🌷Capítulo 4🌷

30 2 0
                                    

                                                                                                      ~Elizabeth~

La sala estaba muy poco llena, apenas había seis personas. Me senté en mi asiento y esperé viendo los tráilers cuando vi que alguien se sentaba a mi lado.
Un grupo de cuatro chicos acababa de llegar y la verdad es que no son muy silenciosos.
Las luces estaban apagadas y no se les veía muy bien, pero no paraban de hacer ruido y de tirarse palomitas.
Y si hay algo que no soporto, es la gente que molesta en el cine. Me giro y le toco en el hombro al que se sienta justo a mi lado.

—¿Qué quieres?— Me mira mosqueado—.

— Por si no te diste cuenta, estamos en el cine, hay gente que quiere ver la película. — Intento no perder los papeles, pero este tío no me lo pone fácil.

Se empieza a reír, cosa que me cabrea aún más, y sigue hablando con la boca llena de palomitas.

— Mira, niña, deja de tocarme los huevos. — Se gira y no vuelve a dirigirme la palabra.
Está claro que hay de todo en el mundo.

La película ya se está acabando, y a pesar de que los cuatro tontos de mi lado no paran de hablar, me está gustando mucho.
Es entonces cuando noto algo muy frío cayéndome encima de la cabeza.
El tío de mi lado me acaba de echar toda su bebida por encima.

—¿¡QUÉ COÑO HACES GILIPOLLAS?!— Me levanto de un salto y empiezo a chillar, me da igual quién me escuche, estoy llena de refresco y eso es lo único que me importa ahora mismo.

—Mi madre, tranquilízate, gruñona, ha sido sin querer. — No aguanto más, este tío me saca de mis casillas.

—¿¡Un accidente?! ¡Me has llenado de esa mierda!

Me mira y una sonrisa burlona aparece en su cara. Se levanta y noto que apenas se tiene en pie. Debe estar muy pedo.

—Mira, ha sido un accidente, así que vete a llorarle a tus padres y déjame en paz.

Eso me afecta más de lo que debería y entonces me enfado de verdad. No es una buena decisión, pero en ese momento no pienso con claridad. Me acerco y le doy un puñetazo con todas mis fuerzas.
Me arrepiento al instante. No sólo no le he hecho nada de daño, sino que he quedado en ridículo delante de todas las personas de la sala.
Se queda mirándome y decido salir corriendo. No aguantaba ni un minuto más allí, así que corrí con las lágrimas en mis mejillas hasta llegar a mi casa.


Un corazón que aleteaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora