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Te extraño más en la quietud de la noche que en la agitación del día.

Te pienso y te pienso, una y otra vez, sin lograr comprender cómo la mente puede asimilar lo que el corazón aún no acepta. No te guardo rencor, y sé que tú tampoco lo haces, pero el eco de tu recuerdo me consume al ver cuán fácil fue para ti desvanecer nuestros sueños compartidos.

Aunque fue la voluntad de Dios, me cuesta aceptarlo; tal vez porque, como dijiste, siempre estoy encerrada, lo que me deja más tiempo para pensar en lo que pudimos haber sido.

Mañana, espero no despertar buscando inconscientemente tu mensaje de buenos días.

Para: L

Notas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora