𝐼𝑠 𝑖𝑡 𝑊𝑟𝑜𝑛𝑔 𝑡𝑜 𝑆𝑤𝑖𝑛𝑔 𝑇𝘩𝑟𝑜𝑢𝑔𝘩 𝑡𝘩𝑒 𝐷𝑢𝑛𝑔𝑒𝑜𝑛?

Capítulo 4: Talentos Ocultos, Secretos Ocultos

Cuando Bell y Peter abandonaron el gremio, Bell comentó:

—Eina tiene buenas intenciones, ¿sabes? Ella sólo quiere que estemos a salvo. No hay necesidad de ser grosero con ella.

Peter asintió pensativamente, un movimiento sutil que transmitía su reconocimiento de las palabras de Bell. Luego, después de un momento de silencio, preguntó:

—¿A dónde vamos ahora? ¿Nos dirigimos a la mazmorra?

Bell sacudió la cabeza, con expresión cansada mientras señalaba hacia el sol poniente.

—Ya es tarde —respondió—. Vamos a casa.

Mientras caminaban por las calles, Peter no pudo evitar notar el brillo de las farolas iluminando los alrededores. Sin embargo, estas luces no se parecían a las lámparas de gas y Peter estaba bastante seguro de que aún no se había descubierto la electricidad en este mundo.

—¿Qué alimenta estas lámparas? —Peter preguntó, despertado su interés.

Bell explicó:

—Funcionan con cristales extraídos de monstruos de mazmorras. Estos cristales también alimentan electrodomésticos como neveras portátiles y lavadoras.

Peter levantó una ceja, reflexionando sobre las implicaciones.

«Entonces, estos cristales mágicos son esencialmente la razón por la que este mundo no está progresando tecnológicamente», concluyó, intrigado por la dinámica de esta sociedad mágica.

Mientras Bell y Peter paseaban por las calles de Orario, Bell señaló con entusiasmo varios puntos de referencia y tiendas a lo largo del camino.

Peter no pudo resistirse a burlarse del enamoramiento de Bell por Ais Wallenstein.

—Entonces, Bell, ¿todavía estás tratando de descubrir el color favorito de la Princesa de la Espada? —bromeó Peter, moviendo las cejas sugestivamente.

La cara de Bell se puso tan roja como un tomate maduro, su vergüenza prácticamente irradiaba de él.

—Vamos, Peter, déjalo en paz —murmuró, tratando de ignorar su interrogatorio anterior como curiosidad casual.

Peter sonrió con picardía, disfrutando demasiado la incomodidad de Bell.

—Oye, no te avergüences de querer saber el color del castillo de tu futura princesa —bromeó, empujando a Bell en broma.

Bell dejó escapar un gemido y dejó caer su rostro entre sus manos.

—Oh, por favor, no vuelvas a mencionar eso —suplicó, con la voz apagada contra las palmas de sus manos.

Cuando Bell y Peter finalmente llegaron a su destino, Peter no pudo evitar levantar una ceja al ver la vieja iglesia abandonada. Parecía que había visto días o siglos mejores.

—Bueno, este lugar ciertamente tiene carácter —comentó Peter inocentemente, tratando de enmascarar su preocupación por la integridad estructural del edificio.

Al examinar las grietas de las paredes y las plantas que crecían en ellas, Peter no pudo evitar preguntarse en voz alta:

—¿Es seguro entrar?

Bell se movió incómodo, tratando de restar importancia al estado de su casa improvisada.

—Um, sí, es uh... acogedor una vez que te acostumbras —respondió, su voz carecía de convicción.

Cuando se aventuraron al interior, las sospechas de Peter se confirmaron. El interior no era mejor que el exterior. En todo caso, fue peor. El polvo cubría todas las superficies, las telarañas colgaban del techo como decoraciones macabras y los muebles parecían rescatados de un contenedor de basura.