Capítulo 5

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Jeongyeon.

El señor Stessman les había propuesto que memorizasen un poema, el que quisieran. Un poema de su elección.
—Van ustedes a olvidar prácticamente todo lo que les enseñe — declaró el profesor acariciándose el bigote—. De principio a fin. A lo mejor retienen que Beowulf luchó contra un monstruo. Quizá recuerden que «Ser o no ser» es una frase de Hamlet y no de Macbeth... Pero ¿todo lo demás? Ni en sueños.
Recorría el pasillo despacio, arriba y abajo. Al señor Stessman le encantaba montar el número al estilo del teatro redondo. Se detuvo junto al pupitre de Jeongyeon y apoyó la mano en el respaldo de su silla con ademán distraído. Jeongyeon dejó de dibujar y se irguió en el asiento. De todos modos, dibujaba fatal.
—Así que van ustedes a memorizar un poema —prosiguió el señor Stessman. Hizo una pausa para obsequiar a Jeongyeon con una sonrisa digna de Gene Wilder en la fábrica de chocolate—. El cerebro adora la poesía. Tiende a retenerla. Vais a memorizar un poema y dentro de cinco años, cuando nos encontremos por casualidad en el restaurante de comida rápida, me dirán: «¡Señor Stessman, aún me acuerdo de "El camino no tomado"! Escuche... "Dos caminos divergían en un bosque amarillo"...».
Avanzó hacia el siguiente pupitre. Jeongyeon se relajó.
—Que nadie escoja «El camino no tomado», por cierto. Estoy harto de ese poema. Y nada de Shel Silverstein. Es uno de los grandes, pero ahora están ustedes en cuarto. Ya somos adultos. Escojan un poema adulto... Elijan un poema romántico, ese es mi consejo. Les será de gran utilidad.
Se acercó al pupitre de la nueva, pero ella siguió mirando por la ventana.
—Depende de ustedes, por supuesto. A lo mejor escogen «Un sueño diferido»... ¿Nayeon? —la chica se volvió a mirarlo sin cambiar de expresión. El señor Stessman se inclinó hacia ella—. Usted bien podría elegirlo. Es conmovedor y sincero. Pero ¿cuántas veces tendrá la oportunidad de pronunciarlo?» No. Escojan un poema que les diga algo. Un poema que les ayude a hablar con los demás.
Jeongyeon tenía pensado elegir un poema que rimase; así le costaría menos memorizarlo. Le caía bien el señor Stessman, de verdad que sí; sin embargo, habría preferido que se cortase un poco. Cada vez que soltaba uno de sus discursos, Jeongyeon sentía vergüenza ajena.
—Nos encontraremos mañana en la
biblioteca —concluyó el señor Stessman, ahora desde su escritorio—. Mañana, como Herrick, saldremos a coger las rosas.
Sonó el timbre. En el momento exacto.

Entre casetes | 2YEON adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora