Capítulo 8

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Narra Malena.

Se me cala el coche por cuarta vez en cinco minutos. Ryder a mi lado suspira, y se pasa las manos por la cara. Por mucho que pueda resultar desesperante la situación me da la sensación que no está así por ello, cuando me vino a recoger a casa ya se notaba decaído.

– Si sigues resoplando así me vas a sacar todas las ganas.

– Perdona. – se acerca a mi asiento y enciende el coche. – Pisa el embrague.

Lo hago, me coge la mano y cambia la marcha para la primera, a su misma vez piso poco a poco el acelerador. El coche se mueve sin problemas, a una velocidad reducida, pero no me preocupa porque estamos en un descampado perdido de la mano de Dios.

– ¿Se puede saber que te pasa? – digo apartando un momento la vista para mirarlo.

El ambiente está un poco raro desde que me intentó besar en la fiesta de celebración por la victoria. Ninguno vuelve a hablar del tema, así que supongo que se convertirá en un fantasma que nos atormentará más adelante. Decido sacarlo de mi mente y fijarme en como me mira totalmente serio. Definitivamente, esto nos iba a perseguir.

– Vista al frente, Lena. – agarra el volante para enderezarnos, bufo.

– Sé conducir solita. – digo dándole una palmada a su mano.

Él las levanta en señal de rendición y se cruza de brazos en el asiento del copiloto. Lo miro significativamente de nuevo, está a punto de soltarlo, pero no sé que es lo que le para.

– Puedes hablarme imbécil, estoy aquí.

– Hice un examen de idiomas de mierda.

– Es el primero tampoco te fustigues.

– Me hace gracia que me digas eso cuando la primera que se fustiga eres tú.

Aprieto el volante con un poco más de fuerza de la que me gustaría mientras doy la vuelta a un árbol que estamos utilizando como rotonda.

– Cambia a segunda. – dice.

Acelero un poco, piso el embrague, y cambio de marcha, no se me cala y la tensión que llevaba en el cuerpo se me va disipando.

– Bien hecho.

– Ya.

Bajo la ventanilla, no podemos poner el aire acondicionado porque le queda poca gasolina al coche, hace un día espléndido y también hace mucho calor. He quedado con Rodrick y Frankie para ir dentro de un rato a la playa. Miro al rubio a mi lado, es algo que solíamos hacer, así que no lo pienso mucho cuando digo:

– No creo que hicieras un examen de mierda. Voy a la playa con ellos, ¿te apuntas?

– Para el coche. – dice serio.

Lo hago casi al instante pensando que se acercaba un peligro o algo, en cambio cuando estamos completamente parados, él me mira como si tuviese tres ojos.

– ¡¿Qué?!

– ¿Me acabas de invitar a un plan? ¿Estás enferma? ¿Necesitas pasar por la farmacia?

– Eres un imbécil. Como si nunca te invitase a nada.

– Claro que si, pero no en los últimos meses.

Es la primera vez en toda la tarde que nos miramos a los ojos, y me vienen flashbacks de la fiesta del sábado. Él se moja los labios cuando lo descubro mirando los míos, lo detesto.

– Además, mañana hay examen. Qué raro que salgas.

– Digamos que Frankie me ha obligado.

– Yo me quedaré estudiando o por lo menos intentándolo.

Confesarse en voz alta {en edición}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora