II

20 3 0
                                    

Con el corazón aún latiendo con fuerza por la adrenalina del encuentro, Jean Clo se dirigió de vuelta al estudio de Charles. Las telas que había comprado, ahora un poco arrugadas por el incidente, parecían cobrar vida en sus brazos, cada una contando una historia de peligro, rescate y belleza inesperada.

Al entrar al estudio, Charles levantó la vista de su trabajo, una ceja arqueada en curiosidad al ver el estado desaliñado de su aprendiz quién ahora tenía una gran sonrisa

—Parece que has tenido una mañana más emocionante de lo habitual —Comentó Charles, una sonrisa juguetona en sus labios.

Jean dejó las telas sobre la mesa de corte y se tomó un momento para ordenar sus pensamientos.

—¡No vas a creer lo que me pasó! Kitty Noir, la heroína de París, me salvó de ser atropellado por un auto —Relató Jean, su voz aún teñida de asombro.

Charles se acercó, su interés evidente.

—¿Kitty Noir? Eso es extraordinario. Pero dime, ¿cómo ha afectado eso a tu bloqueo creativo?

Jean extendió las telas frente a ellos, sus dedos acariciando las texturas con nueva apreciación.

—La encontre... —Susurró entre asombrado y fascinado, como si aún no acabará de creer lo que le sucedió—, ¡Es ella! estoy seguro, ella es mi musa, Charles. Su valentía, su gracia, su amabilidad... todo en ella me inspira —Explicó, una chispa de pasión en sus ojos.

Charles asintió, claramente complacido con el cambio en su aprendiz.

—Entonces, ¿qué esperas? Toma esa inspiración y transfórmala en diseño. Haz que cada puntada, cada corte, refleje la esencia de esa heroína que ha tocado tu alma —Dijo, animándolo a comenzar.

Con una sonrisa decidida, Jean se puso a trabajar. Las horas pasaron mientras él dibujaba, cortaba y cosía, cada movimiento inducido con la energía de su encuentro con Kitty Noir.

Con la noche como testigo y el estudio bañado en la suave luz de las lámparas, Jean Clo trabajaba con una energía renovada. Las telas que había seleccionado con tanto cuidado ahora se transformaban bajo sus manos hábiles, cada corte y cada costura dedicada a la heroína que había salvado, no solo su vida sino también su creatividad.

Charles observaba desde la distancia, su mirada llena de orgullo y satisfacción. No todos los días se veía a un aprendiz superar un bloqueo creativo con tal pasión.

Mientras la noche avanzaba, el estudio se llenaba de diseños que capturaban la esencia de la heroína: capas fluidas que evocaban su agilidad, detalles en negro y dorado que recordaban su misterioso atuendo, y toques de brillantez que reflejaban la luz de sus ojos verdes.

Cuando las primeras luces del amanecer comenzaron a filtrarse por las ventanas, Jean dio un paso atrás para contemplar su obra. Frente a él, finalmente había terminada su colección y estaba lista para ser presentada al mundo, cada pieza un tributo a la musa inesperada que había traído un nuevo significado a su arte.

—Has hecho un trabajo excepcional, Jean —Dijo Charles, acercándose a su aprendiz y colocando una mano sobre su hombro —Estas piezas no solo son hermosas, sino que también cuentan una historia.

Jean sonrió, su cansancio desvanecido ante el reconocimiento de su mentor.

—Gracias, Charles por ayudarme, por corregirme, por apoyarme, simplemente gracias por todo.

—No agradezcas, chico. Me has llenado de orgullo —Le dedicó una gran sonrisa y Jean sintió que todo su esfuerzo había valido completamente la pena—, ahora solo debemos esperar que llegue el día para presentar tu colección, mientras descansa un poco, te lo mereces.

Mi musa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora