UNO

840 34 0
                                    

La joven, identificada por su entorno como la hija de Seungho, se encontraba en una posición de observación, evaluando las circunstancias y a su oponente. Al percatarse de su presencia, uno de los compañeros de Seungho preguntó, "¿Entonces, esta es la hija de Seungho?". La atención de la joven no flaqueó; su mirada se mantuvo fija en su objetivo. El hombre, percibiendo la tensión en el ambiente, se dirigió a ella: "Bien, señorita, muéstrame lo que sabes". Su sonrisa reflejaba una mezcla de desafío y expectativa, y la joven asintió con determinación.

Las reglas del combate fueron expuestas con claridad por un hombre de traje que actuaba como mediador: "Ya conocen las reglas; el primero en caer, rendirse o no estar en condiciones de continuar, pierde el combate". Al finalizar su declaración, el hombre posicionó su mano entre los dos contrincantes. Los espectadores, ubicados fuera del ring, comenzaron a gritar, animando a sus respectivos favoritos. Sin embargo, la joven no se dejaba distraer; su atención estaba dirigida hacia una figura en la zona VIP, la cual parecía ser su único foco de interés.

El sonido de una campana resonó, señalando el inicio del combate. Ambos contrincantes, tensos y preparados, aguardaron el tercer toque de la campana. Cuando el sonido final se desvaneció, el coach retiró su mano y se desplazó hacia una esquina, dejando que la pelea comenzara formalmente. La lucha, al principio, siguió un patrón normal, pero la conclusión fue abrupta y silenciosa. La joven, habiendo terminado el combate, comenzó a retirarse sus guantes y rodilleras de protección, dándole la espalda a su contrincante, quien estaba siendo atendido por el personal médico. Al parecer, la lesión infligida era grave, posiblemente una fractura mandibular. En ese momento, un susurro se hizo audible: "Un minuto, veintinueve segundos". Este tiempo, evidentemente significativo, fue seguido por un aplauso que provenía de la zona VIP, rompiendo el silencio que dominaba el lugar. Gradualmente, el aplauso contagió a los demás espectadores, hasta que toda la tribuna estalló en vítores.

El coach, visiblemente complacido, se acercó a la joven y le dijo con una amplia sonrisa: "Señorita, ya puede retirarse, muchas gracias por participar". Ella asintió y se dirigió hacia su camerino. Unos minutos más tarde, su madre entró, llorando de preocupación. "¿Estás bien?" preguntó con voz temblorosa, a lo que la joven respondió con asientos y respuestas cortas, buscando calmarla.

"Me tenías tan preocupada", dijo su madre, abrazándola por detrás. La joven, en un gesto de consuelo, le dio unas suaves palmadas en los hombros. "Tu padre no tiene perdón de Dios", continuó su madre con tono histérico, "todo el tiempo estuve pendiente de que los médicos estuvieran listos para atenderte". "Pero estoy bien, no te preocupes", respondió la joven, esbozando una sonrisa tranquilizadora.

La conversación fue interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse. La joven se levantó inmediatamente para recibir al recién llegado. "Padre", dijo, inclinándose en señal de respeto. Él le dio unas palmadas en la cabeza, un gesto de aprobación mezclado con crítica. "Buen trabajo, no le diste ni un respiro, aunque tu técnica fue algo lenta", comentó antes de sentarse al lado de su esposa. "Ahora quiero consentirte, ¿a dónde te gustaría ir? ¿Quieres ir a comer a algún restaurante?", preguntó mientras colocaba su bastón frente a él.

"Me gustaría ir a comer comida chatarra, si te parece bien", sugirió la joven, consciente de lo poco usual que era esa petición, dadas las estrictas dietas que él mismo le imponía. "Es solo una sugerencia, si no te gusta, podemos hacer otra cosa", añadió mientras tomaba asiento en una silla giratoria. Su padre reflexionó brevemente. "Lo pensaré mientras estemos en el auto", dijo, levantándose para ayudar a su esposa. "Vamos, debes descansar para ir a la escuela mañana", añadió, dirigiéndose hacia la puerta. De repente, se detuvo y susurró: "Algo no está bien, hay demasiado silencio afuera...". Su mirada se dirigió hacia su hija, quien asintió mientras movía ligeramente la silla, colocando a su madre detrás de ella. "¿Qué sucede, cariño?", preguntó la madre, asustada. "Color azul, mamá", respondió la joven, lo que provocó un jadeo de sorpresa en su madre, quien rápidamente se ocultó detrás del sofá.

ADOLESCENTE MERCENARIO | IJIN YUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora