(Capitulo 4)El enigma del cazador (parte 1)

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A la mañana siguiente, Revolver vuelve a hacer la rutina de todos los días. Hasta la tarde, entonces, a la entrada de la escuela, decide arremangarse la manga y mirar su brazo, que tenía escrito un mapa. Con la mirada puesta en el mapa, empieza a caminar en dirección a un bosque muy espeso, con mucha vegetación y grandes árboles. Revolver sigue caminando mientras mantiene la mirada en el mapa, evitando chocar con los árboles. Pasados unos minutos, se detiene en seco en un lugar.

—Por fin llegué, ¿ahora qué toca hacer? —dijo Revolver con una cara de felicidad para después volver a ojear el mapa en su brazo.

Entonces, se arrodilla y deja de mirar el mapa para empezar a cavar, arrojando la tierra a los lados hasta que encuentra la caja de Blu. Revolver la toma con la mano y la pone a la altura de sus ojos, comenzando a sacudirla.

—Despierta, que ya es tarde —dijo Revolver mientras sonreía alegremente.

—Ya desperté —respondió Blu a Revolver—. ¿Para qué me enterraste acá? —le cuestionó Blu a Revolver.

—Por las dudas —expresó Revolver.

Al terminar la conversación, Revolver se levantó, se limpió la suciedad de las manos y se sacudió para quitarse toda la tierra acumulada por desenterrar a Blu. Luego, Revolver puso nuevamente su mirada en el mapa para devolverse por donde había venido. Al llegar, miró a Blu (el cofre) que lo había llevado en su mano todo este tiempo.

—Oye, ¿no sabrás por pura casualidad dónde empezar a investigar? —cuestionó Revolver a Blu.

—Pues, yo diría empezar por donde dijeron que se quitó la vida —exclamó Blu.

—Ok, ¿y dónde era eso? —consultó Revolver con una mirada de duda.

—¿En serio no sirves para esto? Si tenía la cabeza sangrando, ¿dónde crees que se habrá caído? —comentó Blu con sarcasmo.

Revolver se quedó pensando por un momento.

—Pues desde la azotea —dijo Blu con cierto enojo.

—¡Ahhhh! Tienes razón —afirmó Revolver—. Ahora, ¿cómo subimos?

—Pues por la entrada —expresó Blu con un tono de fastidio.

—Pero si ya está cerrada —dijo Revolver mientras señalaba al sol que ya se estaba ocultando.

—Tocará de otra man... —contestaba Blu antes de que Revolver lo sostuviera con ambas manos—. ¡¿Qué estás haciendo?! —le exigió Blu a Revolver.

—Si necesitamos subir, es mejor de esta manera —le explicó Revolver a Blu antes de adoptar una pose que se asemejaba a la de un lanzador de béisbol.

—¿Listo? —preguntó Revolver.

—Por favor, no lo hagas —le advirtió Blu.

—Pues no me interesa —dijo Revolver a Blu antes de lanzarlo.

Al lanzarlo, Blu empezó a gritar como un desquiciado hasta que llegó a la azotea. Sin embargo, sobrepasó la altura de la azotea y empezó a caer en picada. En vez de hacerse trizas contra el cemento, se estrelló contra el estómago de una persona.

—Estoy vivo —se dijo Blu a sí mismo, celebrando internamente.

—¿Qué mierda significa esto? —murmuró una voz desconocida pero furiosa.

Entonces, alguien recogió a Blu del suelo y comenzó a caminar hasta llegar al borde de la azotea por donde había venido Blu. Revolver, que se había sentado por el esfuerzo de lanzar a Blu, se levantó y vio a un chico alto y pálido, con las partes laterales y traseras de su cabello rojizo parcialmente afeitadas y la parte superior semi puntiaguda hacia atrás. El chico tenía ojos negros y cejas con un arco suave. Llevaba una camisa blanca de botones de manga larga, pantalones y zapatos negros de escuela, además de guantes ajustados negros.

La detective sin atadurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora