Reunión indeseable

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Esa noche mi padre prácticamente me obligó a acompañarlo a casa de los Stamford. Al parecer habría una reunión importante en el pueblo y el Sr Stamford había ofrecido su mansión como punto de reunión.

La mansión era increíblemente gigantesca, tenía inmensos ventanales por todos lados y hermosas decoraciones, se observaban cuadros pintados con la más fina pintura y muebles de oro puro tallados a mano en las esquinas. Sin duda la casa de los Stamford estaba llena de riquezas.

Caminé unos cuantos pasos, recuerdo que sólo estaba observabdo todo el lugar, me encontraba maravillado con cada una de las extravagantes decoraciones. Fue ahí cuando levanté mi vista y miré un gigantesco cuadro de oro colgado en la pared de lo que parecía ser una sala, en el cuadro estaba pintada una hermosa mujer de tez blanca, sus ojos tan azules como el océano y su cabello era fino y negro. Realmente era una obra de arte.

—Es preciosa, ¿no es así?

Escuché una voz detrás de mí sacandome de mi ensueño, e inmediatamente volteé para ver de quien se trataba. Era nada más y nada menos que el señor Stamford, inmediatamente hice una reverencia y me presenté.

—Mucho gusto, señor. Soy hijo del Sr Styles-. sonreí tratando de estrechar mi mano pero el Sr me ignoró por completo y seguía mirando hacia el cuadro.

—Es mi hija, se llama Elizabeth-. dijo con una sonrisa en el rostro sin dejar de mirar la hermosa pintura.

—Oh... ella es preciosa-. comenté volviendo a mirar el dichoso cuadro, el Sr por fin despegó su vista del retrato y me miró.

—¿Cuántos años tiene, muchacho?

—16 años, señor.

Me inspeccionó por unos segundos y después suspiró.

—Demasiado chico...-. susurró y salió de la habitación sin siquiera despedirse. No entendí que quiso decir con esas palabras, ¿acaso lo había ofendido?

Con confusión decidí salir al jardín, estaba tratando de hacer tiempo en lo que terminaba la reunión y pudiéramos irnos a casa, la reunión solo era para las cabezas de la familia, por lo que no me iba a encontrar a ningún joven aquí, mucho menos a alguien conocido.
Con aburrimiento me senté en una de las bancas con vista al hermoso jardín de los Stamford, tenían flores púrpura y arbustos muy bien cuidados.

Comencé a caminar observando cada detalle del jardín, tocando las rosas y preguntándome porque mi padre me había traido aquí si mi presencia no era necesaria.
Seguí caminado hasta llegar al otro extremo de la mansión, donde se podian observar hermosas manzanas rojas brotando de un gigangesco árbol, las maravillas en ese lugar parecían no dejar de sorprenderme.
No paraba de admirar todo el lugar hasta que a lo lejos te vi a ti, estabas caminado de la mano con una mujer hermosa y llevabas puesto un traje. Quede perplejo tratando de tallarme los ojos para saber si estaba mirando bien, quería estar mirando mal, quería que el que estaba escoltando a esa mujer no fueras tú.

Pero sí lo eras, y parecía que se la estaban pasando muy bien, pues ella no paraba de reírse, al parecer le estabas contando algo gracioso. No entendía quién era ella y no entendía porqué estabas aquí, se suponía que no me encontraría con nadie de mi edad.
Seguí visualizándolos a lo lejos, tratando de comprender lo que estaba pasando. De pronto sentí que incrementaban sus pasos y cada vez se aproximaban más a donde yo estaba.

Mi corazón empezó a latir rápido y me maldije sin saber que carajos hacer, no sabía si echarme a correr o esconderme detrás de un arbusto, voltee nuevamente a verlos y vi que estaban cada vez más cerca, sin nada bueno que se me ocurriera me tiré al césped y me arrastre hacia un arbusto tratando de pasar desapercibido. Me sentía un idiota ¿por qué no podía acercarme a saludar como una maldita persona normal?

—Oh... no hace falta, Sir Tomlinson...

—Acéptelo señorita, es de mi agrado obsequiarselo-. dijiste sacando de una pequeña caja un hermoso collar hecho de perlas.

—Es precioso-. chilló la chica y miré como le pusiste el colgante en su fino cuello, no entendía que estaba pasando pero si de algo estaba seguro es que mi corazón estaba hecho trizas en ese momento.

—Me complace saber que es de su agrado, señorita.

—Muchas gracias Sir Tomlinson, es un muy lindo detalle-. dijo la chica y tú tomaste su delicada mano para plantar un beso en ella.
Me quería morir ahí mismo.
Recuerdo que sin darme cuenta empezaron a salir lágrimas de mis ojos y empecé a sollozar, me maldije tratando de callar mi llanto pero era inevitable.

No recuerdo como pasó pero para mi mala suerte mis horribles sollozos habían llegado a sus oídos, y sin darme cuenta ustedes me estaban observando.
Rápidamente me limpie las lágrimas y me levanté del césped para hacer una reverencia, me sentía completamente humillado, frágil, traicionado e impotente.

—Yo... sólo estoy esperando a que mi padre salga de la reunión. Mi más sinceras disculpas si llegué a interrumpir algo- . dije mirándote directamente a los ojos y tú tenías cara de sorpresa, por supuesto que no esperabas verme ahí. Me di media vuelta y caminé tratando de volver a entrar a la mansión y decirle a mi padre que nos largáramos en ese mismo instante.

—Señor, ¿no piensa presentarse?-. escuché decirte, palabras que me hicieron voltear de inmediato, todavía tenías el descaro y la insolencia de decirme eso.

—¿Es necesario que lo haga?-. cuestione reteniendo las lágrimas que amenazaban por salir de mis ojos.

—Por simple cortesía-. respondiste con una sonrisa forzada al mismo tiempo que le lanzabas una mirada de aprobación a la chica.

—Al parecer a usted eso es lo que menos le importa, ¿no es así, Sir Tomlinson?-. escupí sin quitar un sólo segundo la mirada de tus ojos, tú tampoco dejaste de mirarme.

—No es necesario que se presente, señor. Pero yo soy Elizabeth, un gusto-. comentó de pronto la chica al mismo tiempo que hacía una rápida reverencia, acto que hizo que los dos la volteáramos a ver enseguida.

—¿Elizabeth?-. pregunté pensando en que había escuchado mal.

—Así es-. confirmó con una sonrisa. Era Elizabeth Stamford, la chica que estaba pintada en el cuadro de la mansión. Mi mente no tardó en sospechar que seguramente estabas aquí para cortejarla. Por un momento me sentí como si no fuera nadie, pues la verdad yo no era nada comparado con esa hermosa chica. Y por un momento desee ser ella, porque sólo así podrías quererme y estar conmigo sin necesidad de callar.

Sin nada mejor que decir o hacer sólo me di media vuelta y camine a pasos apresurados tratando de no echarme a llorar nuevamente por lo sucedido.
Mi corazón ardía con fuerza con cada paso que daba. Mis ojos brillaban de tristeza, este momento era la imagen pura de la traición.
RABIA.
Eso es lo que sentía.
Rabia, porque me habías visto la cara de estúpido todo este tiempo y porque me estabas traicionando de la manera más dolorosa posible. Quería gritar y arrancarme el corazón del pecho en ese instante solo para ver si dejaba de dolerme.
Te detestaba porque a pesar de todo mi alma te pertenecía y proclamaba tu nombre... pero al parecer tú no eras completamente mío, quizá nunca lo fuiste.










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⏰ Última actualización: Jun 12 ⏰

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