La Oscuridad Interior

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Durante semanas, la ciudad permaneció en un inquietante silencio. Los asesinatos cesaron abruptamente, y con ellos, la tensión palpable que había envuelto a cada rincón de la vida de Castiel Sinclair. Pero la pausa en los crímenes no trajo la paz esperada. Para Castiel, el respiro se sintió como la calma traicionera antes de una tormenta. La falta de acción solo amplificó su paranoia, dejándolo solo con sus pensamientos y sus demonios.

A pesar de la aparente tranquilidad, Castiel no podía relajarse. Pasaba horas revisando los expedientes de los casos, buscando cualquier pista que pudiera haber pasado por alto. Las palabras de las notas y la imagen del rostro distorsionado en el espejo seguían acosándolo.

Una noche, exhausto por el constante estado de alerta, Castiel finalmente se quedó dormido en su sofá. El sueño llegó rápidamente, sumiéndolo en una oscuridad pesada. Pero no fue un sueño reparador. Fue un sueño vívido, tan real que podía sentir cada detalle con una claridad aterradora.

Se encontraba en una habitación oscura y húmeda, las paredes cubiertas de un papel tapiz desgastado y mohoso. La luz parpadeante de una bombilla colgante iluminaba tenuemente el lugar. En el centro de la habitación, una figura encapuchada trabajaba febrilmente sobre el cuerpo de una mujer. La escena era espeluznante y aberrante.

Castiel se dio cuenta de que estaba viendo a través de los ojos del asesino. Sentía la adrenalina y la emoción retorcida que impulsaban cada uno de sus movimientos. Las manos del asesino se movían con precisión macabra, cortando y desmembrando a la víctima con una pericia que solo podía venir de una mente enferma y obsesionada. La sangre salpicaba, empapando el suelo y las paredes en un espectáculo grotesco.

El asesino no solo mutilaba el cuerpo. Se regodeaba en su propio acto, manoseando los restos con una mezcla de fascinación y lujuria. Castiel podía sentir cada toque, cada caricia morbosa, como si sus propias manos estuvieran ejecutando el acto. El asesino bajó las manos ensangrentadas por su propio cuerpo, gimiendo de placer mientras se tocaba. La perversión del momento era abrumadora, y Castiel sentía náuseas mientras experimentaba esta macabra conexión. La risa maníaca del asesino resonaba en la habitación, mezclándose con los jadeos y los susurros oscuros.

El asesino se inclinó sobre el cuerpo, susurrando palabras inaudibles, casi como un amante susurrando dulces promesas. Castiel sintió un escalofrío de horror cuando reconoció la voz. Era su voz, distorsionada y llena de una oscuridad que nunca había imaginado. La repulsión y el pánico lo invadieron, pero no podía apartar la mirada.

De repente, la figura encapuchada se volvió, y Castiel vio su propio rostro reflejado en un espejo roto al otro lado de la habitación. Los ojos en el espejo lo miraban con una mezcla de burla y satisfacción. La comprensión lo golpeó con una fuerza demoledora. Este sueño no era solo una pesadilla. Era una ventana a una verdad que había estado tratando de evitar.

—La oscuridad siempre te encuentra, Castiel —murmuró su propio reflejo, con una voz que no era completamente suya.

Despertó de golpe, empapado en sudor, con el corazón latiendo desbocado. La sensación de repulsión y miedo aún lo envolvía, como una capa de niebla que se negaba a disiparse. Se levantó del sofá, tambaleándose hacia el baño para lavar su rostro. Al mirarse en el espejo, vio su reflejo, pero ya no estaba distorsionado. Sin embargo, las palabras del sueño seguían resonando en su mente.

La pausa en los asesinatos no era un alivio. Era una trampa, una pausa calculada para llevarlo al borde de la locura. El asesino no solo estaba fuera, sino también dentro de su mente, acechando sus pensamientos, manipulando sus sueños. La línea entre la realidad y la pesadilla se estaba volviendo peligrosamente borrosa.

El teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos. Era Thompson, su voz tensa y urgente.

—Castiel, hemos encontrado algo. Necesitas venir a la comisaría, ahora.

Reflejo Oscuro: La Sombra Interior Donde viven las historias. Descúbrelo ahora