𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑.

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- ¿Entonces Alondra y tú irán a una fiesta hoy? — Preguntó Lenay a Ari mientras intentaba alimentar al pequeño Iván, quien solo se divertía mientras escupía su comida

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- ¿Entonces Alondra y tú irán a una fiesta hoy? — Preguntó Lenay a Ari mientras intentaba alimentar al pequeño Iván, quien solo se divertía mientras escupía su comida.

Era hora del desayuno y la gran familia estaba sentada alrededor de un pequeño comedor para seis en el que, de alguna manera, lograban comer trece al mismo tiempo.

Alondra amaba esto. No solo el hecho de tener una familia, sino el ser tan unidos como para nunca darse cuenta de lo incómodo que era aquello.

- Si. — Respondió con felicidad mientras se apresuraba a comer. Llegaría tarde a sus clases en la universidad si tardaba demasiado. — Brisa y Molly decidieron quedarse para hacer tontas manualidades.

- Increíbles manualidades. — La corrigió Brisa desde el otro lado de la mesa.

- Lo que digas...

- Supongo que irás con tu novio. — Intuyó su madre.

- Así es. — Afirmó con una sonrisa. Alondra lo odiaba, sentía que algo no estaba bien con él, pero si hacía a Ari feliz, no le quedaba nada más que aceptarlo.

- ¿Y con quién irás tú, Alondra?

- Iré con Carlos. Nada especial.

Lenay suspiró. Confiaba en Ari, pero en su novio no tanto. El que Alondra la acompañara le daba mucha más tranquilidad.

- Pensé que irías con esa chica del restaurante, Alo. — Murmuró Germán, extrañado tras el periódico que leía.

Su corazón se detuvo y sintió las mejillas arder cuando sus diez hermanos y Lenay se giraron a mirarla con los ojos bien abiertos.

- ¿Cómo sabes... de eso? — Tartamudeo.

- Estaba reunido con mi jefe en la mesa del fondo. Estoy seguro de que no me viste. Estabas demasiado ocupada mirando ese cuadro de panda... y a esa chica.

- ¡¿No pensabas contarme, Alondra?! — Se escandalizó Abril.

- Fue solo un almuerzo. — Respondió apresuradamente. — No fue nada importante.

O si lo había sido, pero no planeaba aceptarlo.

- No parecía ser solo un almuerzo, Alo. — Siguió su padre adoptivo. No podía verle el rostro, pero sabía que se estaba riendo de ella.

- ¿Es bonita? — Logró preguntar Lenay.

Aunque estaba avergonzada dio gracias por la actitud de sus padres. Años antes, cuando les había confesado su preferencia sexual, el ambiente de la casa se había mantenido tenso durante bastante tiempo. Terminaron aceptándola, por supuesto, y ahora eran incluso capaces de bromear con ella.

Se sentía agradecida porque no todos corrían con la misma suerte.

- Bastante. — Afirmó. No podía mentir. — Deberías ver sus ojos. Son increíbles.

La tatuadora de libélulas // RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora