Capítulo Tres.

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Regresé al hogar a las veintiún horas. Al principio, cuando comencé a ir a los ensayos, tenía miedo de que me descubrieran escabulléndome hacia mi habitación, pues a diferencia del celeste, yo no poseía ningún tipo de visión que me otorgara beneficios. Agregando que en ese momento Chongyun ni siquiera conocía a Xinyan, por lo que él podría encontrarme primero.

Justamente fue lo que había sucedido.

Ni siquiera había abierto la puerta cuando observé sus iris resplandeciendo en la oscuridad. Debí suponer que el peligro no recaía en los ancianos, que no podían levantarse por su cuenta, sino en mi mejor amigo, parado con la cadera ladeada y los brazos cruzados.

–¿Dónde estabas?– preguntó, nervioso; porque en toda la vida que llevamos compartiendo habitación, esto no había sucedido, más que la vez en la que me perdí en el bosque. Al recaer en ello, pude comprender el porqué de su ansiedad.

Caminé a paso apresurado y silencioso, llegue a su lado tomándolo por los brazos y lo dirigí escaleras arriba a nuestra habitación.

Una vez dentro, todavía susurré, porque sobre las paredes delgadas del recinto aún eran audibles las voces.

–Se lo que podrías estar pensando...–y fuí interrumpido.

–¡Definitivamente no sabes en lo que estoy pensando! –respondió, en un susurro intenso.

Lo sostuve por los hombros y lo obligué a que me mirara, la luz de la candela permitía que fuera visible.

–Respira, Gyun, o vas a alterarte y ni siquiera podremos charlar –el nombrado asintió levemente, entendiendo a lo que me refería–, planeaba contarte mañana, pero no contemplé que notarías mi ausencia...

»Conocí a alguien –mire al suelo, evitando sus pupilas– estaba tocando en uno de los muelles de la ciudad. En su acto me invitó a subir al escenario, me dió unos papeles ¡y me dijo que cantara!

–¿Tocando... qué cosa?– preguntó mientras palmeaba su frente con estrés, intentando comprenderme.

–¡Un..! –alegué sin conocer la respuesta con exactitud, el instrumento que empleaba era uno que no había visto jamás, las cuerdas sobre la madera que se posicionaba cercana al pecho, con pequeños metales que alteraban el sonido de cada cable– un instrumento.

El celeste bufó como si estuviera charlando con un loco.

–Como sea, cuando terminó la función, dijo que jamás había oído algo como yo –lo escuché susurrar un: "como tú", incrédulo, pero seguí– me invitó a ensayar en su hogar.

–¡¿Y fuiste?!–casi podía sentir un golpe en mi cabeza por su parte.

–Pues si...

–¿No pensaste que quizás podría haberte hecho algo? ¡Suenas como un niño, cuando sabes bien los peligros de la ciudad! ¡Ellos no son como nosotros!

–Lo se, ¡pero era la oportunidad que siempre busqué Gyun!, encerrado en este ministerio jamás habría podido saber que quizás era lo mío... Sobre todo cuando tú sabes más que nadie que desde aquel día en el bosque he deseado aprender de ello.

Se quedó perplejo y solamente me miró, entendiendo mis palabras, preocupado por mi ingenuidad.

–Además...–junte mis manos intentando que el argumento sonara válido– era una mujer, ¿cómo iba a desconfiar de una mujer?

Ahora si el golpe se hizo presente.

–¡Una mujer también podría hacerte daño! Además, ¿no eras...? –Cubrí sus labios con mi mano, intentando callarlo, pues si la palabra salía de sus comisuras no volvería a ver la luz del sol jamás. Cuando pasaron unos segundos, lo solté– ¿Quién eres y a dónde te llevaste a mi amigo?

–¡No es lo que piensas, imbécil! –respondí, sintiendo mis mejillas calentarse– Yo no... ¡No tengo que explicarte nada, sabes bien que solo sería una amiga!

Y río plenamente, porque así éramos nosotros, Chongyun no podría enojarse lo suficiente conmigo como para no soltar una carcajada al pasar de quince minutos, ni yo tampoco.

–Me gustaría que vinieras con nosotros.

Me miró y sonrió sin despegar los labios, asumo que esperaba la invitación, porque al igual que todo en nuestra vida, él siempre formaba parte de cada aspecto en ella.

–De acuerdo –mencionó tranquilo, mientras se posicionaba en su cama y se arropaba, a la par que yo me quitaba la camisa y buscaba una prenda en el cajón.

Cuando mi mente funcionó y elaboró una respuesta coherente la empleé.

–No vengas a juzgarme a mí, que vi tus ojitos mirando al hijo del gerente del gremio de comerciantes– dije mientras me reía entre susurros.

Tres segundos pasaron cuando se levantó y me soltó otro golpe en la cabeza.

[...]

Cuando llegué a la habitación, Chongyun ya estaba dormido, asumo que su positividad en el entrenamiento debió agotarlo.

Me posicioné en mi cama, y suspiré comprendiendo que mañana sería nuestra primera presentación en grupo. Dirigí mi atención hacia la ventana a mi lado, y al observar tras esta, un cristalóptero celeste me devolvía la mirada; evocando en mi una profunda paz gracias al mágico ser, paz que estaba ligada a mi pasado, pues un ejemplar así había salvado mi vida en aquel entonces.

Abrí el cristal y  permití que revoloteara por la habitación, hasta posarse sobre mi cabello, cercano a mi frente.

Fue entonces que deje mis ansiedades detrás y me entregué a la deidad del descanso, protegido por el misticismo del pequeño alado.

Deja que los ángeles te guíen.ೃ࿔* XiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora