𝖺͟𝗀͟𝗋͟𝗂͟𝖽͟𝗎͟𝗅͟𝖼͟𝖾 🌸 𓏵 𓈒 𓈒

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Heeseung se escabulló de su casa bajo la cubierta de la noche, moviéndose con la cautela de un gato. El cielo estaba nublado, y la oscuridad envolvía todo como una manta. El bosque oscuro le había llamado la atención durante meses, un susurro tentador que prometía aventuras y misterios. Desde niño, siempre había sentido una extraña atracción por lo desconocido. Sus amigos se burlaban de él, diciendo que tenía un "corazón de explorador", pero esta vez, la llamada del bosque era más fuerte que nunca.

La textura del suelo cambiaba a cada paso que daba, desde el áspero pavimento de la calle, al suave césped del parque, y finalmente a la hojarasca crujiente que cubría el suelo del bosque. A cada paso, las hojas secas emitían un crujido tenue, como susurros que contaban secretos antiguos. A medida que se adentraba más en la espesura, los árboles se volvían más altos y sombríos, sus ramas entrelazándose para formar un dosel casi impenetrable. La luz de la luna apenas se filtraba a través de las hojas, creando un mosaico de sombras danzantes en el suelo.

Heeseung avanzaba con cuidado, cada sonido amplificado por la quietud de la noche. El aire era fresco y húmedo, cargado con el aroma terroso del musgo y la corteza. Sentía una mezcla de emoción y temor mientras se aventuraba más adentro. El bosque parecía un laberinto, cada árbol y arbusto idéntico al anterior. La sensación de desorientación comenzó a crecer dentro de él. No llevaba linterna ni mapa, confiando únicamente en su instinto.

Justo cuando la desesperación empezaba a instalarse, divisó una casita del árbol, oculta entre las ramas. Era pequeña y rústica, construida con madera vieja y musgosa, pero parecía sólida. Con el corazón latiendo de alivio, trepó por la vieja escalera de cuerda, sus manos sintiendo la textura rugosa y desgastada de los peldaños. Cada escalón chirriaba bajo su peso, pero aguantaron. Al llegar al refugio, se sentó en el suelo de madera de roble, suspirando al sentir una pequeña comodidad. La madera estaba fría y lisa bajo sus dedos, con el aroma reconfortante del roble antiguo.

—Al fin — dijo Heeseung para sí mismo, dejando que la tensión abandonara su cuerpo.

El refugio estaba modestamente amueblado con un par de sillas desvencijadas y una mesa pequeña. Un par de ventanas, cubiertas por cortinas de tela descolorida, dejaban pasar la escasa luz de la luna. Heeseung se relajó por primera vez en horas, permitiéndose respirar con más calma.

De repente, escuchó unos pasos suaves detrás de él. Se giró bruscamente, solo para encontrarse con un chico pelinegro de estatura menor, vestido con un pantalón corto de tela azul y un uniforme escolar antiguo. La luz de la luna iluminó su rostro, revelando unos ojos oscuros y profundos que lo miraban con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

—¿Quién eres? —preguntó el chico con voz tranquila pero firme, su tono reflejando más curiosidad que hostilidad.

—M-me llamo Heeseung... perdón por meterme aquí —respondió Heeseung, su corazón aún palpitando con fuerza. No podía evitar notar el aire de misterio que rodeaba a este chico. Sus facciones eran delicadas, casi etéreas, y su piel tenía un matiz pálido que resaltaba bajo la luz de la luna.

El chico le miró con una curiosidad tranquila, y después de unos segundos, se presentó.

—Soy Sunghoon. ¿Qué haces aquí a estas horas?

Heeseung explicó su curiosidad por el bosque y cómo se había perdido. Sunghoon asintió, como si entendiera perfectamente.

—No es común que la gente venga aquí. Especialmente de noche —comentó Sunghoon, mirándolo de forma enigmática. Sus ojos parecían esconder secretos profundos, y su voz tenía un tono melódico, casi hipnótico.

Después de un rato de conversación ligera, Heeseung no pudo evitar notar lo pálido que era Sunghoon, casi como un espectro bajo la luz de la luna que se filtraba por las hojas.

—¿Por qué eres tan pálido? —se atrevió a preguntar, su voz llena de genuina preocupación.

Sunghoon se encogió de hombros, esbozando una sonrisa triste que no alcanzaba sus ojos.

—No lo sé... seguramente soy un raro. Hace tiempo que no salgo a la luz del sol.

Esas palabras preocuparon a Heeseung, quien comenzó a sentir un nudo en el estómago.

—¿Por qué? ¿Te pasó algo?

Sunghoon soltó una risita, pero había un matiz de tristeza en su risa.

—Solo... no me gusta salir. Y cuando lo hago, la gente me pregunta si me perdí o algo así.

Heeseung se rió de la broma, aunque algo en su interior se inquietaba. Continuaron conversando y bromeando mientras la madrugada avanzaba. Sunghoon, aunque pálido y extraño, resultaba ser una compañía agradable, y su presencia comenzaba a sentirse reconfortante en la soledad del bosque.

En un momento, Sunghoon sacó un papel algo viejo, de textura rugosa y amarillenta, como si tuviera décadas.

—Mira esto —dijo, entregándoselo a Heeseung.

Heeseung tomó el papel y lo observó con detenimiento. Era un cartel de "SE BUSCA" con el rostro de Sunghoon dibujado torpemente. Su corazón dio un vuelco al reconocer la cara en el dibujo.

—¿Te escapaste de tu casa? —preguntó, tratando de ocultar su preocupación, pero su voz traicionaba su ansiedad.

Sunghoon bajó la mirada y su voz se volvió un susurro, apenas audible.

—Solo fui a este bosque con un amigo... y... no recuerdo más. Creo que me peleé con él y se enojó... me golpeó aquí.

Sunghoon señaló su cuello, donde una marca oscura y morada se extendía como un collar de sombras. Heeseung se sintió mareado, sus pensamientos girando en un torbellino de confusión y horror.

—Sunghoon, ¿qué... qué te pasó realmente? —preguntó, su voz temblando.

Sunghoon lo miró con una inocencia desgarradora, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y aceptación.

—No lo sé. Solo recuerdo haber peleado y luego... nada. No entiendo por qué todos actúan como si yo no estuviera.

La verdad comenzó a asentarse en la mente de Heeseung. Sunghoon no sabía que había muerto. Era un fantasma, atrapado en un ciclo de recuerdos borrosos y dolorosos.

—Sunghoon, tú... tú no estás vivo —dijo Heeseung con suavidad, temiendo su reacción.

Pero Sunghoon solo sonrió tristemente, su expresión resignada.

—Creo que lo sabía, de alguna manera. Mi amigo me golpeó y me dejó aquí. Mi cuerpo está bajo aquel gran roble, cerca del arroyo.

Heeseung sintió un nudo en la garganta, la compasión y el dolor llenando su pecho. Se levantó y abrazó a Sunghoon, notando la frialdad espectral de su cuerpo.

—Lo siento tanto, Sunghoon.

Sunghoon correspondió el abrazo con una expresión serena, su cuerpo sintiéndose ligero como una bruma.

—Gracias por escucharme, Heeseung. Nunca había tenido la oportunidad de hablar con alguien.

Cuando la madrugada dio paso al amanecer, los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse a través del dosel del bosque. Sunghoon comenzó a desvanecerse, su figura volviéndose translúcida, pero su sonrisa permaneció hasta el final, cálida y agradecida.

Heeseung se quedó allí, solo en la casita del árbol, sintiendo una mezcla de tristeza y paz. Sabía que había ayudado a Sunghoon a encontrar algo de consuelo. Nunca olvidaría aquella noche en el bosque oscuro. Sunghoon, el chico más tierno que había conocido, permanecería siempre en su memoria, una presencia etérea que le recordaba la fragilidad de la vida y la importancia de la amistad.

 ੯‧̀͡ ζྀི)    𝙴𝚃𝙴𝚁𝙽𝙰𝙻ㅤ𝙿𝙰𝙻𝙿𝙸𝚃𝙰𝚁   - Heehoon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora