Su Dios

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Yoo Joonghyuk lo sentía, desde su propio conocimiento de existencia lo sentía dentro suyo.

Cada muerte, cada desmembramiento y cada sufrimiento que lo hizo llorar hasta vomitar, llorar hasta quedarse dormido y desear ya no despertar jamás, lo supo, dentro de él. Tan natural como el bombeo de la sangre por su torrente sanguíneo. Yoo Joonghyuk sabía que estaba destinado a algo más, a alguien más allá de su conocimiento, un ser omnisciente que lo tenía en la palma de la mano, un ser del que ni siquiera sabía si existía realmente.

Yoo Joonghyuk sabe, como lo hace un perro increíblemente fiel, sin olor, cara o cuerpo para reconocer más que el solo sentimiento de pertenencia.

Luchó, se levantó, lloró y volvió a llorar y a sufrir horriblemente. Pasó por la curiosidad, la ira, la decepción y de nuevo la ira y luego la tristeza, infinitamente, siempre, siempre vacío y mirando una estrella inexistente en el basto cielo, hasta que, un día, llegó a un entendimiento superior, una probabilidad.

[¿Necesito derribar todo?, ¿necesito ser alguien en verdad para que me puedas mirar, dios?... ]

Ese fue el inicio de un viaje sin fin, un viaje lleno de sufrimiento y éxtasis por igual. Sin preocuparse por nadie, solo en él y su nueva misión.

Yoo Joonghyuk cambió, para mejor, es obvio, se dice a sí mismo, porque claro que lo es. Por primera vez, tiene una verdadera razón de existencia, por primera vez es solo él y su final, y con esa nueva vida, todo él cambió, su nombre estaba prohibido, sucio, un pasado vergonzoso del que no hablaría nunca más, un pasado que debía ser borrado.

Un ser como ese claramente utilizaría el blanco. No tendría ni siquiera una razón o posibilidad de manchar su tan esplendida imagen, de eso Secretive Plotter no tenía duda. Su razón de existencia debía ser alguien tan omnisciente y puro...

Y cambió su color, al menos el de su saco. Un saco color blanco fue la nueva adquisición; elegante, cómodo y frío, más, sin embargo, se sentía sucio, incómodo, en otra piel que no se sentía suya, ¡pero tenía que diferenciarse!, obviamente, es superior, es diferente, él ha cruzado lo inimaginable para estar al alcance de ese ser, su razón de existencia, porque lo sentía, en todo su cuerpo, como pica y pica sabiendo que está tan cerca de encontrarlo.

Secretive Plotter es un Dios Exterior, un rey entre ellos. Su sola presencia es lo suficientemente poderosa como para acobardar a quien sea, encarnaciones o constelaciones. Por fin está en lo alto de la cadena alimenticia, pero no lo tiene con él, su Dios nunca hizo su aparición, tal vez probándolo todavía, tal vez porque aún no era lo suficientemente digno.

—¿¡Qué más tengo que hacer!?, ¿¡QUÉ MIERDA MÁS TENGO QUE HACER!?... ¿¡ESTÁS ORGULLOSO DE MÍ!?, ¿¡POR QUÉ NO APARECES!?... ¡APARECE!, ¡APARECE!, ¡APARECE, MIERDA!... ¿¡QUÉ QUIERES DE MI!?, ¿¡MI SANGRE, MI GENTE!? ¡PUEDES TENERLO TODO!, TE LO DARÉ, TE DARÉ HASTA MI VIDA, ¡SOLO APARECE!... aparece, por favor, Dios.

Se tiró al suelo y lloró y volvió a llorar y a sufrir horriblemente. Pasó por la desesperación, la ira, la decepción y luego la tristeza de nuevo, infinitamente, siempre, siempre vacío y mirando una estrella inexistente en el basto cielo.

—¿Es una prueba para mí, Dios?... —El oscuro cielo no respondió, siempre oscuro y silencioso. —De acuerdo, lo tomaré con gusto. Estaré siempre postrado en tu altar, sentado y esperando tu llegada entonces, hasta que decidas aparecer, en uno o un millón de años más. —Susurró. Cálidas gotas caían de sus ojos y empapaban sus manos, en una escena totalmente lamentable.

Un hombre de su porte y poder, arrodillado sobre el suelo, sucio y llorando... Secretive Plotter sabe que ha caído bajo, pero tuvo una recaída, solo eso, su Dios lo entenderá, siempre lo hace, aunque cada descontrol tal vez signifique un siglo más sin poder conocerlo. Está bien, está bien, es solo un pequeño castigo, de igual forma un año es como un parpadeo para alguien inmortal como él.

Respira hondo y asiente para sí mismo, hasta que pequeñas gotas de agua en su espalda lo hacen erguirse rápidamente.

El cielo es oscuro, sin nubes, no hay ni una sola a la vista, más, sin embargo, cae una pequeña llovizna sobre él.

—Perdóname... no quise hablarte de esa manera. Lo siento mucho...

La llovizna sigue por unos segundos más, y tan pronto como llegó, desapareció.

Vuelve a pedir perdón, tal vez mil veces más. Se disculpa y disculpa hasta que sus rodillas ya no pueden más y se desvanece en su lugar.

Besaría el suelo si eso significaba poder ver a su Dios, tener su perdón por propia voz, pero, obviamente, su Dios ya no volvió a mostrar ni un segundo más su presencia.

Y cumplió su promesa, se quedó postrado en el altar, sufriendo y esperando por el día en que vería a su Dios frente a él, por el día en que pueda escuchar su voz y, si es posible, pueda venerarlo de todas las formas imaginables posibles.


Continuará...


Amoooo cuando los personajes ruegan a Dios. Es como si te rogaran a ti como escritor/lector que los dejes de hacer sufrir, aunque, en este caso, le ruegan al verdadero Dios de ORV ajajaj.


Tal vez use más esta clase de temática.

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