Capítulo 7

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Jeongyeon.

—Voy a pedirle para salir a Dahyun —dijo Eunwoo.
—No le pidas para salir a Dahyun — respondió Jeongyeon.
—¿Por qué no?
Estaban sentados en la biblioteca, buscando poemas supuestamente. Eunwoo ya había escogido uno corto sobre una chica llamada Julia y «la licuefacción de su ropa». («Qué soez», había dicho Jeongyeon. «No puede ser soez —arguyó Eunwoo —. Tiene trescientos años».)
—Porque es Dahyun —replicó Jeongyeon—. No puedes pedirle para salir. Mírala.
Dahyun estaba sentada a la mesa de al lado con otras dos chicas tan pijas como ella.
—Mírala —repitió Eunwoo—. Es un Bollicao.
—Por favor —dijo Jeongyeon—. Pareces idiota.
—¿Qué? La gente lo dice.
—Lo has sacado de la revista Thrasher o algo así, ¿no?
—Así es como se aprenden palabras nuevas, Jeongyeon —Eunwoo dio unos golpecitos en un libro de poesía—. Leyendo.
—Pues no leas tanto.
—Es un Bollicao —volvió a decir Eunwoo.
Asintió mirando a Dahyun y se sacó de
la mochila una bolsa de tiras de cecina. Jeongyeon volvió a mirar a Dahyun. Rubia, con media melena y el flequillo moldeado hacia los lados, era la única de todo el instituto que tenía un Swatch. Dahyun iba siempre de punta en blanco. No respondió al saludo de Eunwoo. Seguro que
temía mancharse si lo miraba.
—De este año no pasa —declaró
enérgico Eunwoo—. Voy a tener novia. —Pero no será Dahyun.
—¿Y por qué no? ¿Crees que
debería conformarme con menos?
Jeongyeon alzó la vista para mirarlo a la cara. Eunwoo no era feo. Recordaba un poco
a Pablo Mármol, solo que más alto. Ya tenía trozos de cecina entre las palas. —Búscate a otra —insistió Jeongyeon. —Y un cuerno —respondió Eunwoo—.
Quiero probar con lo mejorcito. Y te voy a buscar novia a ti también.
—Gracias, pero no— replicó su amigo.
—Una cita doble —prosiguió Eunwoo. —No.
—En el Impala.
—No te hagas ilusiones.
El padre de Jeongyeon había decidido ponerse en plan fascista respecto al carné de conducir; la noche anterior había anunciado que su hijo tendría que aprender a conducir un coche con marchas antes de coger el automático. Jeongyeon abrió otro libro de poesía. Trataba de la guerra. Lo cerró.
—Pues me parece que hay una
chica a la que le podrías echar la caña —dijo Eunwoo—. Alguien de por aquí siente la llamada de la selva.
—Ese comentario no llega ni a racista —replicó Jeongyeon, alzando la vista.
Eunwoo estaba señalando con la cabeza la esquina más alejada de la biblioteca. La nueva, allí sentada, los miraba fijamente.
—Está un poco gorda —prosiguió Eunwoo—, pero en el Impala hay sitio de sobra.
—No me está mirando. Solo mira al vacío, eso es todo. Ya verás.
Jeongyeon saludó a la chica, pero ella no parpadeó.
Solo una vez había establecido contacto visual desde aquel primer día en el autobús. Había sucedido la semana anterior durante la clase de historia, y ella prácticamente le había arrancado los ojos con la mirada.
Si no quieres que la gente te mire, había pensado Jeongyeon en aquel momento, no te cuelgues cebos de pesca en el pelo. El joyero de aquella tía debía de parecer un basurero. Aunque no siempre iba tan horrible...
Tenía unas Vans que no estaban mal, con un estampado de fresas. Y una chaqueta de cuero que se habría puesto ella misma si hubiese pensado que le iba a quedar bien.
¿Pensaría ella que le quedaba bien?
Cada mañana, Jeongyeon se preparaba para lo peor justo antes de que ella subiera al autobús, pero nada podía prepararte para aquello.
—¿La conoces? —preguntó Eunwoo.
—No —repuso Jeongyeon al instante—. Se sienta a mi lado en el autobús. Es una notas.
—La llamada de la selva. La gente lo dice, ¿no? —dijo Eunwoo.
—Se dice de los negros. O más bien de la gente que se siente atraída por los negros. Y me parece que no es un cumplido.
—Tus antepasados proceden de la selva —observó Cal señalando a Jeongyeon —. Apocalipsis Now, tío.
—Deberías pedirle a Dahyun para salir —contestó Jeongyeon—. Me parece muy buena idea.

Nayeon.

Nayeon no pensaba pelearse por un libro al estilo E. E. Cummings como si fuese la última muñeca repollo. Encontró una mesa vacía en la sección de literatura afroamericana.
Ese era otro problema de aquel puto colegio... de aquel maldito colegio, se corrigió a sí misma.
Casi todos los alumnos eran negros, pero la mayoría de los que asistían a las clases avanzadas eran blancos. Los traían en autobús desde Omaha oeste. Y los chicos blancos de los suburbios, los alumnos desaventajados, llegaban en autobús desde el otro lado.
Nayeon habría dado cualquier cosa por asistir a más clases avanzadas. Ojalá hubiera gimnasia avanzada...
Ni en sueños la iban a admitir en gimnasia avanzada. Si acaso, la incluirían en gimnasia correctiva. Con todas las fofas incapaces de hacer abdominales.
Qué más daba. Los estudiantes de avanzado, ya fueran negros, blancos o de Asia Menor, solían ser más amables. Puede que por dentro fueran igual de mezquinos, pero no querían meterse en líos. O quizás les habían enseñado a comportarse con educación; a ceder los asientos a las personas mayores y a las chicas.

Nayeon asistía a clases avanzadas
de literatura, historia y geografía, pero pasaba el resto del día en el manicomio. En serio, aquel instituto parecía sacado de Semilla de maldad. Tendría que esforzarse más en las clases para listos o acabarían por expulsarla.
Empezó a copiar un poema llamado «Pájaro enjaulado» en su cuaderno... Era bonito. Y rimaba.

Entre casetes | 2YEON adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora