Aquella tarde decidí conversar un tiempo más con Emile, dándole el consuelo debido y escuchando todo lo que ella llevaba oculto desde que había llegado con nosotros. Su sonrisa aquel día volvió, por lo que por fin pude tranquilizarme, sabiendo que ella estaba mas calmada y de que podría seguir cuidando de Drew sin tener alguna caída anímica o algo por el estilo.
Jamás había tenido que criar a un niño, pero algo dentro de mí me hacía pensar que, si nosotros los adultos estábamos mal anímicamente, los pequeños consumirían esa energía negativa y lo manifestarían en ellos mismos.
-Gracias por haber dedicado su tiempo conmigo. – Me dijo Emile con una leve sonrisa. – No me lo esperaba de usted, y mucho menos esperaba tener esta conversación. – Se secó las lágrimas que le quedaban con el dorso de su muñeca izquierda. – Espero que no le informe a nadie de esto, no quiero que me observen con lastima o algo por el estilo. – Me pidió con amabilidad, por lo que asentí con una sonrisa.
-No te preocupes, no saldrá ninguna palabra de nuestras bocas. – Dije con gracia.
-Gracias, confío en su palabra. – Dije levantándose y tomando a Drew firmemente. – Fue un gusto hablar con ustedes. – Dijo despidiéndose, para después retirarse de la oficina.
-Que duro. – Dije tras suspirar, notando que Nathaniel y yo estábamos completamente solos.
-Estuvimos tanto tiempo aquí que hasta se hizo de noche. – Dijo Nathaniel con una leve sonrisa.
-Creo que ya es hora de que nos dirijamos a nuestra cabaña, es tiempo. – Dije con comodidad, a lo que Nathaniel asintió.
Nos retiramos de la oficina y comenzamos a caminar por el campamento, observando como todos celebraban esa noche, felicitando a Emile por su hazaña.
-Se ven demasiado felices. – Dije mientras observaba levemente la luz de la luna.
-Hay que dejarlos, lo de hoy fue algo espectacular. – Dijo Nathaniel tomando mi mano con delicadeza, sin parar de caminar, y dirigiéndonos a nuestra cabaña.
Ingresamos a nuestra cabaña, la cual era la más apartada, y esta se encontraba inmersa en la serenidad nocturna. El viento susurrando a través de las rendijas de las ventanas de madera, el cual era un sonido casi imperceptible que añadía una capa de calma a nuestra atmósfera. La luna llena brillaba en el cielo, con su luz plateada que se filtraba suavemente a través de los cristales, creando patrones de luz y sombra que se desplazaban lentamente por las paredes y el suelo de la habitación. Este juego de luces es un espectáculo íntimo que bañaba el espacio en una atmósfera mágica y soñadora.
En el centro de la habitación, la cama de madera se erige como el corazón del refugio. Las sabanas de lino blanco están dispuestas con una elegancia casual, ligeramente arrugadas, lo que sugiere el calor de los momentos compartidos. Las mantas de lana están esparcidas de manera relajada alrededor, contribuyendo a un ambiente de comodidad y proximidad. La luz de la luna proyecta un brillo etéreo sobre a cama, acentuando la suavidad de las sábanas y el contorno de los cuerpos que se encuentran en ella.
-Estoy un poco nerviosa. – Dije con timidez mientras me recostaba en la cama, y observando a Nathaniel con una leve sonrisa, intentando demostrarle que, a pesar de mi nerviosismo, estaba preparada para lo que venía.
-Créeme que yo también lo estoy. – Dijo Nathaniel, acercándose lentamente a mí. – La verdad, jamás pensé que este momento llegaría, y me pone ansioso todo esto, saber que, por primera vez en nuestra vida, podré verte a ti, siendo completamente tú.
-Sabes que no soy yo. – Susurré un poco incomoda.
-Juli, cariño. Sea el cuerpo que sea, para mí siempre serás tú, da igual el recipiente. – Susurró, besando suavemente mis labios, por lo que sonreí levemente en medio de aquel beso nocturno.
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El ciclo
FantasíaEn las sombras de los reinos celestiales yace una historia silenciada, una narrativa que desafía los límites del cielo y del infierno. En este relato, los destinos se entrelazan en un tejido de oscuridad y luz, donde la hija de Lucifer emerge como p...