Hey

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Samantha soltó su maletín, dejándolo caer al piso, había sido un día agotador. Escuchó las risas de su familia, todo el estrés fue liberado de su cuerpo con ese sonido. Se quitó los tacones y caminó a la cocina del departamento.

—¡Mami! —grito la pequeña de ojos de gatito, pestañas largas y cabello castaño. Corrió hacia Samantha, quien la cargó justo al abrazarla.

—Hola, gatito. ¿Cómo te fue hoy?

—Bien, tía Chio me llevó al parque —Samantha sonrió y volteó a ver a su hermana, agradeciéndole con la mirada.

—Bueno, dile gracias a tu tía y ve a dormir, estaré ahí en un minuto —la niña asintió y corrió a su cuarto tan pronto sus pies tocaron el suelo, Samantha volvió su mirada a Rocio—. Gracias.

—Oh no es nada, me agrada el bicho —la más alta rió—. Debo irme, te veo el lunes.

—¿Qué? No. Dijiste que podías cuidarla mañana.

—No, yo dije te aviso si puedo, ¿te avisé algo? —Samantha negó—. Entonces significa que no puedo, ¿no crees? Hasta el lunes hermanita —palmeó su espalda un par de veces.

—¿La tendré que cuidar mañana yo? —Rocio asintió mientras caminaba a la salida—. No puedo hacer eso —la castaña se puso sus botas y abrió la puerta—. Rocio, ¿qué esperas que haga?

—No lo sé, llevarla a la oficina, no debe ser tan difícil, tiene tres años, Samantha, no es complejo entretenerla.

La puerta se cerró, Rivers se quedó viendo la madera hasta que el grito de Lily diciendo que estaba lista se hizo presente.

Y no, Samantha no era un mala madre, de hecho era bastante buena si consideramos que la otra madre de su gatito vino con el bebé, diciendo que sería deshumanizado no aceptarlas, ya que la pequeña era su hija también. Porque sí, conoció a Lily cuando ésta tenía apenas unas semanas de vida y, un día después de que Samantha aceptara que se quedaran con ella para tratar de ser una familia, la madre de Lily decidió irse y dejarle al diminuto humano como recuerdo.

Así que nuestra amiga tuvo que arreglárselas sola, hasta que su querida hermana se mudó a la ciudad y ofreció su ayuda.

Su hija era su vida, había tratado de volver al juego de las citas pero las y los omegas que llegó a conocer no estaban dispuestos a unirse a su familia de dos. Así que Samantha se dio por vencida antes de herir el orgullo de su alfa.

Al día siguiente, despertó más temprano que nunca a la pequeña, quien no estuvo alegre con ese cambio. Un puchero en sus rosaditos labios estaba bien formado desde que Samantha la había comenzado a vestir.

Después de desayunar e ir bien abrigadas ambas, subieron al autobús para ir a la oficina donde la mayor trabajaba. Lily se quedó dormida, cosa que su madre agradeció, la gente del metro la miraban extrañados.

Una alfa llevando a su cachorra a la oficina.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Nuvia, una vez Samantha había llegado, señalando a Lily.

—Nadie más podía cuidarla.

—Tienes una junta, Samantha. ¿Qué te pasa?

La rubia se descolgó la infantil mochila de su hombro y la puso sobre el escritorio de la castaña.

—Cierto, aquí tienes —le pasó a Lily y Nuvia la cargó sin más opción—. Si despierta dale el oso azul de su mochila, no tardo.

—¡Samantha! —gritó en una clase de susurró para no despertar a la muchachita. La alfa sólo corrió hacia la sala de juntas.

Puppy || RivamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora