4 | Lluvia y oro

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Subió apresuradamente por las escaleras, tomando su mochila y rebuscando en su interior

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Subió apresuradamente por las escaleras, tomando su mochila y rebuscando en su interior. Descubrió que no quedaba nada, ni siquiera el cristal, que había desaparecido junto con el mapa encontrado en el barco.

Ante la obvia traición, Rubius halló una fuerza y un coraje insospechados, bajó nuevamente al sótano para inspeccionar si acaso quedaba algo. Sin embargo, la deslealtad fue suficiente para marchitar su corazón como una flor en pleno invierno. La decepción lo embargó, había creído que podría tener algo diferente a su eterna soledad, pero el destino parecía empeñado en recordarle que no todo era como se anhelaba.

Tendría que volver a sembrar lo que había cosechado, recuperar sus minerales; incluso su hacha de diamante estaba ausente, seguramente en manos del impostor.

No podía quedarse con los brazos cruzados lamentando la pérdida de los objetos que tanto esfuerzo le habían costado. Sabía que todo en esta vida debía ganarlo a cualquier precio y únicamente con el fruto de su trabajo.

Bajó al sótano y contempló los cofres vacíos. Comenzó a rebuscar, encontrando poco, ya que Quackity se había llevado todo lo valioso. Maldijo en voz baja.

¿Todo este tiempo me había mentido? ¿Realmente nunca fue condenado? ¿Y si era solo un farsante?

Rápidamente, comenzó a construir un cuchillo con madera vieja y una navaja antigua, y cualquier otra cosa que pudiera fabricar con lo poco que tenía para compensar lo perdido, aunque fuera una tarea hercúlea dado lo que había logrado a lo largo del tiempo.

Todo su esfuerzo tirado a la basura por una muestra de confianza, que al final fue una pérdida de tiempo.

Fabricó una armadura de cuero con materiales viejos y cubiertos de polvo. Se la puso y salió con su equipo antiguo para encontrarse con Ramón, que parecía tener una mirada de reproche en sus ojos por su falta de desconfianza.

—No me mires así, Ramón —dijo Rubius antes de colocarle la montura.

El otro chico se había robado el diamante y el oro. Comenzó a explorar los alrededores a pie, sintiendo la leve brisa mañanera, levemente fría.

Percibió un destello en el suelo, bastante brillante; encontró rastros de polvo amarillo que resplandecían bajo los tenues rayos del sol.

Eso fue una clara muestra de un camino. Siguió las huellas de polvo brillante entre los árboles, hasta lo profundo del bosque. Decidido, regresó a buscar a Ramón, que aguardaba pacientemente en su sitio.

—Esperemos que Quackity haya sido lo suficientemente torpe como para dejar el camino expuesto—murmuró Rubius, con la mirada fija en el sendero brillante.

Cuanto más rápido se apresurara, más pronto alcanzaría su objetivo. Consiguió algo de comida, aunque escasa, pues Quackity, insatisfecho, también había tomado grandes cantidades de pan. Se despidió de Raspy, añorando volver lo más pronto posible.

El huraño y el fortacán | RubckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora