III

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Desde el día en que Kitty Noir salvó a Jean Clo de un accidente seguro, su vida cambió para siempre.

Estaba encantado por la heroína enmascarada, Jean comenzó a seguir cada uno de sus movimientos, admirando su valentía y gracia desde lejos.

Lo que comenzó como admiración pronto se convirtió en un amor silencioso, alimentado por cada rescate y cada sonrisa que Kitty Noir compartía con la ciudad de París.

—¡No se vaya son las noticias! ¡Lordbug y Kitty Noir nuevamente han salvado a París de las garras del mal! ¡Vamos con Victor a la escena!

—Gracias, Nadim, estamos aquí con Lordbug y Kitty Noir, ¿les gustaría decirnos algo sobre el akuma que acaban de derrotar?

Lordbug tomó la palabra.

—Bueno, no fue fácil, pero para eso estamos nosotros, proteger a París del mal y mantenerlos a ustedes a salvo, es lo que hacemos.

Jean Clo observaba las noticias desde su teléfono, Kitty Noir, aunque no decía nada se encontraba al lado del azabache con una sonrisa cansada.

Completamente hermosa, pensó Jean.

—Es un alivio saber que podemos estar tranquilos gracias a ustedes— Dijo Victor—, antes de que se vayan hay una pregunta que no deja dormir a los ciudadanos ¿Podrían aclararme la situación?

Está vez Kitty tomó habló.

—Claro, mientras no revele información personal, estaré encantada de responder.

El castaño sintió cómo su corazón se aceleraba al escuchar a la chica hablar y sonreír de esa manera.

El presentador sonrió.

Verán, existe un rumor sobre ustedes dos.

—¿Rumor? ¿De qué?

Jean frunció el ceño.

—De que tú y Lordbug, bueno... ya saben —Los miró de manera pícara.

—Oh, ese rumor —Kitty rió—, bueno, justo ahora no hay nada romántico entre nosotros pero me gustaría que en un futuro...

Lordbug le quitó el micrófono a Kitty Noir.

—No existe nada romántico entre mi compañera y yo. Nuestra relación es únicamente profesional, somos compañeros y amigos. No tenemos tiempo para ese tipo de distracciones. Es todo.

El oji-gris sintió el corazón pesado al ver los ojos verdes de la felina, al parecer ella si estaba enamorada. Ni Lordbug ni el presentador notaron su mirada decepción.

Dejó el teléfono a un lado, claramente molesto.

¿Cómo era posible que una chica como ella estuviera sufriendo por alguien tan frío y serio?

Lordbug no la merecía ni como compañera, él sí.

El azabache era muy serio, calculador y parecía solo enfocarse en las misiones, no era digno de alguien tan vibrante y apasionada como Kitty.

El castaño sentía que el era el único que la podía tomar en cuenta, apreciarla de la manera en que se lo merecía.

Sí tan solo tuviera una oportunidad para estar con ella, para hablar, para demostrarle lo mucho que la amaba y admiraba.

Con una sola oportunidad, estaba seguro. No necesitaba más.

Charles veía a Jean con un poco de preocupación, sabía que la peor parte de una musa eran los sentimientos no correspondidos, era consciente de ello y no quería que su pupilo pasara por eso.

(...)

Jean Clo se encontraba en su estudio, rodeado de bocetos y telas, cada uno reflejando la esencia de Kitty Noir. En la soledad de su espacio creativo, se permitía hablar en voz alta, como si ella pudiera escucharlo.

Estaba trabajando en un nuevo proyecto, sin poder sacar a la heroina de su mente y corazón.

—Kitty Noir, si tan solo pudieras ver lo que yo veo. Lordbug puede ser tu compañero en la batalla, pero ¿acaso entiende la pasión que hay detrás de tu máscara? —Habló, dejando las palabras al viento.

Imaginaba a Kitty Noir respondiendo, su voz coqueta y llena de vida, incluso en su imaginación.

—Oh, Jean, siempre tan atento. Pero Lordbug y yo somos un equipo, ¿no lo ves?

—Un equipo, sí, pero él no te merece. No como yo. Lordbug es un héroe, pero no entiende tu corazón —Estaba frustrado.

La conversación imaginaria continuaba, con Kitty Noir acercándose a él, su mirada llena de curiosidad.

—¿Y tú, Jean? ¿Entiendes mi corazón?

—Lo entiendo, lo aprecio y lo admiro más de lo que Lordbug jamás podría. Solo desearía tener la oportunidad de mostrártelo.

La fantasía se desvanecía, y Jean volvía a la realidad, sus manos temblorosas sobre la tela. Sabía que sus palabras nunca llegarían a Kitty Noir, pero en su corazón, esperaba que algún día, de alguna manera, ella pudiera escuchar la verdad de sus sentimientos. Sentía que se volvía loco de amor.

(...)

El oji-gris se encontraba una vez más en su estudio, rodeado de sus diseños, pero su mente estaba lejos, perdida en pensamientos sobre Kitty Noir. La obsesión había crecido dentro de él, alimentada por cada aparición pública de la heroína junto a Lordbug. Los celos ardían en su pecho cada vez que los veía juntos, luchando codo a codo o compartiendo una sonrisa cómplice en las entrevistas.

¡Él no la merecía! ¡Él no podía darte lo que Jean si!

En su soledad, se permitía soñar con un mundo donde él era el héroe a su lado, donde él era el que recibía su mirada de admiración y no Lordbug.

—Algún día lo verás, Kitty. Algún día te darás cuenta de que soy yo quien realmente entiende todo lo que eres. Solo necesito una oportunidad, solo una para que te enamores de mí como yo lo estoy de tí.

Jean se aferraba a la esperanza de que, en algún momento, el destino le daría la oportunidad de estar con Kitty Noir, de ser más que un admirador en la distancia.

Y tal vez la tenía más cerca de lo que pensaba.

De inmediato sintió un toque en su ventana la cual fue abierta enseguida con fuerza.

—¿Charles? —Preguntó, su voz teñida de miedo.

Ese no podía ser su mentor, ¿cierto?

-_-_-_-_-_-_-_-

¿Qué dicen ustedes?

¿Sirvo para escribir yanderes o no?

El pobre Jean estaba tan envuelto en su mundo de obsesión que no se dió cuenta de que akumatizaron a Charles.

Mi musa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora