Prólogo

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Martes, 23 de julio de 2024

Era un día caluroso de verano. El aire acondicionado de la oficina de Violeta estaba puesto, así como el mini-ventilador que enfocaba a su cara, concentrada en los papeles que tenía delante. Llegaba ese momento del verano en el que el trabajo se reducía considerablemente. Los programas que se transmitirían durante los meses de vacaciones ya estaban grabados en su mayoría o a punto de finalizar. En cuanto a los representantes, todos estaban asociados a sus correspondientes artistas y no quedaba mucho que Violeta tuviese que hacer, al menos no lo suficiente para que no pudiese tomarse unas vacaciones.

Pero esa palabra no entraba en la mente de Violeta. Llevaba un año consecutivo sin dejar de trabajar, habían pasado ya dos desde que heredó la empresa y el término "descanso" parecía muy alejado de su comprensión. Así que ahí estaba, en pleno julio, aguantando el horroroso calor de Barcelona mientras leía y releía los mismos papeles, una y otra vez, asegurándose de que no hubiese errores que pudiesen costarle desgracias a la empresa.

El teléfono de su oficina sonó, tan solo le costó un par de segundos terminar de leer la frase en la que estaba concentrada y pulsar el botón para descolgar la llamada.

— Violeta cariño, ¿cómo estás?

— ¡Mamá! —la pelirroja frunció el ceño al escuchar la voz de su madre— ¿No estabais papá y tú por San Juan de Luz?

— Sí cariño. ¿Eso impide que pueda llamar a mi hija? —Violeta soltó un gruñido casi imperceptible para el oído humano, tanto que probablemente Susana no lo habría escuchado de no ser por que es su madre— La playa no me quita la cobertura, aunque parece que a tu padre le da ganas de dormir. Aquí lo tengo, echándose la siesta debajo de la sombrilla...

Violeta soltó una risa imaginándose a su padre tumbado mientras duerme, después de haberse dado un atracón de lo que fuese que hubiesen comido ese día.

— Al menos él lo disfruta bien.

— Tú también podrías. —Susana usó un tono ligeramente recriminatorio— Déjame adivinar. Ahora mismo estás en la oficina, ¿verdad?

— Hay muchas cosas que hacer.

— Eso es mentira. —recriminó Susana— Llevas sin tomarte unas vacaciones un año entero. Y no intentes poner excusas, nosotros mejor que nadie sabemos que en esta época del año es cuando menos trabajo hay por la empresa. Ni si quiera sé qué haces en la oficina a estas horas de la tarde. Hace un calor abrasador en Barcelona.

— Siempre hay cosas que revisar, siempre hay errores que corregir... Vosotros mejor que nadie deberíais saberlo. —Violeta utilizó el mismo argumento que su madre en su contra— Simplemente estoy asegurándome de que a Noemí no se le ha escapado nada.

Noemí Galera era la subdirectora de la empresa. Llevaba toda la vida con ellos y era una mujer muy capaz, de máxima confianza para Juan Carlos Hódar y ahora también para su hija.

— Noemí es una mujer muy capaz.

— Sí. Pero acaba de volver de su viaje por Europa con su marido. Permíteme dudar de que no esté ligeramente distraída.

— La que debería distraerse eres tú. —Susana volvió a la carga— De verdad, cariño. Ningún ser humano, por muy capaz que se crea, puede aguantar tanto tiempo sin un buen descanso. Llevas demasiada responsabilidad encima y me da miedo que acabe pasándote factura.

— Estoy bien. En serio, mamá. No tenéis de qué preocuparos.

Si bien su madre podía llevar razón, el trabajo había sido su refugio desde su ruptura con Lucas. Le había permitido centrarse en otras cuestiones que no fuesen el imbécil de su ex y, además, la rutina le había ayudado a superar de manera más o menos rápida la larga relación en la que había estado estancada durante tres largos años.

Alguien que te entiende || KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora