Jenny lo habló con su madre durante el almuerzo y como eran las fiestas del pueblo el tema corría prisa, por lo que un poco a regañadientes la madre aceptó. Después de todo, ¡ganaría en unas horas lo que ganaba en una semana de trabajo!
Su madre también era cuidadora de ancianos aunque ella no sólo se limitaba a pasearlos, sino que los bañaba y limpiaba y no quería que su hija entrase a ese tipo de trabajo, pues ella era joven e inocente y no la veía preparada aún para ello.
Así que salió con Roberto y paseó con él por la feria. ¡Él estaba encantado! Se había puesto hasta chaqueta y paseaba con orgullo con ella cogida del brazo.
Se sentaron en una caseta y pidieron comida, aunque él casi no comió nada. Únicamente tomó una copa de vino, pues no le gustaba cenar mucho a su edad. Pero animó a Jenny a beber y comer y aprovechar la invitación y la feria.
Por su parte, la chica se había puesto un vestido a medio muslo, estampado y llamativo como le gustaba vestir a ella. Y su pelo se lo había recogido en una cola que le permitía llevarlo colgando por la espalda también.
—¡Estás muy guapa Jenny! —le dijo Roberto—. Tu vestido es precioso y te sienta genial.
—¡Tú también Roberto! Hasta con chaqueta, pareces un galán —rio ella mientras comía y tomaba sorbos de vino.
Lo cierto es que Jenny no bebía, pero había probado el vino alguna vez y sentía mucha curiosidad así que esa noche tomó como tres copas y Roberto disfrutó de apenas una.
Finalmente, se levantaron y fueron a la verbena, donde Roberto bailó con ella agarrado unos cuantos pasodobles.
La música le era desconocida, nada de reguetón, pero le gustaba le ritmo y el baile, así que disfrutó moviéndose con Roberto. Pero eso sí, ¡estaba muy mareada por el vino! Se sentaron y tomó un refresco pues hacía mucho calor.
Al llegar unas chicas les habían regalado un abanico así que ella se comenzó a abanicar con fuerza y a refrescarse sus pechos con el aire que este daba mientras Roberto no se perdía detalle del sensual acto.
—¡Hace calor, verdad! —dijo él divertido.
—¡Sí, tengo mucho calor! —dijo ella exultante.
Cuando se refrescaron Roberto volvió a bailar con ella, esta vez se arrimó más y ella lo notó, pero se dejó llevar en el baile. No llegó a propasarse pues su mano estuvo en su cintura todo el tiempo aunque sí, se pegó a sus pechos y estuvo tan cerca que se impregnó de su fragancia.
Jenny sabía que Roberto se le acercaba pero lo hacía respetuosamente por lo que no se sintió intimidada y bailó con él y se divirtió.
—¡Bailas muy bien Roberto! —le dijo mientras la agarraba por la cintura.
—Bueno, algo que me dejó mi señora en herencia —admitió él.
Así que se sentaron un rato tras bailar varias piezas.
—¿Quieres tomar algo más? —dijo Roberto.
—Tal vez sólo agua Roberto —respondió ella acalorada.
Compraron sendas botellas y salieron de la verbena a tomar el aire. Roberto la invitó a jugar en algunas casetas y ella ganó un peluche en un juego de bolas donde consiguió colarlas en unos agujeros tras varios intentos.
—Lo estoy pasando muy bien Roberto, pero tal vez sea hora de ir pensando en recogernos, ¿verdad?
—Sí hija, lamentablemente todo acaba. Pero yo también lo he pasado muy bien.
De forma que regresaron a su casa y Jenny subió para asegurarse de que llegaba bien hasta su piso.
—¿Quieres tomar algo más hija? —le dijo Roberto.
—¡Oh no Roberto! Ya he tomado demasiado esta noche —dijo ella.
—Bueno, eso no está demás hija. Así te acuestas más calentita que de costumbre esta noche, ¡ya verás!
—¡Oye Roberto qué malo eres! —dijo la chica.
—¡Y tú qué guapa eres! Pues anda vete ya o tal vez tengas que quedarte a dormir con este carcamal si la vela se levanta —le dijo sonriendo.
—¿En serio Roberto? —dijo la chica asombrada.
—No hija no, eso lamentablemente no funciona así, tendría que estar más excitado y con un poco de más tiempo para que pasara.
—¡Oh vaya! —dijo la chica.
—Aunque no sé si te gustaría hacer un poco más feliz a este viejo.
—¿Más feliz Roberto? ¿A qué te refieres? —preguntó ella extrañada
—No nada hija, he dicho una tontería —dijo él echándose para atrás—. Anda hija vete ya y llama a tu madre para decirle que vas de camino, no te vaya a pasar nada.
—¡Oh vale, lo haré! Lo he pasado muy bien Roberto, ¿entonces me pagarás ahora por la noche? —dijo ella.
—¡Oh claro, claro! Espera que voy por el dinero.
Entonces Roberto entró a su dormitorio y sacó un fajo de billetes y delante de la chica los contó para darle lo convenido. Esta quedó impresionada al ver aquel fajo y tomó el dinero de su mano mientras no dejaba de ver el fajo de él.
—Está bien Roberto, pues nada, ¡nos vemos mañana! —dijo la chica dándole un beso de despedida.
—¡Gracias hija! ¡Gracias por tu compañía!
Jenny sonrió y salió por la puerta sin parar de pensar en el fajo del abuelo...
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La Cuidadora
RomanceJenny había comenzado a trabajar recientemente. Algo que la ilusionaba pues hacía poco que su vida había dado un giro de ciento ochenta grados pues, emigró de su país donde la mugre y la pobreza lo impregnaba todo, además de la corrupción de los pol...