6

15 8 0
                                    

La noche sombría de otoño. La brisa amable soplaba entre las calles poco iluminadas de Buenos Aires, mientras ondeaban las velas con calma cerca de la ribera.

Caminaba con mi pesar a cuestas por la noche oscura y solitaria; perdida en mi mente, incapaz de separar la realidad de lo abstracto y el miedo.

Me apoye contra el muro de un edificio, contemplando absorta el paisaje urbano bajo la luz de la luna. Las calles estaban vacías, lo único que se escuchaba era la brisa nocturna acariciando mi piel.

Sentía que estaba sola en el mundo, atrapada en mi mente y en el laberinto de pensamientos confusos que me acosaban constantemente.

Me llevo la mano a la frente, cerrando los ojos por un momento, intentando encontrar algún asidero en la realidad que se desvanecía a mi alrededor. Las imágenes danzarinas volvían a apoderarse de mi mente, proyectándose en un caleidoscopio confuso.
Suspiro, sintiendo un nudo en el estómago. Los temores y las inseguridades me asolaban, llenando mi mente con ideas distorsionadas que me alejaban aún más de lo que era verdadero y lo que no.
Era como caminar por un sueño perpetuo, sin poder despertar.
Me aparto del muro y comienzo a caminar nuevamente, mis pasos resonando en la quietud de la noche. Luchaba por mantener la cordura, tratando de aferrarme a los pequeños momentos de lucidez que aún me quedaban.
Sin embargo, sentía que estaba atrapada en una jaula mental, sin escapatoria ni consuelo en el mundo exterior.
Llego a un parque desolado y me siento en un banco, contemplando cómo las sombras de los árboles danzaban y se retorcían en la oscuridad.
El silencio era abrumador, solamente roto por los latidos de mi corazón retumbando en mi pecho como un eco infernal.

El dolor de la soledad y el abandono llenó mi corazón de tristeza. Recuerdos de relaciones, heridas y corazones rotos surcaban mi mente, añadiéndose a la confusión y la desesperación que ya sentía.

Era como si la noche oscura reflejara mi alma herida, marcada por las cicatrices del desamor.

Un suspiro ahogado se me escapó de los labios, mientras intentaba contener el impulso de llorar. Las lágrimas amenazaban con caer, pero yo me negaba a entregar mi vulnerabilidad a la noche.

Yo me recosté en el respaldo del banco, contemplando el cielo nocturno y suspirando con pesar.

Me preguntaba si algún día encontraría el amor verdadero, el que me completaría y llenaría mi corazón roto.

Pero en ese momento, bajo las pálidas luces del parque desolado, solo sentía el peso del desamor y la sensación de estar irrevocablemente sola.

“¿Por cuánto tiempo más tendré que soportar esta carga de tristeza? ¿Hasta cuándo el desamor me seguirá marcando como un hierro candente? Parece que la alegría se ha convertido en un recuerdo lejano, una fantasía que sólo existe en mi mente desquiciada. Miro alrededor, pero sólo veo desolación y abandono. El mundo ha olvidado mi existencia, y me ha dejado solo con mi dolor. El tiempo pasa y parece que mi corazón se resiste a sanar. Cada latido de mi corazón es una prueba más de la desesperanza que habita en mí.” -

En la noche fría, me abracé a mi misma buscando consuelo, pero la soledad parecía ser mi única compañera.

El sonido de unas hojas secas crujiendo bajo mis pies rompía el silencio, cada crujido como un recordatorio de mi propio corazón destrozado...

Pájaro De Alas Rotas (Poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora