Llamas de dolor

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Aquella noche habíamos vuelto al campamento, tal como habíamos dicho. Si bien, estaba enojada con Zack, no me gustaba fallarle a mis propias palabras.

Nuevamente, acompañados por la bella luz de la luna, la cual se colaba por las hojas y ramas del bosque. Era cómodo estar ahí, pero verle la cara al imbécil de Zack en este momento me daban ganas de darle una patada en los testículos.

-Hey, ¿Qué haces levantado todavía? – Le pregunté con molestia, golpeándolo con mi pie, en intenciones de irritarlo, pero sabía que con él sería imposible.

Zack era una persona de burlas, muy pocas veces se tomaba las cosas en serio, al menos conmigo y con Nathaniel. Zack con el resto era más serio, se comportaba, tal y como debía ser para la posición que tenía en el campamento.

-Pues estaba haciéndome cargo de cuidar el campamento en tu ausencia. – Dijo él, con una sonrisa burlona. – Me encanta su forma de amar. – Dijo con ironía, tomando mi pie y besándolo. – Pero tus pies están bastante sucios, lávalos.

- ¡¿Puedes tomarte las cosas en serio alguna vez?! – Le pregunté molesta.

Zack pareció dolido ante mis palabras. Se había quedado en silencio por una gran cantidad de segundos, cosa que me hacía preguntarme ¿habré hecho bien en preguntarle eso? Quizá mis palabras si le habían dolido, por primera vez... o al menos eso pensé.

-No, me da flojera. – Dijo, echándose en la tierra con una gran sonrisa, nuevamente, con desinterés ante mi presencia.

-Zack, en serio deberías controlarte, tarde o temprano ya no podré contenerla. – Dijo Nathaniel, finalizando con un suspiro.

-No busco que lo hagas. – Dijo Zack. – Solo busco entretenerme. Y Juliette es una gran diversión.

Quizá no valía la pena seguir discutiendo con él, era su forma de ser, ¿Cómo hacer cambiar a un adulto? Eso era imposible.

-Eres como una maldita espina en el pie. – Dije con un leve tono de molestia.

-La niña esta sacando las garras, eso es bueno, pero déjame advertirte algo, no juegues con fuego. – Dijo, haciendo una cara coqueta en mi dirección.

Al inicio había tardado en entender lo que intentaba decirme, pero al notar el como Zack intentaba aguantar la risa, comprendí.

-Eres un maldito pervertido. – Le dije con seriedad y de brazos cruzados. – Tienes novia, e hijos. Controla tu boca. – Le dije con molestia, tomando asiento al lado de la fogata.

-Pero solo mírate, tu, yo, a solas, sentados al lado de la fogata. – Dijo Zack con un tono coqueto en su voz.

-Pero yo estoy aquí. – Dijo Nathaniel con un leve puchero en su rostro.

-Lo sé, lo sé; pero déjame seguir con mi juego. – Dijo Zack deprimido.

- ¿Soy un juguete? – Le pregunté indignada.

-Para él. – Dijo Zack señalando a Nathaniel. – No lo eres. Pero para mí, sí. – Dijo Zack entre risas.

-Te juro Zack, que si no he intentado matarte es porque te necesitamos. – Dije con seriedad.

Zack solo soltaba las risas, sin pensar en el volumen que mantenía. Yo solo estaba irritada, con Nathaniel intentando controlarme, él no quería que golpeara a Zack.

- ¿Hola? – Nathaniel y yo nos sorprendimos al escuchar la voz de Leyla detrás de nosotros.

- ¿Y esta cuando llego? – Pregunté, aún con el pulso acelerado por el susto que nos había provocado tras aparecer de la nada.

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