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El suave traqueteo de la puerta al abrirse le hizo separar sus párpados, dejando que su vista descansara en el techo pálido de la habitación. Con un movimiento suave, se giró hacia allí, observando como la enfermera delgada y de aspecto cansado que a veces lo atendía por las tardes entraba con el vasito plástico que contenía sus medicamentos. Ya era ese horario del día, casi llegando el atardecer, cuando las luces del sol moribundo lo teñían todo con un tono rosáceo y cálido.

Sí, ya era la hora de tomar esos medicamentos.

—Me gustaría hablar con el doctor Xiao. —dijo, causando que la silenciosa enfermera levantara la vista, curiosa.

—¿Se siente usted mal?

Taehyung bajó su mirada a sus propias manos, vacías y ociosas, descansando sobre su propio regazo. El temblor fino en sus dedos no se detenía en ningún momento, como tampoco lo hacía el dolor en su pecho, ese que le apretaba como si tuviera un peso enorme allí sobre su esternón. No, no se sentía bien. Pero eso ya era algo de todos los días.

—Solo quiero hacerle una pregunta.

—Iré a ver si aún no regresa a casa. —contestó ella, ofreciéndole el vaso donde las pequeñas píldoras se removían al ritmo de sus gráciles movimientos. Taehyung miró detenidamente las pastillas, previendo ya el sabor amargo en lo profundo de su paladar. No tenía sentido tomar esas pastillas cuando sabía perfectamente que la solución no radicaba en ellas, ni allí, en ese hospital—. Tengo que asegurarme que se tome estas medicinas, los psicofármacos deben ser supervisados.

La aclaración fue innecesaria, ya Taehyung lo sabía, sin embargo, seguía habiendo cierta reticencia de su parte. Aquellas pastillas lo apagaban un poco, lo hacían dormir y le hacían dejar de sentir como si el corazón le trepara por la garganta. Sin embargo, no mataban las ansias ni la necesidad. Su cuerpo aun escocía, pidiendo a gritos algo que él sabía perfectamente qué era.

Tomó el recipiente y, con un movimiento algo tembloroso, vació su contenido sobre su lengua, tragando antes de tomar un apresurado sorbo de agua, también ofrecido por la enfermera. Ella no sonreía, pero Taehyung ya había aprendido a entender el rictus que hacía su rostro cuando se mostraba complacida. Así fue en ese momento, como si realmente le alegrara de cierta forma ver a Taehyung tomar sus medicinas.

Tenía su sentido, pues sería lo mismo para cualquiera con un poco de humanidad.

Después de todo, ella lo había visto en sus peores momentos, cuando la infección aun no cedía y su mente era un amasijo de delirios febriles y necesidad. El síndrome de abstinencia se extendía por todo su sistema nervioso, haciéndolo temblar y enloquecer.

Delirios y vómitos, jadeos ahogados y dolor era todo lo que Taehyung recordaba de esos días, un par de meses atrás, cuando aún estaba en postoperatorio y no tenía permitidas visitas. Recordaba los vanos intentos del psiquiatra por entender la causa de sus síntomas, sin embargo, él nunca le dijo. Nunca confesó que su cuerpo estaba necesitando la voz de un tritón.

Pasaría de abstinente a loco total, y eso no era necesario en ese momento de su vida.

Así que no dijo nada nunca, en ninguna de las múltiples entrevistas que el psiquiatra fue personalmente a hacer a su habitación. No le dijo nada tampoco al doctor Xiao, quien había intentado, casi paternalmente, pedir explicaciones. Tampoco le dijo nada a Jimin, ni a aquella enfermera delgada que lo vio convulsionar en las noches y devolver todo lo poco que había conseguido comer en el día. No dijo nada y solo tragó sus medicinas. Incluso cuando empezaron a creer que no las estaba tomando, las tomó. Dejó que lo vigilaran, y no protestó cuando la enfermera empezó a quedarse a su lado hasta verlo tragar cada píldora. Aun si todos estaban empezando a coincidir con él al pensar que eran inútiles.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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