Ecos del Pasado 2/2

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Castiel Sinclair se adentró en los archivos de su pasado, buscando respuestas en los rincones más oscuros de su mente y en los documentos olvidados de casos cerrados hace mucho tiempo. Sabía que debía haber algo que lo conectara a los asesinatos recientes, algo que explicara por qué todo se parecía tanto al modus operandi del criminal Jonathan Reese. Pero mientras más profundo cavaba, más se daba cuenta de que la verdad que buscaba era más personal y aterradora de lo que jamás podría haber imaginado.

En la soledad de su oficina, rodeado de expedientes polvorientos y fotografías macabras, Castiel se sumergió en los detalles de casos antiguos. Había algo inquietantemente familiar en cada escena del crimen, en cada víctima mutilada. Las imágenes y los informes parecían superponerse a su propia realidad, como si hubiera un espejo distorsionado reflejando los horrores de su mente.

Una noche, Castiel encontró un archivo que no recordaba haber visto antes. Era un caso de hace más de una década, uno de sus primeros como detective. La víctima era una joven llamada Emily, asesinada brutalmente en su apartamento. Mientras leía el informe, recordó el impacto que tuvo ese caso en él. Emily había sido una de las primeras víctimas de Reese, o al menos eso creía en su momento.

Los detalles eran espeluznantes: el cuerpo desmembrado, las notas de odio y obsesión dejadas junto a ella. Castiel sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral mientras releía las palabras escritas con una caligrafía que le resultaba alarmantemente familiar. La sensación de déjà vu era abrumadora.

Decidió revisar las notas de sus propias entrevistas y observaciones de ese caso. Cada palabra, cada observación parecía resonar con una voz que no podía identificar claramente. Había algo en la forma en que describía al asesino, algo que lo hacía sentir incómodamente cerca de la verdad que se ocultaba en su propia mente.

Mientras se adentraba más en los archivos, encontró un diario antiguo, uno que solía llevar cuando era joven. Las entradas eran fragmentadas y caóticas, escritas en momentos de estrés y desesperación. Una en particular llamó su atención:

"Febrero 14, 2008. No puedo dormir. Las imágenes no se van. La sangre, los gritos. Siento que estoy perdiendo el control. A veces, no estoy seguro de quién soy realmente. Siento una oscuridad dentro de mí, una parte que anhela el caos. ¿Podría ser posible que yo...?"

La entrada terminaba abruptamente, las palabras garabateadas en una tormenta de emociones. Castiel sintió un nudo en el estómago. La idea de que pudiera ser el verdadero asesino, de que una parte de él estuviera perpetrando estos horrores, lo llenaba de terror y repulsión.

Decidido a encontrar respuestas, buscó en su memoria cualquier conexión con Jonathan Reese. Recordaba haberlo arrestado, pero los detalles eran borrosos, como si estuvieran envueltos en una niebla espesa. Se preguntó si su mente había suprimido algo, si había algo más profundo que simplemente haber cazado a un asesino.

De repente, un recuerdo enterrado emergió con una claridad desgarradora. Un encuentro con Reese en la prisión, poco antes de su ejecución. Reese lo había mirado con una sonrisa maliciosa y había susurrado algo que Castiel había olvidado hasta ese momento:

"Nos parecemos más de lo que crees, Sinclair. La oscuridad siempre encuentra su camino."

El impacto de esas palabras resonó en su mente como una campana de alarma. ¿Podría ser que Reese había visto algo en él que él mismo no había querido reconocer? ¿Que la verdadera oscuridad no era externa, sino una parte intrínseca de su ser?

La conexión entre los asesinatos y su propia psique se volvía cada vez más innegable. Castiel comenzó a recordar fragmentos de noches perdidas, de sueños que no eran solo sueños, sino recuerdos distorsionados de actos cometidos bajo el velo de una segunda personalidad. La dualidad de su existencia, su lucha interna, era más real de lo que había querido aceptar.

Desesperado, decidió visitar a una antigua colega, la Dra. Evelyn Harper, una psicóloga forense con quien había trabajado en varios casos. Sabía que necesitaba ayuda para desentrañar la maraña de su mente y enfrentarse a la verdad de su dualidad.

Al llegar al consultorio de Evelyn, su mente aún estaba agitada por los recuerdos y las revelaciones. Sabía que estaba al borde de un descubrimiento crucial, uno que podría salvarlo o destruirlo por completo.

—Evelyn, necesito tu ayuda —dijo con voz temblorosa—. Creo que soy yo. Creo que siempre he sido yo.

Evelyn lo miró con preocupación y empatía, invitándolo a sentarse.

—Vamos a averiguarlo juntos, Castiel. Es hora de enfrentar la oscuridad dentro de ti.

Mientras comenzaban la sesión, Castiel se preparó para desenterrar los secretos más oscuros de su alma, consciente de que la verdadera batalla estaba apenas comenzando.

Evelyn lo guio a través de una serie de ejercicios para explorar su mente y sus recuerdos reprimidos. Utilizaron técnicas de hipnosis y regresión, intentando desenterrar las capas de su subconsciente que podrían contener la verdad.

Mientras se adentraban más en la sesión, Castiel comenzó a ver imágenes fugaces y fragmentadas de sí mismo, no como el detective diligente, sino como alguien más oscuro y retorcido. Vio sus manos ensangrentadas, sintió la adrenalina y la perversión de los actos que había cometido. Cada imagen, cada sensación lo hundía más en la comprensión de que él y el asesino eran uno solo.

Evelyn observaba sus reacciones con creciente inquietud. Era evidente que Castiel estaba luchando contra algo profundo y aterrador dentro de sí mismo. Sus ojos se movían rápidamente bajo los párpados cerrados, y su respiración se volvía irregular.

—Castiel, quiero que intentes recordar la primera vez que sentiste esta oscuridad. ¿Qué ves? —le pidió Evelyn con voz calmada pero firme.

Castiel se concentró, forzando a su mente a retroceder en el tiempo. La oscuridad envolvía su conciencia, y de repente se encontró en su adolescencia, en una noche tormentosa. Estaba solo en su habitación, mirando fijamente al espejo. El reflejo que veía no era el suyo; era el de alguien más, alguien que sonreía con malevolencia.

—Recuerdo una noche... tenía unos dieciséis años. Estaba en mi habitación, mirando el espejo. Sentía que algo me observaba desde el otro lado, algo que quería salir —dijo, su voz temblando con el esfuerzo del recuerdo.

—¿Y qué pasó después? —preguntó Evelyn, manteniendo su voz suave y alentadora.

—Sentí una rabia inexplicable, una necesidad de hacer daño. Esa fue la primera vez que perdí el control, la primera vez que la oscuridad tomó el mando —admitió, las lágrimas comenzando a correr por sus mejillas.

La revelación fue como un golpe visceral. Evelyn comprendió que Castiel había estado viviendo con esta dualidad durante años, sin ser completamente consciente de ella. La verdad era dolorosa y devastadora, pero también era el primer paso hacia la recuperación.

Cuando la sesión terminó, Castiel se sintió exhausto, como si hubiera corrido una maratón emocional. Evelyn le ofreció una taza de té y lo observó en silencio mientras él procesaba todo lo que había salido a la luz.

—Has sido increíblemente valiente, Castiel. Reconocer esta parte de ti es el primer paso para controlarla y, eventualmente, superarla. No estás solo en esto —le aseguró, poniendo una mano reconfortante sobre la suya.

Castiel asintió, sintiendo un pequeño atisbo de esperanza entre la vorágine de emociones. Sabía que el camino por delante sería difícil, lleno de enfrentamientos internos y revelaciones dolorosas. Pero también sabía que no tenía otra opción. Para detener al asesino y salvar su propia cordura, debía confrontar y comprender la oscuridad interior que lo había consumido durante tanto tiempo.

La batalla apenas había comenzado, pero al menos ahora sabía contra quién luchaba. Y eso, por ahora, era suficiente.

Reflejo Oscuro: La Sombra Interior Donde viven las historias. Descúbrelo ahora