Cap 8: Pensamientos positivos

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-Amelia -la revelación del señor Hugo hace que sienta un dolor grande en mi pecho. Sin poder controlarlo, mi vista se nubla por lágrimas. Lágrimas que no puedo contener por mucho tiempo.

«Soy una ilusa por pensar que podría ser yo la elegida. Al final llevaron a Amelia, una de las amigas de Dayana. Me siento feliz por ella, pero aún así duele».

«Nadie puede verme así. Me llamarían ridícula o envidiosa quizá».

Luego de conocer la información, todos aplauden para felicitar a Amelia, y le dan felicitaciones por su suerte. Termina todo y la formación se rompe, haciendo que todos vayan a hacer lo que hacían hace un momento.

Lo único que puedo hacer es caminar con la mirada perdida en el suelo. Mis pies me llevan a mi habitación. Ese es el único lugar en el que puedo ser vulnerable.

Al pasar por el pasillo que está entre la cocina y el comedor, la cocinera observa mi rostro.

-Lo siento, niña -sus palabras son cálidas-. Verás que va a llegar otra persona, y podrás irte de aquí-dice, intentando animarme.

-No se preocupe -digo en sollozos, secando las lágrimas con mi muñeca-. No es su culpa -concluyo la conversación para seguir caminando.

Al subir las escaleras que llevan al segundo piso, mis pies se enredan, haciéndome caer sobre mis manos y mis rodillas.

«¡Ay! ¡Cómo duele!».

Rápidamente me pongo de pie, siguiendo mi trayectoria, la cual culmina cuando cierro la puerta desde dentro de mi habitación.

«Ya no tengo ánimos de nada. No tengo fuerza de voluntad».

Mis pensamientos negativos ocupan toda mi mente.

«Esta es la primera vez que tengo pensamientos positivos. Es la primera vez que tengo esperanzas con respecto a algo ¿Y todo para qué? Para terminar desilusionada, con el corazón roto, y las mejillas húmedas por las lágrimas».

«Es por eso que mis pensamientos están basados en la realidad y son los más negativos ¡Yo los hago así! ¿Por qué los hago así? Muy sencillo de explicar. Al tener pensamientos negativos, espero lo peor de todo. Si sucede lo peor, no me entristece porque ya esperaba eso. Y si sucede lo mejor, me alegro porque pensaba en la peor parte de todo».

-Tener pensamientos positivos es un asco -susurro entre lágrimas, tumbada en mi cama con la cara presionada sobre la almohada.

Llorar me provoca un gran cansancio, haciendo que cierre los ojos para dormir un rato.

                               •••••

Hugo Smith:

-Me siento feliz de conocerla, señora -le dice Amelia a Anna, su nueva madre.

-Me alegra que así sea -La señora Anna responde con calidez, acariciando el cabello de la niña con delicadeza.

-Amelia, la señora Anna y yo esperaremos en mi oficina a que tomes tus cosas-flexiono mis rodillas hasta quedar de la altura de la chica y le digo, señalando la puerta-. No tardes mucho ¿Sí? -le digo con una leve sonrisa.

-Ahora mismo lo hago, señor Smith -responde la niña con una sonrisa de labios cerrados y se va.

Amelia es una muchacha de quince años de edad, y aunque muchos digan que es una adolescente, para mí sigue siendo una niña. Todos aquí son niños para mí. Son niños que necesitan pertenecer a una familia.

-Bien, señora Anna, sígame -digo, y la guío a mi oficina. Allí la invito a sentarse y rodeo mi escritorio para tomar asiento

Mi oficina no es algo de otro mundo. Simplemente un espacio donde tengo mi escritorio, dos muebles pequeños y un sofá grande de color negro. Las paredes son blancas y una ventana del tamaño de una persona hace que pueda admirar cómo los niños juegan en el jardín cada mañana. Hay dos pequeños estantes donde tengo mis libros y diez gavetas dónde guardo los expedientes confidenciales de los menores.

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