Al volver a casa la madre la estaba esperando...
—¿Cómo ha ido? ¿Ha llegado bien?
—¡Claro mamá! ¿Por qué no iba a hacerlo?
—Bueno tú has visto lo que ha dicho el doctor, no tiene herederos y maneja dinero hija, ¿es que no lo es?
—¿Ver el qué?
—Este viejo está enchochado contigo hija y le quedan dos telediarios.
—Pero mamá, ¡no me puedo creer lo que estás insinuando!
—Pues créetelo, ¡eres muy inocente hija! Pero puedes tener un futuro en este país si juegas bien tus cartas. Su casa y dios sabe qué más tendrá para dejarte en herencia.
—¡Pero mamá! ¿Tú sabes lo que dices?
—Perfectamente hija, te devora con los ojos, hasta ha tenido tiempo para mí. Si tu no quieres seguir adelante tomaré yo el relevo y haremos lo que haga falta para quedarnos con su herencia.
—¡Eres increíble! —dijo Jenny entrando en su cuarto y dando un portazo.
Esa noche tuvo dificultad para dormir. Era cierto lo que decía su madre, el fajo de billetes lo atestiguaba, pero también mintió en lo del infarto por lo que podía estar forrado y no decirlo. Por lo que si hacían lo que decía su madre, ¡podrían hacerse con toda esa herencia!
En el desayuno Jenny aún estaba dándole vueltas al asunto, cuando su madre se interesó.
—¿Entonces hoy vas a verle, verdad?
—¡Sí mamá iré!
—¡Tranquila hija, tú simplemente sigue como hasta ahora! Que él no note ningún cambio en tu actitud, ¿de acuerdo?
—¡Ya mamá! —dijo Jenny protestando.
El caso es que tuvo que contárselo, pues sentía una gran carga en su interior y no podía callarlo para sí sola. Así que con tacto se lo explicó y al terminar las palabras de su madre la dejaron pasmada...
—¡Bien hecho hija! ¡No sabía que lo tenías ya en el bote! —dijo abrazándola.
—Pero mamá, ¿no te parece mal que le pida dinero por hacer guarrerías delante suyo!
—¡Qué va hija, mientras no te toque es que qué tienes que perder! Le gusta mirar, ¡pues que mire!
—Ya pero también querrá tocar.
—Bueno hija, ya como tú veas, pero si es tocar, ¿qué problema hay?
—¿Entonces sigo pidiéndole dinero por todo eso? —dijo ella mientras seguía asombrada porque su madre la animase a calentar al abuelo.
—¡Claro hija! Así podemos ir sacando dinero para nosotras y nuestra familia allá en nuestro país. Eso sí, tienes que mantenerme informada de todo, ¿vale?
—Está bien —dijo a regañadientes.
Tocó al timbre y Roberto le abrió. Ya se había duchado y estaba arreglado para salir.
—¡Qué guapa estás Jenny!
—¡Tú también luces estupendo Roberto!
—¿Salimos ya? No quiero perder un minuto de mi tiempo contigo.
—¡Vale! —dijo Jenny riendo.
De forma que de la mano pasearon hasta un bonito parque de setos verdes y limoneros y se sentaron a la sombra de uno de ellos en una ruta nueva que apenas habían explorado ya.
—Bueno Jenny, hoy es el último día de feria, ¿te gustaría ir conmigo?
—Pero tú estás bien, ¿no Roberto?
ESTÁS LEYENDO
La Cuidadora
RomanceJenny había comenzado a trabajar recientemente. Algo que la ilusionaba pues hacía poco que su vida había dado un giro de ciento ochenta grados pues, emigró de su país donde la mugre y la pobreza lo impregnaba todo, además de la corrupción de los pol...