Pasillo

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Hola, soy Masachika Kumeno.

Soy un cazador de demonios de rango Kinoe. El más fuerte de todos, toditos, obvio.

Justo en este instante estoy camino a ver a mi mejor amigo, que anda malito. ¿Saben por qué? ¿No? Ah, pues yo tampoco, por eso voy a verlo, duh. Necesito el chismesito completo, si, si.

Antes de entrar a la habitación donde está mi albino amigo, escucho una voz femenina hablando con cierto enojo. Al parecer llegue en mal momento.

Bueno, no puedo hacer nada, ya estoy aquí. Ni modo que me regresé a mi casita, está bien lejos. Cómo al otro lado de tres montañas, y no, que feo caso regresarme hasta allá yo solito. No, no, no.

Voy a entrar y descubrir porque le están regañando esta vez. Es que este menso de mi amiguis nunca aprende.

Terrible.

- ¡Por favor Shinazugawa! ¡No te quites la vía de esa forma!

- Perdón.

- Es en serio, Shinazugawa.

- Lo siento.

- Por favor, te haces más daño, me preocupas. Ya no lo hagas.

- Está bien.

Apenas iba ingresando a la habitación y ya podía percibir como Kanae, compañera pilar de mi amigo, lo regañaba por no cuidarse adecuadamente. Cómo siempre, ya ni me sorprendo. Ojalá ella supiera que a mí tampoco me hace caso, deberíamos formar un grupo y salir a tomar un tecito mientras nos quejamos del Salami.

Si, se lo voy a sugerir cuando esté más calmada.

- ¿No te dieron bien anoche que estás de tan mal humor?

Quizás fue una pregunta estúpida, pero hey, yo me reí mucho de lo que vi después de soltar esa frase que me pudo tranquilamente haber dado un Óscar. Ni siquiera les dije "Hola", nomás la solté porque fue lo primero que se me ocurrió.

Dios, sus caras son la cosa más divertida que he visto en toda la horrible semana.

- ¡¿Qué mierda Masachika?!

- ¡Kumeno, hay niños aquí!

Hago una mueca intentando aguantar la risa, pero soy malo con eso, así que termino estallando en carcajadas. Dios, en serio sus caras son todo un poema. Podría enmarcarlas si pudiera.

¡Sanemi hasta se sonrojo de la vergüenza!

¿O quizás sea rabia? No se, pregúntele a él, que estaba por lanzarme un florero sino fuera porque Kanae lo detuvo a tiempo.

Vi pasar mi vida frente a mis ojos, banda.

Y la verdad, ni es nada interesante. ¿Qué diablos hice en todo este tiempo de triste existencia además de matar demonios y quedarme dormido hasta tarde? Chale.

- ¿No tienes nada mejor que hacer que estar aquí perdiendo el tiempo? - la voz de mi amiguis me trajo de vuelta a la tierra.

- Yo solo venía a ver cómo estabas, pero ya me di cuenta que no soy bienvenido - hago como si me derritiera en mi lugar, fingiendo llorar - ¿Ya te hartaste de mi?

- Me estoy empezando a cuestionar lo mismo en este momento.

- Shinazugawa - le regaña la chica, a lo que mi amigo solo rueda los ojos.

- Oh, mi corazón, mi dulce y pequeño corazón de pollo - termino por caer sobre la cama de forma dramática - ¿Por qué Sanemi? ¿Por qué no me quieres?

- Ya para, no seas dramático, pareces mujer.

Kanae a su lado le voltea a ver lentamente con una sonrisa en su rostro. Veo a Sanemi tragar con cierta incomodidad, pucha lo van a regañar.

¡Me alegra estar en primera fila para verlo! ¡Siuuuu!

Se rasco su cuello mientras desviaba la mirada, antes de soltar con la voz algo torpe:

- Sin ofender.

- Pues me ofendes.

- Ah, pues perdón entonces.

- Si me compras un dango quizás piense en perdonarte.

Y antes de que mi amiguis albino de ojos ciruela pueda responder, Kanae le vuelve a inyectar la vía con cierta rudeza en su brazo, vi como arrugó el ceño, aguantando las ganas de insultar que se le notaba. La mariposita mayor le dedico una mirada sombría.

Hasta yo me asusté.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...

- Si vuelvo en un rato y te encuentro sin esto, te amarrare a la cama.

Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo...

¿Que más seguía? No pues, que tonto, si ni soy religioso.

La mariposita mayor salió del cuarto con un aura un poco pesada, pero se despidió de mi con una caricia en mi cabeza y una suave sonrisa, así que el problema no soy yo, sino Sanemi. Que alivio. ¡Y que genial también! ¡Al fin alguien que lo pone en su lugar! ¡ESOOOO!

- ¿Y cómo estás? - pregunté después de un rato.

- Tú como crees, imbécil.

- Si me respondes así de feo, entonces estás bien... ¡Bueno, adiós! ¡Te me cuidas y andas por la sombra!

Alzó la mano como despedida, levantándome de la cama, sin permitirle hablar o quejarse, y salgo dando grandes pasos. De todas formas tengo una misión, así que iré enseguida antes de que mi cuervo empiece a molestar y cuando termine tendré tiempo para...

- ¡Cuidado!

- ¿Eh?

Un cazador choca contra mi, tirándome al piso y cayendo el también en el proceso. Que golpe me acabo de dar contra el suelo, no sabía que la madera fuera tan buena y gruesa.

...Eso sonó mal.

Me sujeto la cabeza con dolor, pucha si me duele feo, casi se me sale el cerebro o quizás ya se hizo batido ahí dentro. Al alzar la mirada, listo para hablar con el desconocido que choco contra mi como si fuera un maldito toro, me encuentro con unos ojos oscuros, casi de color negro puro, que me miran con temor.

- ¡Lo siento tanto! ¡Discúlpame, discúlpame!

Me ayuda a levantarme, sus manos son más pequeñas que las mías y noto que sus dedos están heridos, pues lleva algunas banditas. Ah mira, hay una con flores, que bonita. También noto que su cabello es igual de oscuro que sus ojos, dividido en dos partes, que se balancean en su rostro mientras habla arrepentido y pide disculpas.

- ¡Lamento haberte empujado! ¡Tengo prisa, así que adiós! ¡Y en serio lo siento!

Se aleja de mi con gran rapidez.

Yo, en cambio, me quedo como un pendejo parado a mitad del pasillo.

- Que lindo.

Ah.

Mierda.

Relatos de un cazador enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora