás y debemos hacernos cargo de lo que nos corresponde.

Esta historia es sobre un misterio, el cual es presentado a una familia pobre, muy pobre, alquilaban una pequeña casa precaria, pero no iban a poder vivir mucho más en ella, ya que su padre había perdido el trabajo, y se habían atrasado en los pagos de dicho alquiler, lo que correspondía a dejar la casa en las próximas setenta y dos horas, es decir en tres días.

Esta familia estaba constituida por el padre, recientemente desempleado, la madre, mujer que había acompañado a su marido en todos sus años de pobreza, y sus tres hijos, una nena de ocho años y dos varones de diez y cinco. A lado de la casa que alquilaban había una enorme casa vieja, pero hermosa, de paredes blanca como la nieve en el invierno y techos de tejas naranjas renovadas con constancia.

En esta casa vivía una anciana de noventaicinco años, vestida de caros trajes y valiosas alhajas, esta anciana y la familia vecina había formado una amistad muy amena, la anciana se encontraba sola y encontró refugio en la familia que la recibió en una cálida amistad, viuda y con los hijos lejos encontró el amor que le faltaba en estas personas humildes pero de gran corazón.

Enterados de que se tenían que mudar, deciden visitar a la anciana para despedirse, la apreciaban mucho y lamentaban que tendrían que alejarse de su amistad.

La anciana los recibió entusiastamente en su casa sin saber que venían a despedirse de ella, les brindó golosinas y tortas a los chicos y unos calientes cafés a sus padres, charlaron un rato hasta que la mujer y el hombre le explicaron de su desempleo lo que había llevado sin remedio a su próxima mudanza.

La anciana se quedo callada unos momentos frunciendo sus labios arrugados por la edad, estaba pensando:

― Ya lo decidí― Exclamo la anciana con su voz avejentada ― Vivirán en mi casa― Les terminó explicando.

Antología "Cuentos de amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora