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Jean Clo se encontraba en su mesa de trabajo, rodeado de telas, hilos y bocetos sin acabar. La inspiración parecía haberlo abandonado por completo; cada línea que trazaba le resultaba más insípida que la anterior. Sus diseños, una vez llenos de vida y color, ahora le parecían vacíos, carentes de la chispa que los hacía especiales.

Era como si ya no supiera cómo ser creativo.

Charles, su mentor y amigo, se acercó con su habitual paso seguro y observó el desorden creativo que reinaba en el espacio de trabajo de su pupilo. Con una mirada experta, examinó los bocetos y luego posó sus ojos en el joven aprendiz.

—Bueno, parece que estás luchando contra un bloqueo del artista —Comentó Charles, su voz tranquila pero firme.

—No sé qué me sucede, Charles. Simplemente no siento que mis diseños tengan alma ¡Ya ni siquiera los colores me convencen! —Respondió Jean, la frustración evidente en su tono.

Charles sonrió con comprensión y un toque de risa, aún recordaba su primer bloqueo creativo, sabia bastante bien por lo que pasaba el castaño.

Se apoyó en el borde de la mesa.

—Lo que necesitas es una musa, alguien o algo que te inspire, que te haga ver el mundo y la moda con nuevos ojos —Sugirió el diseñador experimentado.

Jean levantó la vista, su expresión era de escepticismo mezclada con frustración, hizo lo posible por no responderle mal a su mentor.

—Una musa suena a algo sacado de un cuento de hadas. No creo que eso sea lo que necesito —Replicó, descartando la idea.

Sinceramente le parecía absurdo que alguien más le diera la creatividad que él ya tenía.

—Además, no estoy para romances, no llevo ni la mitad de mi línea de primavera y sabes que el plazo vence en dos meses —El menor suspiró—, gracias por la idea, pero ya soy bastante creativo sin necesidad de un musa.

—No subestimes el poder de una musa, Jean. No es solo una figura romántica; es una fuente de inspiración viva, una conexión con las emociones y experiencias que pueden transformar tu arte —Insistió Charles, después de todo ya había pasado por lo mismo y tenía la experiencia necesaria.

Jean contempló la propuesta por un momento, luego suspiró dejando de lado otro diseño sin terminar y se levantó de su silla.

—Está bien, intentaré encontrar esa... musa. Pero si esto no funciona, tendré que buscar otra solución —Lo dijo solamente para que Charles se quedara tranquilo, no tenía intensiones de buscar una musa.

(...)

Los días pasaban y Jean estaba al borde del colapso, no era capaz de producir nada que considerara digno, todo lo que hacía le parecía insípido y sin forma.

Charles estaba preocupado por el chico, llevaba dos días que no lo había visto salir de su taller y estaba seguro que no había dormido nada.

Entró al taller y se encontró con el castaño tirándose de los cabellos.

—Jean —Lo llamó el pelinegro—, ¿hace cuánto estás aquí?

El castaño lo miró a lo ojos.

—¿Yo qué sé? ¿Un día? ¿Una hora? —Arrugó otra hoja y la tiró a la basura—, da igual, necesito terminar esto.

—¿Y si vas por un poco de aire? —El pelinegro se acercó y le puso una mano en el hombro.

El castaño se pasó una mano por la cara, abrió la boca para replicar pero Charles lo interrumpió.

—Ve a desayunar algo, da una vuelta, compra más material, lo que sea, pero sal de aquí un rato.

El menor le miró como si se hubiera vuelto loco.

—Pero la fecha de entrega...

—Pero nada, sal de aquí y despeja tu mente, te hará bien.

Luego de arreglarse Jean Clo salió del estudio de moda, su mente aún dando vueltas con la fecha de entraga para su colección, era la primera vez que le daban una responsabilidad de ese tamaño, no podía permitirse decepcionar a los directivos.

Mientras caminaba por las calles afaltadas de París, sus ojos se perdían entre los patrones y colores de las telas que exhibían las tiendas locales. Con cada muestra que tocaba, buscaba esa chispa de inspiración que parecía haberse esfumado pero no encontraba nada.

Finalmente se decidió por una cuantas que, aunque no terminaban de convencerlo, eran las mejores que había encontrado, además Charles lo regalaría si volvía con las manos vacías.

Con las manos llenas de telas e hilos, Jean comenzó a caminar de regreso al estudio.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no notó el auto que se acercaba rápidamente por la calle.

Justo cuando el vehículo estaba a punto de alcanzarlo, una figura enmascarada saltó hacia él, empujándolo fuera del peligro.

El conductor tocó la bocina y se dedicó a insultar a Jean mientras se alejaba.

Kitty Noir, con su traje característico y su agilidad felina, lo había salvado de un destino seguro.

Jean quedó tendido en el suelo, las telas esparcidas a su alrededor, mientras la heroína se aseguraba de que estuviera bien.

—¿Estás bien? —preguntó ella, y le extendió una mano para ayudarlo a levantarse.

—Sí, gracias a ti. No sé cómo agradecerte —respondió Jean, todavía en shock mirando a la rubia frente a él.

—No hay de qué, es lo que hago. Pero deberías tener más cuidado ¿de acuerdo?  —dijo ella con una sonrisa amable detrás de su máscara.

Jean asintió, impresionado por la valentía y la gentileza de la heroína.

Ella se agachó y le ayudó a levantar los materiales, él no podía dejar de verla.

Fue entonces cuando la rubia levantó su mirada esmeralda encontrándose con los ojos grises del joven diseñador. Justo en es ese momento algo hizo clic dentro de Jean.

La había encontrado, Kitty Noir era indudablemente su musa.

—Gracias, Kitty Noir. No solo me has salvado la vida, sino que también has salvado mi creatividad —dijo Jean, una nueva determinación brillando en sus ojos.

—Siempre es un placer ayudar —Ella le tendió la mano ayudándolo a levantarse—, ve con cuidado.

Kitty Noir le guiñó un ojo antes de desaparecer entre los tejados de París, dejando a Jean con el corazón acelerado y su mente maquinando diseños nuevos.

-_-_-_-_-_-_-

Bueno, ya sabemos cómo conoció Jean a Kitty.

¿Qué por qué Kitty no lo reconoció?

Fácil, nuestra gatita ha salvado a tantas personas durante sus patrullas igual que el serio Bug que es difícil que recuerden a todos.

Sin más que decir me despido.

~Gomibesos.

Mi musa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora