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Lamentablemente una llamada puede llegar en el momento más inesperado e inoportuno. Esto fue lo que pasó, cuando Jenny se tocaba su sexo frente a un interesado Roberto en su casa sonó su móvil.

—¡Mamá! —dijo Jenny recuperando la compostura.

Se bajó el vestido y ocultó su sexo a un decepcionado Roberto.

—¡Sí ya sé la hora que es, de echo estaba ya de camino! —añadió Jenny.

Se levantó y comenzó a despedirse de Roberto mientras agitaba la mano levantándose y colgándose su pequeño bolso al hombro. Luego cogió su premio, el gran oso cuando Roberto se lo señaló y saliendo mientras hablaba con su madre él la siguió para abrirle la puerta.

Ella le sonrió al pasar y cuando menos se lo esperaba él acarició su culo por debajo del vestido y hasta se permitió introducir un dedo deslizándolo entre sus cachetes ante el respingo de ella que, como estaba al teléfono no le pudo regañar más que con la mirada.

Luego él juntó las manos para pedirle perdón con ese gesto y acto seguido se chupó la yema del dedo que consiguió colarle en su hoyito.

Jenny rio ante su osadía y no pareció enfadada así que él le guiñó un ojo mientras disimulaba ante su madre al teléfono.

Y así se despidieron aquella noche extraña de feria...

Por supuesto que Jenny no dijo nada a su madre, ni de lo ocurrido ni del dinero, el cual guardó celosamente en una cajita de música que se había traído de su país.

Aquella noche Jenny se acostó ante la regañina de su madre y tras dormirse esta, abrió sus muslos y terminó la paja que había comenzado en la casa de él, corriéndose a chorros ante sus sorpresa.

—¡Qué buena paja he tenido! ¡Y el sueldo de un mes en una noche! —pensó para sus adentros.

A la mañana siguiente llamaron a Jenny para que no fuese a ver a Roberto ese día. Esta se temió lo peor pero, ¿qué era lo peor que podía haberle pasado?

—A Roberto lo han ingresado de madrugada por algo relacionado con su corazón Jenny, le dijo su supervisora.

—¿Y se sabe en qué hospital está?

—No hace falta que vayas a verlo Jenny, me han dicho que está estable —le dijo la voz al teléfono.

—No me importa, quiero ir sólo para desearle que se recupere pronto.

—Vale está en La Paz —dijo la voz y se despidió de ella.

Esa tarde Jenny viajó en autobús con su madre al hospital. Quería ir sola aunque ella insistió en acompañarla. Así que ambas se presentaron allí pero cuando preguntaron les dijeron que sólo podían pasar familiares así que su viaje fue en valde.

De repente Jenny se emocionó pensando que todo aquello podría haber sido por su culpa y lloró tan desconsoladamente que la enfermera decidió hacer una excepción y la dejó pasar pero sólo a ella.

Cuando entró a la habitación Roberto yacía en la cama con una mascarilla en su cara y una vía en su brazo. Ella corrió a verle y le abrazó visiblemente emocionada.

—¿Qué pasa mi niña?

—¡Lo siento! ¡Yo no pensaba que esto te fuese a pasar!

—¿Esto, a qué te refieres?

—A lo de anoche le susurró en su oído.

Roberto no pudo contener la risa.

—¡No te preocupes! Mi corazón está bien, parece que alguien confundió una indigestión con algo más grave y me metieron en la ambulancia sin pensárselo mucho. Lamento haberte asustado.

—¿Una indigestión? ¿Sólo eso?

—Sí, debido a mi edad y a la inexperiencia del médico que me atendió todo se lio.

—¡Estupendo dijo ella abrazándole!

—Estoy fuerte como un roble Jenny, ¡hoy me darán el alta y mañana estaremos paseando juntos de nuevo!

De forma que Jenny salió de allí más contenta de lo que entró y se lo contó todo a su madre.

—¿Entonces está bien? —dijo ella extrañada.

—¡Sí te lo puedes creer! —dijo Jenny con una gran sonrisa en su cara.

Pero en ese momento un hombre con bata blanca se les acercó.

—Disculpen, ¿están hablando del paciente de la habitación doscientos treinta y dos?

—Sí —dijo Jenny confundida.

—¿Son familiares?

Jenny se pensó la respuesta y dado lo ocurrido al llegar al hospital no dudó.

—¡Sí es mi padre! —dijo al instante.

Pero el médico dudó al ver su piel morena.

—¿Qué pasa es que no puede casarse con quien quiera? Yo soy su esposa —dijo la madre viendo el percal.

—¡Oh claro, discúlpeme señora! Verá su marido ha sufrido un arritmia y por eso le hemos dejado en observación. Como sabrá tuvo un infarto hace unos años, y pensamos que podía ser peligroso, pero la buena noticia es que está muy bien y podrán llevárselo hoy mismo.

—Pero doctor, pero entonces, ¿lo de la indigestión?

—¡Claro, eso pudo haberla provocado una mala digestión de la cena puede afectar al corazón ya que todo está conectado! Pero no tienen por qué preocuparse él está bien, ha sido sólo un susto.

—¡Oh qué bien, gracias doctor! —dijo la madre cogiéndole del brazo viendo como el doctor se quedaba mirando los grandes pechos de la madre, pues ya se sabe de tal astilla tal palo.

Entonces era cierto, había tenido una arritmia y por eso lo habían ingresado, temiendo que fuese otro ataque al corazón.

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