La sensación de sus brazos acariciando mi cintura, era algo único y estimulante. Lograba ver como un montón de imágenes aparecían en mi mente, recuerdo tras recuerdos, viendo su sonrisa, su rostro, su carisma. Todos aquellos detalles me encantaron, pero independientemente de todo aquello que estaba pasando por mi mente, solo podía fijarme en la silueta del jardín. Él, Abdiel, siempre estaba observándome atentamente.
-Niños, tenemos que. – William quiso hablar mientras ingresaba a la habitación, pero al vernos ahí, juntos, sin tener intenciones de querer soltarnos, se quedó en completo silencio.
-Lo siento. – Dije, apartándome completamente de Nathaniel.
Sentía el ardor en mis mejillas, estaba avergonzada. Había besado a Nathaniel en la casa del señor William, y para rematar él nos había encontrado en una situación comprometedora.
-Discúlpenme a mí por la interrupción, no los quería molestar. – Dijo William con una leve sonrisa de incomodidad. – Les venía a decir que quería hablar con ustedes. Con ambos. – Dijo con seriedad, por lo que ambos lo observamos fijamente, esperando a que nos hablara. – Pero prefiero que sea en la cocina, tenemos que desayunar. – Nos dijo con amabilidad. - ¿Vienen?
-Si. – Dijo Nathaniel incorporándose mientras sostenía mi mano con amabilidad. – Vamos princesa. – Me dijo con una sonrisa, por lo que inmediatamente me incorporé.
Ambos caminábamos detrás de William, dirigiéndonos a la cocina. Al parecer el desayuno ya estaba listo, pues el olor a pan tostado ya inundaba mis fosas nasales.
-Huevos con pan tostado. – Dijo William con una sonrisa amable mientras tomaba asiento. – Provecho.
-Provecho. – Dijimos Nathaniel y yo mientras tomábamos asiento junto a él.
- ¿Y de que quería hablar con nosotros? – Le pregunté mientras le daba el primer sorbo al té.
-Necesitaba hablar sobre lo que me comentaron ayer. – Inicio William con seriedad.
- ¿Se unirá a nosotros? – Le pregunté con entusiasmo.
-No, lamentablemente no puedo. – Dijo William con seriedad. – Como les mencionaba ayer. Aquí, en este pueblo, están todos los recuerdos de mi hija. Abandonar este lugar es abandonarla a ella. – Dijo William con seriedad. – Además, yo le trabajo a los caballeros templarios con la condición de que ellos mantengan a mi hija bajo tierra, en un lugar digno. – Dijo con tristeza. – Si la enterrase en cualquier lugar, soy consciente de que tarde o temprano la sacarán de ahí y la desecharan. – Dijo William, con un tono de voz que se notaba que estaba a punto de quebrarse.
- ¿El cuerpo de su hija lo están custodiando los caballeros templarios? – Le preguntó Nathaniel con curiosidad, a lo que William afirmó con un leve gesto de cabeza.
-Ellos se ofrecieron con ello, a cambio de que yo les forjara las armas. – Dijo William. – Si les fallo, perderé el sitio de mi hija.
La mirada de William era de dolor, se notaba incluso en sus gestos corporales que sufría al darnos esta información.
-Pero necesito informarles que estaré de acuerdo con ayudarlos en lo posible, en todo lo que este dentro de mis propias manos. – Dijo William con una sonrisa. – Les tengo mucho aprecio, y no los dejaré a la deriva, les ayudaré con su aprendizaje, para forjar buenas armas. – Su actitud nos daba a entender que había determinación en sus palabras. – Cuando ustedes necesiten de mi ayuda, yo los apoyaré desde las sombras. – Dijo William con una sonrisa de orgullo.
Nosotros estábamos entusiasmados con sus palabras, y si bien, no lo tendríamos en nuestro ejército tal y como esperábamos, al menos lo tendríamos dando un apoyo desde las sombras.
ESTÁS LEYENDO
El ciclo
FantasíaEn las sombras de los reinos celestiales yace una historia silenciada, una narrativa que desafía los límites del cielo y del infierno. En este relato, los destinos se entrelazan en un tejido de oscuridad y luz, donde la hija de Lucifer emerge como p...