Capitulo Nueve

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Miro fijamente el huerto de frutillas frescas a un lado no tan alejado del lago y mucho menos de mí triste paradero sentado en el suelo

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Miro fijamente el huerto de frutillas frescas a un lado no tan alejado del lago y mucho menos de mí triste paradero sentado en el suelo. Suspiro profundamente mientras dejo los materiales de arte en el pasto debajo de mí, sin tener la inspiración para dibujar incluso hasta la más ordinaria mariposa.

Río bajo ante el pensamiento de que estoy ignorando el elefante en la habitación, mirando a la casa no tan lejos de aquí. Sin tener el valor de ir y ver a la dueña de mis mayores lamentos, mordiendo mí labio inferior para dejar de pensar en cosas que menos aportan y más destruyen.

Preguntando me como el posible todo esto, cuando mí vida dio un giro de 90° y se curvo hacia el drama que siempre estuve tan empeñado en evitar. La palabra drama me hace sonreír, sin poder no asociar la palabra con la misma mujer que aunque nunca participe siempre daba su granito de arena a la causa divertida que es el drama.

La inspiración corre por mí mente y mís venas se encienden con desesperó para no perderla, dejando de lado de mis preocupaciones por un momento, dejando el leve pensamiento de desear qué la tranquilidad sea más fácil de conseguir que de mantenerla. Mí mano se mueve con la vivida imagen de una dama, con cabello como el mismo fuego y unos ojos como diamantes por la luz angelical de la iglesia.

La bella novia mira fijamente hacia su pronto marido, manteniéndo su mano en un ramo de flores casi invisible para quien no preste atención, su mano agarrando su velo largo que tapa su rostro lleno y feliz. Ella mira hacia el frente con firmeza, o eso es lo Benedict imagina mientras su mano pasa por la hoja con la convicción de un hombre poseído por nada más y nada menos que la inspiración.

Benedict para su intenso dibujo y mira con un asombro común como su mano, ahora llena de carbón y algo roja por la fricción de la hoja con el borde de su palma, tiembla incontrolablemente. Benedict ríe sin aliento mientras deja caer su cabeza contra el árbol que sostiene su posición sentada, sin poder creer la intensidad con la qué su amada Penelope puede descontrolar su mundo y su cuerpo al mismo tiempo.

Mirando el cielo por un leve momento, tan solo eso crea otra sonrisa en mí rostro al recordar los ojos que ahora deseo pintar. Miro el boceto en mis manos y lentamente lo llevo a mí pecho, deseando que el papel se apiade de mí y se vuelva la hermosa dama que deseo este a mí lado ahora. Pero con el simple pensamiento de poder usar mis acuarelas para pintar lo que siempre creere que es una obra de arte, el sentimiento se vuelve más lleno de esperanza que de ansiedad.

Con un último suspiro y mirando a los pocos criados que hay en la casa, me levanto de mí lugar seguro con un cansado levantar. Caminando hacia la casa que despierta cada uno de mis nervios con la actitud de alguien que es sentenciado a muerte por la mismísima reina Charlotte.

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Observo la obra de arte con ojos llenos de lágrimas ya derramadas, sosteniendo en mis manos una lámpara con una vela a medio acabar. Los colores azules cielo y el color rojo cobrizo quemando mí vista con una fuerte presión de dolor, sintiendo como mí corazón roto palpita con una dolorosa rapidez.

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⏰ Última actualización: Jun 17 ⏰

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