Capitulo 9

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Al despertarme, sentí el calor de un brazo firme y protector alrededor de mi cintura. No podía recordar la última vez que había compartido mi cama con alguien. Usualmente, esas experiencias no solían ser positivas. Sin embargo, este brazo tenía algo especial: una sensación de seguridad que me hacía sentir que podía enfrentar cualquier cosa. Además, Nian, en las mañanas, desprendía un aroma increíble. Suspiré contenta y me acurruqué más cerca de él, sin abrir los ojos. No quiero que se termine este momento y se marche como siempre hace.

Nian, medio dormido, me atrajo aún más hacia él, ajustando mi espalda contra su pecho con un movimiento lento pero decidido. La manera en que su cuerpo musculoso y esculpido se acoplaba perfectamente al mío, más pequeño y suave, envió una oleada de calor desde mi estómago hasta mis extremidades. Su respiración lenta y constante era un recordatorio de que estaba ahí, a mi lado. Mientras su mano acariciaba suavemente mi vientre, sentí cómo una corriente de tranquilidad se deslizaba por mi cuerpo. Cada segundo que pasaba, mi corazón se aceleraba un poco más, no por miedo, sino por una emoción cálida y reconfortante que hacía tiempo no experimentaba.

Finalmente, abrí los ojos lentamente y giré la cabeza para mirarlo. Sonrió nerviosa, me gustan estos pequeños momentos en los que se puede decir que somos realmente novios y que no es solo mi mente quien se lo imagina.

—Buenos días —murmuré suavemente, aunque no esperaba respuesta—. Te has quedado al final, pensé que te marcharías a la hora.

—El instinto me dejó quedarme.

—¿Qué instinto? —susurré, confundida.

Nian sonrió y me acarició el rostro con ternura.

—Pensé que te gustaría verme despertar a tu lado, así que me quedé. —Su sonrisa se amplía.—¿Te gusto verme despertar a tu lado?

—Me da un poco igual—mentí.

Lo miré de manera indiferente, como si sus palabras no me importaran, aunque por dentro me sentía más cálida y protegida de lo que quería admitir. Nian notó mi expresión y soltó una pequeña risa.

—No te hagas la dura —dijo, acercándose más—. Sé que te gusta tenerme aquí.

—Quizás —respondí, tratando de mantener mi tono neutral.

Él bajó la mano hasta mi cintura, atrayéndome más cerca de él.

—No pasa nada si te gusta —dijo suavemente—. A mí también me gusta estar aquí contigo.

—A veces dudo de ello.

—Pues no quiero que lo dudes más, porque me gusta realmente.

Sus palabras, aunque simples, resonaron en mi corazón. No quería admitirlo, pero tenerlo a mi lado me hacía sentir menos sola. Era una sensación que había olvidado que podía experimentar, y aunque trataba de mantenerme indiferente, no podía negar que había algo especial en ese momento.

—Gracias por quedarte —murmuré, finalmente permitiéndome sonreír un poco.

—No hay porque darme las gracias, eres mi novia. —se mueve un poco en la cama, pero estamos demasiado apretados—¿No te gustaría cambiarte de cama? —me pregunta. Lo miro confundida—. Me refiero, es muy pequeña para dos personas. ¿No te gustaría tener algo más grande?

—Son pertenencias de la residencia. No puedo cambiarlo.

Él bosteza y se estira, levantando los brazos tras quedarse sentado en la cama, sin camiseta. Me levanto, corro las cortinas a un lado y me quedo mirándolo. ¿Y esa aura que me trae a primera hora de la mañana? Es perfecta. Bueno. Casi perfecta.

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