DIECISEIS

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Y/N observaba el documento firmado por el director, su rostro reflejando una mezcla de duda y resignación. "Se podría decir que entiendo algo, solo lo básico...", murmuró para sí misma, sus ojos repasando las líneas una vez más. "O nada", concluyó con una mueca de frustración, dejando caer el papel sobre la mesa.

Su padre, un hombre cuyo humor podía cambiar abruptamente entre el trabajo y la vida familiar, la observaba con una expresión inquisitiva. "¿Te pareció aburrido?", le preguntó, frunciendo el ceño ligeramente como si anticipara su respuesta. Y/N asintió, prefiriendo la sinceridad. "¿Lo volverías a hacer?" insistió él, y ella negó con la cabeza. Su padre soltó una carcajada animada, dándole un golpecito juguetón en el hombro. "¡Ay, mi hija es tan chistosa, ja, ja, ja...!" comentó, mientras Y/N, sintiéndose un poco avergonzada, se cubría el rostro.

El presidente, un hombre cuya presencia imponía respeto, intentó aliviar la incomodidad de Y/N. "Me encantaría decirte que no te preocupes, Y/N. Tu padre casi nunca se comporta así, así que las apariencias no son importantes...", dijo en un tono conciliador. Y/N, en un intento de expresar su frustración, replicó con un puchero: "Ojalá se comportara como en sus horas de trabajo, señor". Su padre respondió con una queja afectuosa, pero el presidente retomó el tema principal. "Bueno, dejando eso de lado, ¿ya has tomado una decisión?", preguntó, esperando la respuesta que Y/N ya había meditado.

"Es un sí", respondió ella, mirando al director con determinación y asintiendo levemente. "Ya veo...", el director se acarició la barbilla antes de sonreír, satisfecho con su decisión. "¿Cuándo empezaré?", preguntó Y/N, arqueando una ceja con curiosidad. "Tu padre me dijo de antemano que aceptarías. Ya me encargué de que te incluyan en los entrenamientos de mañana...", explicó, mientras Y/N lanzaba una mirada incrédula a su padre, quien le devolvió una sonrisa de oreja a oreja. "Así que debería resultarte sencillo entender el programa", concluyó el director con confianza.

El secretario del director, un hombre con una expresión neutral y eficiente, se acercó a Y/N y le entregó una tableta con la información necesaria. "Oh, hay vestimenta. ¿Le diste mis tallas?", preguntó Y/N mientras examinaba el contenido de la tableta, lanzando una mirada rápida a su padre. Este, sin decir nada, le sonrió con complicidad. "Sorpresa...", replicó, dejando claro que había previsto cada detalle.

Y/N suspiró, resignada a su destino. "La sesión de mañana será para el equipo dos. ¿Qué significa eso?", preguntó, buscando aclaraciones. "El equipo dos escolta a la señorita Jiye y a sus padres...", explicó el director, mientras Y/N fruncía el ceño al recordar vagamente una foto de Jiye. "También está el equipo tres, que es el de Yeona, y en el que también está Seokju Ko", continuó, y ella asintió, reconociendo los nombres. "Es bastante intuitivo...", comentó Y/N mientras se levantaba y devolvía la tableta al secretario.

Con una mezcla de nervios y determinación, Y/N preguntó: "¿La reunión acerca de mí ya terminó? Quisiera retirarme...", su urgencia evidente en su tono. Deseaba explorar el edificio, con la esperanza de encontrarse con Jin, un objetivo que parecía inminente. "Sí, ya terminamos contigo, eres libre...", dijo su padre con una sonrisa indulgente. Y/N hizo una reverencia para despedirse. "Gracias por la oportunidad, hasta mañana...", dijo mientras se dirigía a la puerta.

Sin embargo, antes de que pudiera abrirla, alguien desde fuera lo hizo primero, obligándola a retroceder. "Señor presidente, un joven quiere verlo", informó un hombre en traje, quien parecía ser un guardia, aunque no el mismo que Y/N había visto antes de entrar. "Déjalo pasar, tomará solo un momento...", comentó el presidente, dirigiendo su atención a su padre.

El guardia salió para permitir la entrada del joven, y Y/N, por cortesía, permaneció en su lugar. Al mirar hacia la puerta, reconoció la figura que entraba. "¿Ijin?", preguntó sorprendida al ver al joven de cabello gris con una sonrisa. "Y/N...", susurró él al mirarla, esbozando una sonrisa que parecía contener tanto sorpresa como una inconfundible calidez. Sin embargo, la tensión en la habitación se disparó cuando se escuchó el rechinar de una silla, y un aura siniestra invadió el ambiente.

ADOLESCENTE MERCENARIO | IJIN YUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora