2. Primer Contacto

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—¡Ah, qué bien se sintió! —suspiró Kana, saliendo junto a Nami del baño de chicas entre una gran nube de vapor—. De verdad, mis músculos agradecen el agua caliente.

—Los míos también —Nami se dirigió a su casillero, donde tenía su ropa de cambio y comenzó a vestirse—. Además, fue divertido compartir con las demás chicas; no había tenido oportunidad de hablar con ellas.

—Yo tampoco —concordó Kana, pasándose una camiseta por la cabeza—. Ya no odio a Shinomiya.

Nami levantó las cejas.

—¿La odiabas? No lo había notado.

Kana se mordió el labio pensando en cómo responder y finalmente negó con la cabeza.

—No te mentiré, me molestó bastante cuando en la última prueba acaparó a todos los Kaijus sin importarle los demás. Es muy individualista, pero supongo que es algo común en este rubro.

Ambas chicas salieron al pasillo principal; debían llegar hasta el fondo para subir por las escaleras de emergencia e ir a su habitación en la tercera planta.

—Aún no arreglan el ascensor... —comentó Nami al pasar junto a él. El cartel de "fuera de servicio" aún la molestaba; con Kafka había sido una tortura subir las escaleras.

—Sí, pero son pocos pisos, no es nada —bostezó Kana.

"Ojalá lo reparen pronto" pensó Nami.

Cuando llegaron a la puerta de emergencia e intentaron abrirla, está no cedió. Probaron de varias formas sin éxito.

—¿Será que solo se abre por dentro? —dijo Kana, cada vez más impaciente—. Iré a preguntar a la administración del edificio, tú sigue intentando abrir la puerta.

—¡Espera!

Pero Kana se alejó demasiado rápido como para escucharla. Nami continuó intentando abrir la puerta por su cuenta, pero estaba claro que estaba cerrada con llave.

Aburrida, se recargó contra la puerta y comenzó a pensar en los últimos acontecimientos; su ingreso a la milicia, sus compañeros, el entrenamiento, su bajo desempeño...

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no escucho el sonido metálico del cerrojo al destrabarse.

De pronto, la puerta se abrió y Nami cayó de espaldas. Intentó frenar la caída, pero sus reflejos no fueron lo suficientemente rápidos. Resignada, maldijo su propia estupidez mientras cerraba los ojos y levantaba los brazos para protegerse, esperando el impacto.

Pero este nunca llegó.

En cambio, sintió cómo el aire se le escapaba de golpe y como algo firme envolvía su cintura.

—Vaya, eso estuvo cerca —escuchó Nami, muy cerca de su oído—. ¿Estás bien, Oizawa?

Nami giró la cabeza hacia la fuente de la voz y al instante se arrepintió. Su rostro estaba peligrosamente cerca.

—¡Vicecapitan Hoshina!

—Soldado Oizawa —respondió él con su típica sonrisa.

—Perdón, n-no quise...

—No te preocupes, Oizawa —interrumpió él, liberándola de su agarre—. Aunque no deberías apoyarte en estas puertas.

—Es q-que e-estaba cerrada y K-Kana

Antes de que pudiera terminar su frase, el Vicecapitán Hoshina ladeó la cabeza y sus ojos se fijaron en su cuerpo. Nami se estremeció bajo su escrutinio.

—Estás herida.

—¿Qué?

Siguiendo la dirección de su mirada, Nami se percató de que su polera se había subido hasta su cintura, dejando al descubierto su piel. Pero no fue eso lo que le impactó; lo que realmente la sorprendió fue ver cinco líneas rojizas atravesando la mitad de su abdomen de forma diagonal.

InsubordinaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora