CatAlastor está pasando por un momento complicado con la llegada de su primer celo, pero al presenciar a un gato siendo intimidado, su perspectiva cambia al ver cómo ese "gatita" se protege así mismo y a su nido, de otro gato macho.
Esto lo lleva a...
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El día siguiente amaneció con un cielo despejado y un sol resplandeciente. El aire fresco del bosque se llenaba de los sonidos de la naturaleza, y el aroma de las flores impregnaba el ambiente. Era como si la naturaleza misma estuviera celebrando la unión que había comenzado a florecer entre Alastor y Lucifer.
El claro donde habían pasado la noche estaba bañado por la suave luz del amanecer. La cueva, rodeada de vegetación y flores, se encontraba en un rincón apartado del bosque, un lugar perfecto para disfrutar de la tranquilidad y la privacidad.
Dentro de la cueva, ambos felinos descansaban en el nido que el macho regordete había construido con tanto esmero. El nido, hecho de ramas suaves, hojas, flores y pequeños patitos caseros que ambos gatos hicieron de hojas, ramitas y lodo, estaba diseñado para proporcionar comodidad y seguridad. La dedicación de Alastor en cada detalle era evidente, y Lucifer lo apreciaba profundamente.
A pesar de no haber dado el siguiente paso en su relación, ambos sentían una paz y una conexión que nunca habían experimentado. La proximidad de sus cuerpos, el suave sonido de su respiración y el calor que compartían les proporcionaban un consuelo y una intimidad que no necesitaban palabras para ser comprendidos.
Alastor despertó primero, observando a su amado Lucifer aún dormido a su lado. Una sensación de ternura lo invadió mientras contemplaba su rostro sereno. Quería que este momento durara para siempre, pero sabía que el día traería nuevos desafíos.
Lucifer comenzó a despertarse, parpadeando lentamente al abrir sus ojos azules. Al ver a Alastor tan cerca, una sonrisa suave se dibujó en su rostro.
—Buenos días, Alastor —murmuró el de tonos blancos y amarillos, su voz ronca por el sueño.
—Buenos días, mon amour —respondió el más grande y robusto de ambos, con una sonrisa afectuosa.
Lucifer se desperezó en el nido, estirando sus músculos adormecidos antes de salir y bostezar perezosamente. Alastor lo imitó, levantándose con gracia y siguiéndolo de cerca, sin apartarse de su lado ni por un momento.
