Capítulo 23 | Secretos.

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Archibald

Durante la mañana, Kyra había amanecido de un humor un poco diferente, a tal punto de sorprenderme ya que no me hablaba. Salió de la cama sin decir nada, y se dirigió hacia el baño y minutos después, salió con una toalla cubriendo parte de su cuerpo.

— ¿Quieres que desayunamos juntos? — mi voz sonó ronca y algo grave hizo que apretara el agarre en su toalla, sin embargo, no me miró—. Estaba pensando en ir a la cocina y hacer una mezcla para waffles. ¿Te gustan? Podríamos agregarle algo de mermelada de fresa...

— Claro, me gustaría — seguía sin mirarme, lo cual me descoloco—. Solo que, ¿podrías dejarme un momento a solas?

Siguió sin mirarme cuando entró al closet a cambiarse. Y me rendí. Me levanté de la cama y me dirigí hacia donde ella estaba. La encontré frente a la ropa, con la mirada perdida en algunos vestidos.

— ¿Te sucede algo? — Intenté sonar tranquilo, aunque ni yo mismo me lo creía.

— No, nada — me miro y sonrio, pero por un momento esa sonrisa le fallo—. Solo es un mal día.

Me miró a los ojos con una súplica y luego se concentró en mis labios, como si aquello le recordara algo. Su mirada bajó hacia mi mano donde posaba el anillo de la familia y alcanzó a tomar mi mano.

— Responde lo que te pregunté — exigi y si no me lo decía, iría a investigarlo por mi cuenta.

— Archibald — suplico y su agarre en mi mano se forzó de una manera que sabía que algo sucedía.

— Responde — susurre.

Negó porque no podía hablar. Así que me atreví a acercarme y con su espalda recargada en mi pecho, mi mano viajó hacia su vientre. El jadeo y mi aliento acarició su cuello.

Me acerqué todavía más a ella y su respiración, al igual que la mía, se volvió un fracaso, a tal punto que, sin pretender nada, estaba cerrando los ojos y mi mano viajó hacia el interior de la toalla, explorando su cuerpo.

— ¿Me contaras lo que sucede o tendré que sacarte las cosas a base de gritos? — asegure, explotando mi crueldad.

Visualize como sus mejillas se pusieron rojas gracias al espejo de cuerpo completo. Sus ojos se abrieron por completo cuando un dedo se introdujo entre sus pliegues. Lo moví con delicadeza y no me hizo falta ejercer presión alguna.

Su cuerpo se arqueo y me gritó en silencio que deseaba más.

— ¿Me lo dirás?

Ella continuó en silencio y yo con mi trabajo. Llegue a satisfacer la mayoría de sus necesidades, sin dejar que llegara al clímax. Porque por más cerca que estuviera, siempre me detenía para mantenerla a mi merced.

Separé mi mano de ella e hice girar su cuerpo para que me mirara.

— No quiero decirlo — susurro con la poca seguridad que tenía en ella en ese momento.

Negué, esa respuesta no es la que deseaba. Su aliento cálido me acarició los labios. Me acerqué todavía más y estábamos tan cerca que solo era cuestión de que alguno diera el paso.

Cerró los ojos deseando y esperando a que la besara.

Pero no lo hice. Mis manos fueron hacia su cintura y la separé de mi.

— A mi no me gustan las mentiras — asegure.

Sus mejillas se pusieron rojas de vergüenza. Mantuvimos la mirada en el otro por un segundo o un minuto, no lo sé. Y ninguno de los dos fue capaz de separarse del otro. Hasta que escuche que mi hermana gritaba mi nombre desde el pasillo.

Alguien De Nosotros Está MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora