CatAlastor está pasando por un momento complicado con la llegada de su primer celo, pero al presenciar a un gato siendo intimidado, su perspectiva cambia al ver cómo ese "gatita" se protege así mismo y a su nido, de otro gato macho.
Esto lo lleva a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CatAlastor parecía abrumado por la revelación. Estaba en un estado de shock.
¿Era... era macho?
¿Cómo era posible? ¿Cómo pudo haberse confundido de esa manera?
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no dejaba de observar a CatLucifer fijamente, mirándolo directo a los ojos. Esta intensa mirada obligó al más pequeño a apartar la vista, algo nervioso, antes de cambiar de semblante. Suspiró y adoptó una postura de pelea, arqueando la espalda y tensándose. Ahora que Alastor, sabía que era un gato macho, la pelea era inevitable. Sin embargo, el gato rojo permanecía inmóvil. Su mente estaba llena de pensamientos caóticos y absurdos; en cuestión de minutos, todo lo que había planeado se desmoronó.
Nunca pensó que la situación se tornaría así. Un rechazo habría sido más fácil de soportar que descubrir que había considerado copular con un gato macho. La sola idea le resultaba repugnante.
¿Cómo pudo siquiera pensar en tener crías con... él? Su estómago se revolvía al imaginarlo.
Estaba furioso. No podía soportar la idea de otro macho en su territorio, reclamando a sus potenciales parejas. Adoptó un lenguaje corporal agresivo, mirándolo detenidamente mientras emitía bufidos y mostraba sus afilados dientes amarillos.
Ambos se miraron desafiantes; Lucifer no se quedaría atrás. Este era su hogar ahora, y no permitiría que Alastor lo intimidara. Tenía claro que los gatos más grandes solían ser los más torpes.
Finalmente, CatAlastor acortó la distancia que los separaba. Los ojos de CatLucifer se tornaron rojos mientras esquivaba el ataque con facilidad, como si estuviera en cámara lenta. El ya mencionado, reaccionó rápido y lo arañó en la cara. El de rojo luchaba por seguir el ritmo, pero le resultaba imposible. El gato blanco solo bostezaba, casi aburrido, mientras jugaba con su "presa". La frustración de Alastor no hacía más que crecer con el pasar del tiempo.
¿Cómo podía alguien tan pequeño ser tan hábil y fuerte?
El minino de tapas negras ya estaba exhausto y apenas habían transcurrido cinco minutos de la contienda. El gatito amarrillo le había mordido la cola y arañado múltiples veces, aunque ninguna herida era grave; solo jugaba con su nueva presa, lo que enfurecía aún más al de rojo.
